En su última columna para The New York Times, Paul Krugman reflexiona sobre el sombrío giro que ha dado el panorama político y social desde los primeros años del siglo XXI. Lo que emerge de su análisis es un diagnóstico contundente de los factores que han llevado a Estados Unidos —y a gran parte del mundo— al borde de una caquistocracia, un gobierno de los menos capacitados y que ignoran todo marco ético.
LA INSATISFACCIÓN Y EL RESENTIMIENTOS COMO FUERZAS POLÍTICAS
Krugman destaca cómo, en los años 2000, muchos estadounidenses daban por sentadas la paz y la prosperidad, un estado de optimismo que contrasta profundamente con el clima de ira y resentimiento actual. Este cambio no sólo refleja el descontento de la clase trabajadora, que se siente traicionada por las élites, sino también el enojo de sectores inesperados, como los multimillonarios y los magnates tecnológicos, que lamentan haber perdido el estatus de héroes populares que alguna vez tuvieron.
En realidad, este resentimiento se generó al final del segundo período de Obama, y se hizo evidente con el desarrollo de las redes sociales, mismo que lo notó Trump o sus asesores, menos los demócratas. Fue fundamental en la derrota de Hillary, que daba por sentado que el electorado en Wisconsin, y otros estados claves la favorecerían. No fue así. En esta última elección sucedió lo mismo, pero se hizo más evidente con el resultado que todos conocemos.
En este contexto, el ascenso de Donald Trump puede entenderse como un síntoma de un profundo descontento con la política tradicional. Para muchos votantes, Trump representa una protesta contra un sistema que sienten roto, aunque las soluciones que él ofrece sean tan vagas como destructivas.
LA CRISIS DE LAS INSTITUCIONES Y EL LIDERAZGO INCOMPETENTE
Krugman subraya que la crisis financiera de 2008 marcó un punto de inflexión, minando la confianza pública en los gobiernos, los bancos y las instituciones financieras. Desde entonces, la idea de que las élites saben lo que hacen ha perdido credibilidad. Esto ha generado un vacío de confianza que Trump y otros líderes populistas han llenado, no con competencia, sino con retórica divisiva y nombramientos de personas poco calificadas para liderar.
Este fenómeno da lugar a lo que Krugman llama caquistocracia: un gobierno dominado por los peores elementos, donde la incompetencia y la corrupción se vuelven norma.
LA MEZQUINIDAD DE LOS PLUTÓCRATAS
Un elemento sorprendente en el análisis de Krugman es el resentimiento de los multimillonarios. En lugar de mostrar humildad tras la crisis financiera, muchos de ellos han reaccionado con furia hacia cualquier crítica, incluyendo la moderada gestión de Barack Obama. Esta “mezquindad plutocrática” también se refleja en los magnates tecnológicos que, tras haber perdido su estatus de ídolos públicos, han girado hacia posturas políticas radicales y agresivas.
Krugman señala que, aunque los plutócratas disfrutan de un poder inmenso, su dinero no puede comprar algo fundamental: la aprobación y el amor público.
EL PAPEL DE LA EDUCACIÓN EN LA TOMA DE DECISIONES
Detrás de este panorama de resentimiento y fracaso institucional subyace un problema más profundo: la falta de educación política de los votantes. Sin una comprensión adecuada de cómo funcionan las instituciones y cuáles son las consecuencias de sus decisiones, los ciudadanos son vulnerables a discursos populistas que explotan sus miedos y frustraciones. Esta carencia educativa perpetúa el ciclo de incompetencia y desilusión que alimenta la caquistocracia.
¿HAY ESPERANZA?
A pesar de este sombrío panorama, Krugman sostiene que el resentimiento no puede sostener el poder a largo plazo. Eventualmente, los votantes se darán cuenta de que muchos políticos que critican a las élites son, en realidad, parte de ellas. Cuando esto ocurra, habrá espacio para líderes que hablen con sinceridad y presenten soluciones viables, aunque sean menos atractivas en el corto plazo.
Krugman concluye que quizás nunca recuperemos la confianza ciega en nuestros dirigentes, y tampoco deberíamos, nos dice. Sin embargo, enfrentarnos a la caquistocracia actual podría ser el primer paso para reconstruir un sistema más ético, funcional y justo.
CONCLUSIÓN
El artículo de Krugman es una advertencia sobre los peligros de permitir que el resentimiento y la desconfianza dominen la política. Para evitar un futuro gobernado por los peores, necesitamos ciudadanos educados, líderes responsables y un compromiso renovado con los valores fundamentales que sustentan la democracia. Gran artículo de despedida nos regala Krugman. Lo mismo con matices y adaptaciones se puede decir para México y para otras naciones. El camino de regreso será difícil, pero no imposible.