La buena noticia es que la economía latinoamericana se recuperará mucho antes de lo esperado, principalmente por un aumento de las importaciones de Estados Unidos y China. La mala noticia es que las tendencias políticas probablemente arruinarán la próxima recuperación económica.
La economía mundial crecerá un 5,8 por ciento este año, mucho más que la estimación anterior del 4,2 por ciento, según un nuevo informe de la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo (OCDE). El crecimiento económico mundial será una gran ayuda para los países exportadores de materias primas y productos manufacturados de la región.
México crecerá un 5 por ciento este año, Brasil un 3,7 por ciento, Argentina un 6,1 por ciento, Colombia un 7,6 por ciento y Chile un 6,7 por ciento, según la OCDE.
Aunque algunos economistas habían pronosticado que la región tardaría hasta una década en recuperarse de la depresión económica producida por la pandemia, la OCDE ahora pronostica que el rebote será mucho más rápido. Es probable que Brasil alcance su tasa de crecimiento per cápita pre-pandemia a mediados del 2022, México a fines de 2023 y Argentina a fines de 2026, dice la OCDE.
Pero, a medida que sus economías se recuperan, varios países están cometiendo un suicidio político.
En Perú, el candidato de extrema izquierda Pedro Castillo estaba primero en las encuestas unos días antes de las elecciones presidenciales del 6 de junio. Aunque ha moderado su plataforma política en las últimas semanas, el plan de gobierno que presentó Castillo a principios de este año dice que su partido es “de izquierda socialista” y que “para ser de izquierda se necesita abrazar la teoría marxista”. Incluso si pierde, Castillo será una fuerza política importante en el país.
En las elecciones intermedias de México del 6 de junio, el presidente populista Andrés Manuel López Obrador podría reformar la constitución si obtiene una mayoría de dos tercios en el Congreso. Si obtiene esa mayoría absoluta, podría sentirse envalentonado para escalar sus ataques diarios contra las instituciones independientes y los medios. México podría convertirse en un país cada vez más autoritario.
En Colombia, el ex alcalde de Bogotá y ex guerrillero del M-19 Gustavo Petro lidera las encuestas para las elecciones de mayo de 2022. Altos funcionarios del gobierno de centro-derecha de Colombia lo describen como un izquierdista radical que gradualmente instalaría una dictadura como la de Venezuela en Colombia.
En Chile, la economía más próspera de América Latina en las últimas décadas, los candidatos de izquierda y anti-sistémicos ganaron la mayoría de las bancas en las elecciones del 16 de mayo para elegir a los miembros de una asamblea constituyente que redactará una nueva Constitución.
En Argentina, el presidente Alberto Fernández ha dado un vuelco radical en su política exterior. Entre varias otras cosas, Fernández retiró oficialmente la petición de Argentina ante la Corte Penal Internacional para que se investigue al régimen de Venezuela por las cerca de 7.000 muertes a manos de fuerzas paramilitares durante las protestas antigubernamentales de 2018 y 2019.
Existe un peligro real de una nueva ola de populismo en la región, alimentada por un nuevo auge de las materias primas. Como pasó a principios de los años ochentas y a mediados de la década del 2000, es muy posible que los líderes populistas dilapiden los nuevos ingresos de sus países en subsidios masivos, en lugar de usar el dinero para tratar de diversificar sus exportaciones e invertir en educación de calidad, salud y carreteras que produzcan crecimiento a largo plazo.
Y es muy probable que esta nueva bonanza de las materias primas se les suba a la cabeza, como ocurrió tantas veces antes. Eso hará que se vuelvan cada vez más autoritarios, violen aún más el estado de derecho, y provoquen nuevas estampidas de inversionistas locales y extranjeros, aumentando la pobreza en sus países.
Si la historia reciente de Venezuela ha demostrado algo, es que incluso los países más bendecidos por las bonanzas de las materias primas pueden caer rápidamente de estar entre los más ricos del mundo a los que tienen mayores índices de pobreza. Esto puede suceder una vez más, y en varios países.