México, (EFE).- Aunque el imaginario colectivo une al grabador mexicano José Guadalupe Posada (1852-1913) a su famosa caricatura La Catrina, su trabajo va más allá de la emblemática imagen del Día de Muertos, explicó una especialista.
“Posada, en vida, fue un ilustrador, un grabador comercial que estuvo dedicado a proveer imágenes a editores e incluso al público en general, si alguien le encargaba invitaciones para un bautizo él aceptaba”, contó en entrevista con Efe Helia Emma Bonilla Reyes, doctora en Historia del Arte por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Su obra no tenía el estatus de arte, ni él tuvo el estatus de artista, ni nunca lo pretendió tener”, añadió la experta, quien recordó que Posada fue grabador, litógrafo y dibujante e instaló su taller más reconocido en la calle de Moneda, en el Centro Histórico de la capital mexicana que actualmente sobrevive como un negocio comercial.
Fue en 1912, un año antes de su muerte, cuando la emblemática imagen llamada originalmente La “Calavera Garbancera”, un esqueleto tocado con un sombrero de plumas, muy a la moda europea, fue publicada, pero ese grabado, en una placa de metal, había sido trabajado por él casi 40 años antes, en 1873.
SU TRABAJO, MÁS QUE CALAVERAS.
La imagen fue uno de sus últimos trabajos, pero Posada no llegó a verlo impreso ya que fue publicado hasta noviembre de 1913, diez meses después de su muerte.
“Cuando Posada muere (el 20 de enero de 1913) queda en el olvido y es años después, quizá décadas, cuando se va recuperar su obra”, contó la especialista.
Con una facilidad para el dibujo y el grabado, Posada se dedicó en su juventud a elaborar caricaturas e ilustraciones “netamente comerciales” como etiquetas para cigarros, cerillos (fósforos), bebidas, estampas devocionales, ilustraciones para periódicos y portadas para libros, entre otras cosas.
“Estaba lejos de ser un artista, se acercaría a lo que actualmente es un diseñador gráfico”, dijo la experta.
“Y aunque, hoy en día, lo que más conocemos son las calaveras, por el nivel de difusión y la imaginería que se publicó en los impresos populares, la obra de Posada es muchísimo más diversa y no se reduce a eso”, dijo Bonilla Reyna.
Recordó que en Ciudad de México, Posada trabajó para una infinidad de pintores y de publicaciones diversas entre sí, entre ellas una revista literaria que editaba Ireneo Paz, abuelo del Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, además de trabajar caricaturas y carteles de teatro.
Entre sus trabajos hay uno en especial, una historia ilustrada de México, para niños, que fue editada en Barcelona, España, y escrita por el periodista y novelista mexicano Heriberto Frías.
“Tiene una variedad muy grande de trabajo comercial, no de trabajo artístico, no es pintura, no es escultura, sino grabado artístico”, apuntó la especialista.
“Cuando Posada muere, los editores y sus colegas sabían quien era él pero su muerte no tuvo mayor trascendencia”, apuntó la coautora de los libros “José Guadalupe Posada: a cien años de su partida” (2012) y “Posada: recursos y estrategias de un grabador ilustrador” (2018).
DIEGO RIVERA, UN GRAN PROMOTOR
La especialista en gráfica mexicana recordó que a Posada se le reconoció muchos años después de su muerte.
“Una vez que cambian las ideas sobre lo que debería ser el arte en México es que se le revalora, pero a la vez se le transforma (…) cuando se recupera a Posada no se recupera al ilustrador y al grabador de impresos comerciales sino que su obra se reduce y se distorsiona su sentido”, apuntó.
Para la investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) la lectura que le dan el muralista Diego Rivera y sus contemporáneos “es como lo que ellos quisieran ser, es entonces que vemos una imagen de Posada que ya no tiene que ver con el grabado comercial sino una imagen de Posada como un artista militante políticamente”.
A pesar de que murió en 1913, los muralista Diego Rivera y José Clemente Orozco, según Octavio Paz, lo consideraron además de un precursor, un contemporáneo suyo. “Tenían razón. Me atreveré a decir que incluso Posada me parece más moderno que ellos”, comentó en alguna ocasión Paz.
Rivera rescata a La Catrina al plasmarla en su mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central” (1947), donde la famosa calavera aparece con su creador, José Guadalupe Posada, en una especie de homenaje y a su influencia en el arte mexicano posrevolucionario.
“A Posada hay que estudiarlo más, existen muchos aspectos que no se han abordado de su obra. Son facetas que habría que tratar de entender porque en realidad no es que él haya pensado en influir en el arte contemporáneo, es más bien que los artistas y el arte posterior lo rescatan y encuentran en su obra un valor artístico y lo transforman y lo lee de cierta manera”, finalizó.