Cuando el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, anunció recientemente que cambió el nombre de su empresa a Meta, porque operará en el Metaverso, muchos medios no se percataron de la parte más importante de la historia: el hecho de que la nueva compañía será parte de una nueva tendencia tecnológica que cambiará el mundo.
El Metaverso, o meta-mundo, o X-verso, o como se termine llamando, es el nuevo mundo de realidad virtual y realidad aumentada que reemplazará al Internet tal como lo conocemos. Según me dicen varios gurús de la tecnología, el Internet multidimensional cambiará – para bien y para mal – nuestras vidas, nuestros trabajos y la economía mundial.
En primer lugar, hay muchas compañías de Internet además de Meta, incluidas Microsoft, Sony, Google y Apple que están trabajando a toda velocidad para crear universos digitales multidimensionales. No habrá un solo Metaverso, sino tantos millones de metaversos como ahora existen sitios de Internet.
Podrás crear tu propio meta-universo e invitarme a sentarme virtualmente en tu oficina, y podremos caminar juntos digitalmente desde allí a cualquier otro lugar.
Todo esto lo haremos con los anteojos de realidad virtual que hoy en día son grandes y pesados – como eran los primeros celulares – pero que pronto se parecerán a gafas comunes, y quizás más tarde serán reemplazados por chips en nuestras cabezas. Sí, ya sé, suena aterrador, y probablemente es.
En segundo lugar, la transición a un mundo digital multi-dimensional probablemente comenzará con la industria de la música y el deporte, y después pasará a la producción de bienes digitales.
Podremos ver conciertos o conferencias con realidad virtual o realidad aumentada, en lugar de verlos en una pantalla plana. Y más tarde, podremos fabricar productos digitales. Un ingeniero en Alemania podrá teletransportarse a una fábrica en México y mostrarle a sus trabajadores cómo reparar una máquina rota, o viceversa.
En segundo lugar, el metauniverso llevará a la producción de cada vez más bienes virtuales, incluida la ropa digital.
A medida que la economía se mueve cada vez más del mundo físico al mundo virtual, participaremos en reuniones de trabajo virtuales o iremos a una cena de gala virtual estando en nuestras casas en pijama, pero vestidos con ropa digital. Algunas empresas de ropa de lujo ya están vendiendo vestidos y accesorios digitales.
En tercer lugar, es probable que la producción de bienes digitales multidimensionales amplíe la brecha tecnológica entre los países ricos y pobres.
Vivek Wadhwa, un futurólogo de Silicon Valley que ha escrito varios libros sobre las próximas tecnologías, me dijo que el hecho de que el Metauniverso permitirá que las personas trabajen desde cualquier lugar del mundo podría ser una gran oportunidad para que América Latina reemplace a China como la fábrica del mundo.
Pero agregó que así como América Latina se perdió la oportunidad de convertirse en la oficina de soporte administrativo del mundo cuando apareció el Internet, puede perder la oportunidad de convertirse en la fábrica del mundo con el Metaverso.
“El problema no es la tecnología”, dijo Wadhwa. “El problema es la falta de visión y capacidad de América Latina para aprovechar las oportunidades”.
Cuando le pregunté a Rony Abovitz, el fundador de la empresa de realidad aumentada Magic Leap qué le recomendaría a los presidentes latinoamericanos, me dijo que les aconsejaría que construyeran una buena infraestructura de Internet rápida, enseñen a los niños de sus países a codificar, y ayuden a que sus empresas encuentren un lugar en las nuevas cadenas de suministro de productos digitales.
Si no se suben a esta ola ahora, “empezarán a parecerse cada vez más a Afganistán”, agregó.
Eso puede sonar demasiado dramático, pero tiene algo de cierto. Nos guste o no, la transición al mundo digital multidimensional va a suceder. Las empresas que están invirtiendo miles de millones de dólares en el Metaverso no se van a detener, así como no se detuvieron con la construcción del Internet en la década de 1990.
El Metaverso probablemente tardará entre diez y quince años en convertirse en una realidad cotidiana. Pero sucederá, y los países que no se preparen desde ahora se van a quedar atrás.