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Friday, November 29, 2024
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El ministerio de ‘Asuntos Ultraterrestres’ de Nicaragua

El dictador de Nicaragua, Daniel Ortega, ha anunciado su intención de crear una “Secretaría Nacional para Asuntos del Espacio Ultraterrestre, la Luna y otros Cuerpos Celestes”. A mucha gente le parece divertido que uno de los países más pobres del mundo se ocupe de temas celestiales, pero el asunto no tiene nada de gracioso.

La iniciativa de Ortega es parte de una creciente tendencia de dictadores latinoamericanos a sacar de la galera propuestas extravagantes para desviar la atención pública de sus brutales violaciones a los derechos humanos.

Ellos quieren que el mundo los vea como dictadores tropicales, casi divertidos, en lugar de mirarlos como tiranos sangrientos. Quieren ser vistos como los exóticos autócratas de las novelas de Gabriel García Márquez, más que como represores que asesinan a sus opositores.

Ortega envió al congreso su propuesta de crear la nueva Secretaría de Asuntos del Espacio Ultraterrestre el 28 de enero. El texto dice que Nicaragua necesita esta secretaría gubernamental “para la defensa de intereses supremos nacionales y la búsqueda de oportunidades que como país debemos aspirar”.

Como era de esperarse, las redes sociales de Nicaragua se llenaron de memes burlándose de la más reciente ocurrencia de Ortega.

Un amigo nicaragüense me envió un meme con una foto trucada de Ortega y la vicepresidente Rosario Murillo —la esposa del presidente y según muchos la que maneja el país— vestidos como los protagonistas de la serie de televisión “Perdidos en el Espacio”. Otro meme muestra una foto de Ortega y Murillo disfrazados de Luke Skywalker y la Princesa Leia, de las películas de Star Wars, listos para una batalla intergaláctica.

Esta no es la primera vez que Ortega es noticia con un proyecto ultraterrestre. En 2012, anunció la construcción del satélite Nicasat-2, que dijo sería “el primer satélite centroamericano”. Nunca se materializó.

Al igual que Ortega, el dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, periódicamente hace anuncios disparatados. Hace pocos días, el 24 de enero, Maduro anunció que Venezuela había inventado unas “gotitas mágicas” que supuestamente eliminan el COVID-19. Las redes sociales explotaron de risa.

Juan Sebastián Chamorro, uno de los principales líderes de la oposición nicaragüense, me dijo que la nueva Secretaría de asuntos ultraterrestres puede haber sido una idea Murillo. “Ella es muy esotérica”, me señaló.

Pero, más probablemente, es un intento por cambiar el tema de la conversación de las últimas medidas represivas del régimen, me dijo Chamorro.

Ortega, quien gobierna desde 2007 a pesar de una ley que le prohibía reelegirse, debe convocar elecciones presidenciales el 7 de noviembre. Se ha mantenido en el poder hasta ahora cambiando la Constitución para poder reelegirse y cometiendo fraudes electorales.

En 2018, al menos 325 personas murieron, la mayoría de ellas a manos de los escuadrones de la muerte de Ortega, en protestas masivas contra el gobierno, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

En una entrevista de 2018 en su casa en Managua, Ortega me dijo con cara de piedra que las organizaciones de derechos humanos estaban “inventando” las cifras de muertos, y ofreció un diálogo con la oposición.

Sin embargo, desde entonces Ortega no ha hecho más que extender unilateralmente sus poderes. En diciembre, aprobó una ley que le permite declarar a los líderes de la oposición “traidores a la patria” y prohibirles presentarse a las próximas elecciones.

Otra ley reciente otorga al régimen poderes extraordinarios para arrestar a las personas que critican al gobierno en las redes sociales.

“Han pasado muchas cosas muy serias en las últimas seis semanas”, me dijo Chamorro. “Esta idea de crear una secretaría de asuntos ultraterrestres puede ser un intento de desviar la atención de las últimas medidas”.

Efectivamente, no deberíamos tomar a la risa lo que está pasando en Nicaragua. Las democracias de todo el mundo deberían exigirle a Ortega que permita elecciones libres, con autoridades electorales independientes y observadores internacionales creíbles. Y si Ortega no lo permite, el mundo debería responder con sanciones cada vez más severas.

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