Por la Dra. Nancy Álvarez
Vimos en la entrega anterior que al hombre se le exige fuerza física, ser valiente, cuerpo musculoso, no llorar, aguantar dolor, no expresar emociones, ser seguro de sí mismo, autoritario y dominante… Pero nada de eso lo ayuda a la hora de formar pareja.
El éxito en una relación de pareja necesita otro masculino para funcionar, amerita que el hombre se alfabetice emocionalmente y que la mujer lo acepte como un ser humano, y no como un héroe de novela. Ya no tiene que matar dragones, ni salvar princesas, ni cazar para que ella y sus hijos coman. Su mayor amenaza es poder ser un sensible, considerado, amoroso, que no tenga que ganar siempre, que sepa trabajar en equipo y se olvide de ser el jefe. Necesitamos que los hombres pasen a ser líderes y se olviden de su cacareada fuerza masculina.
Cuando hablo de líder, me refiero a aquella persona que saca lo mejor de nosotros, que es firme pero no autoritaria, que nos ayuda a crecer, que nos escucha, nos guía y aprende de nosotros, como nosotros de él.
Walter Riso nos recuerda: “la nueva masculinidad no exige tanto. Un hombre débil puede ser tan varonil como femenina una mujer fuerte. Para ser varones no tenemos que colgarnos de los pulgares, ni rompernos la espalda levantando pesas, ni soportar estoicamente las angustias… Basta con que dejemos traslucir lo que de verdad somos, sin pretender vender una idea distorsionada de lo esencialmente masculino. Tenemos el derecho a que la natural fragilidad que anida en cada uno de nosotros haga su aparición, y a no sentir vergüenza por ello”.
Muchos hombres van a mi consulta con miedo e inseguridad por ser delgados o sensibles, llegando al colmo de no ir a la playa por no tener un cuerpo atlético. Tienen “mala suerte” con las mujeres, porque no reúnen las condiciones de “héroe rescata princesas”.
Más que ser fuerte, el hombre que sigue las “líneas” que la sociedad quiere inculcarle, termina sufriendo de tres miedos básicos. Según Walter Riso, estos son:
1) El miedo al miedo.
2) El miedo a estar afectivamente solo.
3) El miedo al fracaso.
Vivir nada tiene que ver con competir, triunfar, ganar y mandar, cosas en que estos hombres aterrados por el miedo, son expertos. Es quizás ese miedo el que los lleva a consumir alcohol y drogas, a tener una conducta peligrosa —como correr más de la cuenta en sus carros— y ser más agresivos. Por algo casi siempre mueren antes que las mujeres. El hombre, ¿sexo fuerte? Definitivamente no, gracias a Dios.