Desafíos legales y culturales en clínica de abortos en frontera sur de Texas

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Imagen de archivo que muestra una sala de procedimientos para abortos. EFE/TROY SWANSON

Por Colleen DeGuzman
McAllen, (TX), (KHN vía EFE).- Verónica Hernández, gerente de Whole Woman’s Health de McAllen, Texas, lleva mucho tiempo preocupada por las pacientes que ve entrar por la puerta principal de la clínica.
Ahora, sin embargo, su preocupación se centra en las que no ve.
Una ley de Texas que entró en vigencia en septiembre pasado prohíbe los abortos después de que se detecta actividad cardíaca en el embrión, generalmente a las seis semanas de embarazo, y se considera la legislación más restrictiva del país.
La ley, que hasta ahora la Corte Suprema se ha negado a bloquear, no hace ninguna excepción para las víctimas de violación o incesto, y no pide a los funcionarios públicos que la hagan cumplir. En cambio, permite a ciudadanos y grupos privados demandar a cualquier persona que haya proporcionado un aborto o ayudado a alguien que busca un aborto en Texas.
Si los ciudadanos privados ganan el caso, tienen derecho a una indemnización de al menos 10.000 dólares.
Desde que se aprobó la ley, las clínicas en todo el estado han experimentado un efecto escalofriante: realizan cada vez menos abortos.
La clínica de McAllen ha visto una caída del 35% en pacientes desde que la ley entrara en vigor, y como el último centro de aborto que queda a lo largo de la frontera entre Texas y México, la ley lo coloca en una situación diferente a la de otros. “No sé a dónde van esas mujeres o qué están haciendo en su lugar”, dijo Hernández.
Eso se debe a que el área a la que presta servicio en Texas es la que está más lejos de cualquier otra clínica de abortos en otro estado y, al mismo tiempo, también es la más cercana a México, a menos de una hora en auto, donde el aborto fue despenalizado en septiembre.
Una semana después de que se promulgara la ley que restringe el aborto en Texas, la Corte Suprema de Justicia de México anuló una ley del estado de Coahuila que tipificaba el aborto como delito.
A Hernández le preocupa que pacientes que alguna vez acudieron a su clínica ahora viajen a México para someterse al procedimiento o a un aborto con medicamentos, que por lo general implica tomar una combinación de mifepristona y misoprostol, fármacos que inducen el aborto. Le preocupa que las pacientes no reciban la atención adecuada.
“Lo que hemos oído decir a las pacientes es que simplemente van a la farmacia en México, que es literalmente solo entrar, y el farmacéutico les da la medicación”, dijo.
El misoprostol, inicialmente aprobado como medicamento para úlceras, está disponible allí sin receta médica. La mifepristona no. Así que a veces la gente se conforma solo con misoprostol, que todavía puede ser eficaz para terminar un embarazo, aunque menos cuando se toma solo.
Por ejemplo, un aborto con medicamentos se completa el 92% de las veces cuando se toman juntos misoprostol y mifepristona. Esa tasa cae alrededor del 60% solo con misoprostol.
Algunas mujeres, dijo Hernández, regresan a la clínica de McAllen sin saber si recibieron los medicamentos correctos y si funcionaron. Otras vienen porque experimentan sangrado excesivo y calambres.
McAllen es parte del Valle del Río Grande, los cuatro condados en el extremo sur de Texas. La región, cubierta de exuberantes plantaciones de cítricos y altos campos de caña de azúcar, es el hogar de una comunidad hispana orgullosa y fuertemente católica de casi 1,4 millones de personas.
La zona también está muy desatendida desde el punto de vista médico, con alrededor de un tercio de los residentes viviendo por debajo del nivel de pobreza y cerca del mismo número sin seguro de salud.
La vida fronteriza aquí es vibrante, y es común que las personas crucen a México por todo tipo de razones. La gente viaja para visitar a familiares y amigos, por pan dulce y tortillas, y por atención médica. Los aparatos para los dientes y los antibióticos, por ejemplo, son mucho más baratos al sur de la frontera.
