No hay duda de que el presidente derechista de Brasil, Jair Bolsonaro, logró muchos más votos de lo que se esperaba en la primera vuelta electoral del pasado domingo 2 de octubre, y que su campaña se ha fortalecido. Sin embargo, me sorprendería si logra ganarle al ex presidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva en la segunda vuelta del 30 de octubre.
No lo digo basado en las encuestas, porque las encuestas se equivocaron en grande en la primera ronda. Las principales empresas encuestadoras habían pronosticado que Lula ganaría por un margen de casi 15 puntos porcentuales, y que incluso podría superar el 50% que necesitaba para ganar en la primera vuelta.
En cambio, Lula ganó con el 48.4% de los votos contra el 43.2% de Bolsonaro, y los candidatos restantes obtuvieron el 8.6% restante.
Tanto Lula como Bolsonaro tienen una enorme cantidad de municiones para atacarse mutuamente.
Bolsonaro ha sugerido que quizás no acepte una derrota electoral, lo que genera fundadas dudas sobre sus credenciales democráticas, y los grupos ambientalistas lo acusan de estar destruyendo el Amazonas. Lula, a su vez, presidió uno de los gobiernos más corruptos de la historia de Brasil, y él mismo pasó 580 días preso por cargos de corrupción antes de ser absuelto por la Corte Suprema.
Independientemente de lo que digan las encuestas en los próximos días, las matemáticas están del lado de Lula. El ex presidente sólo necesitará ganar un 1.6% adicional de votantes en la segunda vuelta, mientras que Bolsonaro necesitaría aumentar su apoyo en casi un 7%.
Además, no se espera que los candidatos que salieron en tercer y cuarto lugar en la primera vuelta apoyen a Bolsonaro en la segunda vuelta.
La empresa consultora de riesgo político Eurasia pronostica que hay un 65% de posibilidades de que Lula gane en la segunda vuelta.
Los partidarios de Bolsonaro dicen que los expertos se equivocaron en la primera vuelta, y se siguen equivocando ahora.
En primer lugar, afirman, Bolsonaro ahora es visto como un ganador, aunque haya salido en segundo lugar en la primera ronda. Eso podría ayudarlo a obtener más votos de entre la gente que no salió a votar el 2 de octubre.
En segundo lugar, Bolsonaro se beneficiará del apoyo de funcionarios clave como el recién reelegido gobernador de Minas Gerais, el segundo estado más poblado del país. Romeu Zema, el gobernador del estado, dijo el lunes que apoyará a Bolsonaro en la segunda vuelta.
En tercer lugar, una economía en alza puede ayudar a Bolsonaro en las próximas semanas, señalan. Se espera que la economía brasileña crezca entre 2.9% y 3.2% este año, y el desempleo ha caído por debajo del 9% por primera vez en siete años.
“La mayoría de los comentaristas piensa que los dos candidatos tienen un 50% de posibilidades de ganar”, me dijo el ex embajador brasileño en Washington, Rubens Barbosa. “Pero yo sigo pensando que va a ganar Lula, porque Bolsonaro necesitaría crecer entre ocho y nueve millones de votos, y eso va a ser muy difícil de lograr”.
Si Lula gana la segunda vuelta, podría tener que gobernar con un Congreso de oposición. El Partido Liberal, que apoya a Bolsonaro, ganó 99 de las 513 bancas de la Cámara Baja, y ahora será el bloque individual más grande en el Congreso.
Pero, en el caso que Lula gane, el Congreso actuaría más como un freno para las políticas económicas del nuevo gobierno que para su política exterior.
“Hay un consenso de que el Congreso brasileño tiene poca influencia en la política externa”, me dijo Anthony W. Pereira, director del Centro Latinoamericano y Caribeño Kimberly Green de la Universidad Internacional de Florida. “La tendencia del Congreso es dejar los temas de política exterior al ministro de Relaciones Exteriores, porque el legislador típico cree que hablar de política externa no le rinde votos”.
No se puede descartar que Lula cometa un grave error antes de la segunda vuelta electoral el 30 de octubre, o que Bolsonaro se beneficie de nuevas noticias económicas que impulsen su candidatura. Pero, hoy por hoy, salvo sorpresas, lo más probable es que Lula gane.