Por Andrés Oppenheimer
La campaña del presidente Donald Trump para demonizar a los mexicanos está subiendo de tono: ahora quiere convencernos de que muchos mexicanos son terroristas, calificando oficialmente a los carteles mexicanos como organizaciones terroristas.
A primera vista, parece una idea inocua, pero podría tener graves consecuencias en muchos frentes.
Trump declaró al portal digital derechista Breitbart News el 12 de marzo que está pensando “muy seriamente” en designar a los carteles mexicanos de la droga como Organizaciones Terroristas Extranjeras, lo que le daría al gobierno la capacidad de atacarlos con menos restricciones legales. El mes pasado, los legisladores republicanos Mark Green (Tennessee), y Chip Roy (Texas), habían propuesto precisamente hacer eso.
Trump puede designar a los carteles de la droga de México como grupos terroristas por orden ejecutiva, sin la aprobación del Congreso. Hay más de 60 grupos extranjeros que han sido etiquetados como organizaciones terroristas por el gobierno de Estados Unidos.
Trump podría hacer esto para complacer a muchos xenófobos que lo apoyan y para tratar de convencer a un público escéptico de que Estados Unidos debe gastar miles de millones en construir su muro fronterizo. Pero sería una pésima idea, que además de todo afectaría a la seguridad nacional de Estados Unidos.
Primero, desviaría importantes recursos humanos de las agencias de inteligencia de Estados Unidos, que a duras penas pueden combatir al Estado Islámico, Al Qaeda y otros grupos terroristas verdaderos.
El FBI, la CIA y otras agencias ya enfrentan dificultados presupuestarias para monitorear a los grupos terroristas en el Medio Oriente, que proponen abiertamente el asesinato de civiles estadounidenses. Pedir a estas agencias que comiencen a monitorear a miles de narcotraficantes mexicanos y sus familias haría que dejen de prestar la misma atención a amenazas más serias.
En segundo lugar, como reconoció el Departamento de Estado, la idea de que los carteles de la droga mexicanos están trabajando con grupos terroristas extranjeros es un mito. Un informe del Departamento de Estado publicado en septiembre concluyó que “no hay evidencia creíble que indique que los grupos terroristas internacionales hayan establecido bases en México, hayan trabajado con carteles de la droga mexicanos o hayan enviado agentes a Estados Unidos a través de México”.
En tercer lugar, los carteles mexicanos de la droga no son grupos terroristas porque no tienen una agenda política. A diferencia de las narcoguerrillas de las FARC de Colombia, los carteles mexicanos buscan dinero, no derrocar gobiernos.
Según la definición de terrorismo más usada por el gobierno de Estados Unidos, el término “terrorista” se usa para describir a organizaciones que ejercen “violencia premeditada y con motivos políticos”. Eso no es lo que hacen los carteles mexicanos. Por el contrario, lo que más quieren es que los dejen tranquilos.
Cuarto, designar a los carteles mexicanos de la droga como grupos terroristas devaluaría el significado de la palabra “terrorismo”. La mayoría de nosotros usamos ese término para describir grupos que, además de tener una agenda política, matan a civiles inocentes.
Los carteles de la droga de México ciertamente matan a civiles inocentes, pero en la gran mayoría de los casos matan a sus rivales. Si extendiéramos la definición de “terrorismo” a todos quienes causan muertes civiles, intencionalmente o no, sentaríamos un precedente para designar a cualquiera como “terrorista”.
Quinto, estigmatizaría aún más a los millones de mexicanos decentes que trabajan duramente en Estados Unidos, muchos de los cuales han servido en las fuerzas armadas, algo que Trump nunca ha hecho.
Trump ha tratado de demonizar a los mexicanos para obtener beneficios políticos desde el primer día de su campaña presidencial en el 2015, cuando dijo que la mayoría de los mexicanos “traen delincuencia” y “son violadores”.
En lugar de tratar de clasificar como terroristas a los carteles de México, Trump debería usar más recursos de inteligencia para perseguir a los terroristas verdaderos, incluidos los asesinos nacidos en Estados Unidos que mataron a civiles inocentes en una sinagoga en Pittsburgh, y en el club nocturno Pulse de Orlando, Florida.
Pero Trump no está hablando de los que murieron allí. Sólo está hablando de México, en su intento por subir el tono de su agenda política antiinmigrante con miras a las elecciones del 2020.