• Los que cruzan a México a votar
• Los ignorados en cifras oficiales
• ¿Lo sabe el INE?
El tema del voto de los mexicanos en el extranjero ha tomado recientemente una inusitada importancia, como se ha divulgado ampliamente, no por lo que aportan numéricamente como elemento en el proceso electoral mexicano, sino porque es una muestra estadística de la opinión de quienes viven voluntaria u obligadamente en un país distinto a México.
El tema vino a formar parte de la opinión púbica mexicana porque de los que se han registrado para poder participar en la elección del dos de junio, unos 220,000, han sido eliminados de la lista nominal, alrededor de 39 mil de ellos por inconsistencias diversas.
De acuerdo con el Instituto Nacional Electoral (INE) las fallas encontradas en el registro se deben a problemas con la firma o los datos del domicilio. Esas inconsistencias se podrán subsanar, afirman, teniendo de plazo el cinco de mayo para hacer las respectivas enmiendas.
El tema ha merecido tal importancia, que los tres candidatos presidenciales, Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge A. Máynez han coincidido en solicitar aclaración al INE de la eliminación, muy probablemente temporal de algunos de ellos, de esos 39 mil mexicanos.
Pero si bien se considera, por los números divulgados por el órgano electoral, que los electores mexicanos residentes en el extranjero se circunscriben a los 220,000 aproximadamente, asumiendo que los excluidos solventen su situación, hay un segmento de residentes mexicanos, mayoritariamente en la frontera del sur de los Estados Unidos, que es superior muy probablemente a los que obran en el padrón electoral del exterior con derecho a sufragar en las elecciones mexicanas.
Si se considera que son varias decenas de millones de mexicanos que viven en los Estados Unidos y que de ellos algunos millones pueden ejercer el voto, realmente los 220 mil registrados son una pequeña minoría.
Como sucede, los gobiernos de México y los Estados Unidos y los de entidades del interior de ambas repúblicas suelen opinar sobre su respectiva frontera, pero generalmente desconocen su real problemática y complejidad.
En la franja fronteriza del sur de la Unión Americana viven miles de mexicanos, ciudadanos americanos muchos de ellos, otros residentes permanentes y también quienes tienen diversas visas de trabajo o empresariales, que optan por no registrarse para votar en el exterior y mantener su registro en México, predominantemente en las ciudades fronterizas, aunque no exclusivamente.
Prefieren no hacerlo por varias razones, entre ellas que muchos de ellos son personas activas aún en labores empresariales o profesionales en territorio mexicano, que requieren de la credencial de elector vigente por ser considerado el documento de identidad por excelencia, aceptado, cuando no requerido para diversos trámites ya que, a diferencia de Estados Unidos, la credencial o licencia para manejar no es aceptada como documento válido como identificación plena, salvo, desde luego, para probar que se pueden conducir una unidad motriz legalmente.
Otro razón es que quienes figuran en el padrón de electores mexicanos en el extranjero no pueden votar en todos los estados en los procesos locales para elegir alcaldes, diputados locales e inclusive gobernador. Entre ellos figuran muchos de los candidatos a puestos de elección popular quienes mantienen legalmente un domicilio en México, aunque vivan más tiempo en el lado americano, donde tiene sus residencias y, no es raro, que sean verdaderas mansiones. Seguramente al lector le vino a la memoria algunos de esos “políticos mexicanos”, cuyos hijos jamás han asistido a una escuela mexicana.
No contamos con los datos fidedignos para establecer un número aproximado de cuántos mexicanos en esas condiciones viven a lo largo de la frontera en los estados de Texas, Nuevo México, Arizona y California, pero prometemos tratar de investigarlo. Pero si podemos anticipar que son varios cientos de miles que pueden superar al total de registrados en e resto del exterior, que no solamente es de Estados Unidos, sino de otros países.
Esos mexicanos Sui Generis cruzan para ejercer su derecho a votar en México el día de la elección y como ésta es invariablemente en domingo, aprovechan para pasar el fin de semana previo en tierra mexicanas.
De ninguna forma es criticable que se viva en Estados Unidos y se cruce a votar. Mucho menos cuando es una muestra del interés que se mantiene por sus ciudades de origen. Y mucho menos cuando las remesas de mexicanos en el exterior son la principal fuente de divisas.
En el pasado, cuando aún no existía el derecho al voto en el extranjero, además de los que vivían en la franja fronteriza, muchos mexicanos originarios de estados como Guanajuato, Zacatecas y Michoacán, entre otros, organizaban caravanas para visitar México en el día de la elección y ejercer su derecho a votar.
Dichos estados eran socorridos por los mexicanos organizados en clubes de oriundos que hacían importantes aportaciones a la infraestructura vial o de salud, pero ese es otro tema.
Lo importante es no ignorar que muchos de los mexicanos con diferente estatus migratorio viven en la frontera estadounidense y se mantienen conectados con sus comunidades de origen en México para, no solamente votar, sino hacer valiosas aportaciones económicas y empresariales.
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