Durante los últimos meses, estima Hernández, alrededor de seis de las 25 pacientes que, en promedio, acuden semanalmente a la clínica de Whole Woman descubrirán que han pasado la sexta semana de embarazo. Si quieren un aborto, les espera un viaje de 800 millas hasta la clínica fuera del estado más cercano, en Nuevo México, o un viaje rápido de un día a México.
“Dicen que simplemente prefieren ir a México”, dijo Hernández. Pero ella le ruega a las pacientes que se queden con Whole Woman’s Health y que les dejen ayudarlas a organizar un aborto en otra clínica en los Estados Unidos. Ahora se están utilizando más recursos de la clínica para coordinar viajes y alojamiento, explicó.
Pero sus pacientes tienden a desconfiar de viajar a otros estados, dijo Hernández, quien ha trabajado en Whole Woman ‘s Health de McAllen durante 12 años. Muchos de los que vienen a la clínica le dicen que nunca han estado en otro lugar que no sea el Valle y México. E incluso para aquellos que lo han hecho, México les resulta aún más familiar, indicó.
Las profundas raíces religiosas en la cultura del Valle también complican la decisión de muchas embarazadas, dijo Carla Angulo-Pasel, profesora asistente de Ciencias Políticas en la Universidad de Texas-Rio Grande Valley. La ley de Texas ha hecho que sea casi imposible abortar con discreción.
“La Iglesia y la religión están realmente arraigadas en la cultura aquí”, dijo Angulo-Pasel. “Dado el conservadurismo social, dadas las raíces tradicionales, hay mucho patriarcado aquí abajo”, y la “cultura machista” es una complicación adicional. “Muchas mujeres sienten vergüenza y miedo de venir”.
Recientemente, una mujer de 26 años en el condado Starr del Valle fue arrestada y acusada de asesinato por lo que informes de prensa llaman un aborto autoinducido.
Después de pasar tres días en la cárcel, Lizelle Herrera fue puesta en libertad y los funcionarios del condado anunciaron que tenían la intención de desestimar el caso. Los informes de prensa señalaron que, en general, bajo la ley de Texas, una persona embarazada no puede ser acusada de homicidio o cualquier otro delito menor relacionado con un aborto. Los cargos generalmente se centran en quien lo practica.
La clínica en McAllen necesita satisfacer las necesidades de personas de muchos orígenes y situaciones, señaló Hernández.
Es común que las mujeres que no son ciudadanas busquen ayuda en la clínica. Alrededor de 100.000 personas que se encuentran en el país sin documentación legal viven en el condado de Hidalgo, el condado más grande del Valle, que incluye a McAllen.
Algunos residentes se sienten confinados en la zona porque a solo una hora en auto hacia el norte se encuentra un puesto de control de la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos, en la ciudad de Falfurrias, Texas. La clínica también atiende a inmigrantes, incluidas adolescentes, de Centroamérica que fueron violadas en su camino hacia el norte, explicó Hernández.
En línea con los valores de la clínica, en un lado del edificio en el centro de McAllen, hay un mural con las palabras “Dignidad”, “Empoderamiento”, “Compasión” y “Justicia” estampadas sobre imágenes de mujeres latinas en campos de cactus y agave, apoyándose unas a otras.
Pero la realidad en este momento es frustrante. “No nos sentimos inútiles, sino desesperanzados por no poder ayudar a algunas personas, sabiendo que necesitan ayuda”, advirtió Hernández.
KHN (Kaiser Health News) es la redacción de KFF (Kaiser Family Foundation), que produce periodismo en profundidad sobre salud. Es uno de los tres principales programas de KFF, una organización sin fines de lucro que analiza la problemática de salud y salud pública de la nación.
Versión original en inglés: https://bit.ly/3L2BTfv

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