La Organización Panamericana de la Salud acaba de hacer el escalofriante anuncio de que el número de muertes por COVID-19 en las Américas ha superado el millón, o sea casi la mitad de todas las muertes por la pandemia en el mundo. Eso me lleva a plantear una inquietante pregunta: ¿Hubo negligencia criminal por parte del ex presidente Donald Trump y los presidentes de México y Brasil por haber minimizado la pandemia?
Lo que hicieron estos tres mandatarios al negarse a usar cubre bocas y burlarse de la pandemia durante gran parte del año pasado, mucho después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificara públicamente al COVID-19 como una enfermedad mortal, probablemente llevó a muchas muertes que hubieran sido evitables.
No creo que sea casualidad que Estados Unidos, Brasil y México sean los tres países del mundo con más muertes por COVID-19. El continente americano tiene apenas el 10 por ciento de la población mundial y casi el 50 por ciento de las muertes por COVID-19 en el mundo, según datos de La Universidad Johns Hopkins.
Lo que hicieron Trump, el presidente brasileño Jair Bolsonaro y el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, al restarle importancia a la pandemia, fue mala praxis política en el mejor de los casos, y negligencia criminal en el peor.
Ya en febrero de 2020, cuando la pandemia recién comenzaba, Trump le dijo al periodista Bob Woodward en una entrevista grabada que el COVID-19 es “algo mortal” y que había optado por “minimizar” la pandemia para no asustar a la gente.
La principal preocupación de Trump no era salvar vidas, sino prevenir un colapso de la bolsa de valores que pudiera perjudicarlo en las elecciones de noviembre.
Durante varios meses, Trump siguió burlándose de quienes llevaban máscaras faciales y diciendo que la pandemia estaba a punto de acabarse.
El 17 de abril, más de un mes después de que la OMS declarara que el COVID-19 era una pandemia, Trump tuiteó “¡Liberen Michigan!”, pidiéndole a sus seguidores que se resistieran a la decisión de Michigan y otros dos estados de restringir las reuniones públicas para detener la pandemia. Para entonces, 38,000 estadounidenses ya habían muerto de COVID-19.
El 21 de septiembre, Trump afirmó que el COVID-19 “no afecta prácticamente a nadie”. Cuando dejó el cargo el 20 de enero de este año, 400,000 estadounidenses habían muerto de coronavirus, más que en ningún otro país del mundo.
En México, López Obrador también minimizó la pandemia desde el principio. Se negó a usar cubre bocas, dijo que los mexicanos debían abrazarse sin temor al contagio, y que él se protegía del coronavirus llevando amuletos religiosos.
En Brasil, Bolsonaro también se burló repetidamente de las recomendaciones de los científicos de usar máscaras faciales y expresó su escepticismo sobre las vacunas COVID-19. Quizás, no sea sorprendente que los tres amigos – Trump, Bolsonaro y López Obrador – se contagiaron del virus.
Muchos expertos legales dicen que sería difícil condenar a Trump por negligencia criminal. Los fiscales tendrían que demostrar un vínculo directo entre las palabras de Trump y la muerte de una víctima específica, lo que sería difícil de establecer. Otros expertos legales dicen que Trump podría ser objeto de demandas civiles en busca de daños monetarios.
Pero dudo que nada de esto tenga éxito. Lo que quizás sea la mejor solución sería una censura del Congreso, o crear una Comisión de la Verdad bipartidista dirigida por una figura ampliamente respetada para establecer qué cosas se hicieron mal, y quién fue el responsable. Después de todo, hubo muchos más estadounidenses muertos de COVID-19 de los que murieron peleando en la Segunda Guerra Mundial.
No sabemos cuántas de los muertes por COVID-19 se debieron a la negligencia política de los presidentes que minimizaron la pandemia. Pero les debemos a los fallecidos asegurarnos de que ningún futuro presidente niegue la ciencia y minimice una pandemia.