Mientras el presidente Joe Biden y varios gobiernos europeos responsabilizaron al autócrata ruso Vladímir Putin por la muerte en prisión del líder opositor Alexei Navalny, las reacciones de varios líderes populistas latinoamericanos y del aspirante presidencial estadounidense Donald Trump han sido patéticas.
Los presidentes populistas de México, Brasil y Colombia, que dicen ser defensores de los derechos humanos, no sólo no condenaron ni expresaron preocupación por las circunstancias de la muerte de Navalny, sino que ignoraron el hecho, u omitieron mencionar a Putin.
Así, se ubicaron cerca de las dictaduras de Venezuela, Cuba y Nicaragua, que suelen justificar cualquier barbaridad cometida por el jefe de Estado ruso.
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, pidió no sacar conclusiones precipitadas sobre la muerte de Navalny antes de que se realice una investigación.
“¿Por qué apresurarse a acusar?”, peguntó Lula, como si existiera la menor posibilidad de que el régimen de Putin permitiera una investigación imparcial sobre la muerte del conocido prisionero.
La muerte de Navalny
Las autoridades penitenciarias dijeron que Navalny, de 47 años, murió de “síndrome de muerte súbita” mientras daba un paseo. Navalny había sido visto en buen estado físico un día antes de su muerte.
Los familiares de Navalny dicen que el régimen de Putin no les ha permitido ver su cadáver ni examinarlo. Lo más probable es que haya sido envenenado y el gobierno ruso no quería que los médicos forenses encontraran rastros de veneno en su cuerpo, dicen los seguidores del opositor fallecido.
Navalny ya había sobrevivido a un intento de asesinato por envenenamiento en 2020. Las pruebas de laboratorio alemanas y francesas revelaron más tarde que había sido envenenado con el agente nervioso Novichok. Los agentes del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) habían colocado el veneno en su ropa interior en su habitación de hotel, según una investigación de Bellingcat, CNN y otros medios internacionales.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y el presidente de Colombia, Gustavo Petro, guardaron silencio sobre la muerte de Navalny.
Trump y Putin
En Estados Unidos, Trump y el ala pro-Putinista de su Partido Republicano también han evitado responsabilizar a Putin. Trump emitió un comunicado varios días después de la muerte de Navalny sin mencionar al dictador ruso.
Es más, Trump se comparó absurdamente con Navalny, como si ambos fueran víctimas del mismo tipo de represión política.
La aspirante republicana Nikki Haley, que compite con Trump por la nominación republicana, dijo en la red social X que “Donald Trump podría haber condenado a Putin por ser un matón asesino. Trump podría haber elogiado el coraje de Navalny. En cambio, robó una página del libro de tretas de los liberales (la izquierda), denunciando a Estados Unidos y comparando a nuestro país con Rusia”.
Los apologistas de Putin en América Latina y Estados Unidos tuvieron una reacción similar hace dos años, cuando Rusia lanzó su invasión no provocada de Ucrania. Hicieron todo tipo de piruetas verbales para no denunciar categóricamente a Putin por haber iniciado el peor conflicto armado en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
La tragedia de todo esto es que, con su silencio cómplice, estos líderes políticos están ayudando a normalizar la impunidad de graves crímenes contra la democracia y la paz mundial.
“Es un precedente horrible”, me dijo William B. Taylor, experto en Rusia del Instituto de la Paz de Estados Unidos y ex embajador de Estados Unidos en Ucrania. “Si Putin se sale con la suya invadiendo a su vecina Ucrania, matando a los líderes de oposición en Rusia, violando todas las normas y estándares que han mejorado el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, otras naciones, otros dictadores, verán que pueden salirse con la suya y hacer lo mismo”.
Putin gana
En efecto, si Putin se sale con la suya y no recibe una ola de críticas mundiales, habrá muchos dictadores y aspirantes a autócratas en todo el mundo que se verán tentados a seguir sus pasos, y matar a sus principales rivales políticos. Ya está sucediendo en algunos países, pero se convertirá en la nueva normalidad.