Quienes crean que el expresidente Trump fue cruel al separar a los niños pequeños de sus padres indocumentados en la frontera deberían ver lo que está haciendo su probable principal rival en las elecciones primarias republicanas, el gobernador de Florida, Ron DeSantis. Es igual de despiadado, o peor.
DeSantis está tratando de posicionarse a la derecha de Trump en temas como la cacería de inmigrantes, la prohibición del aborto, y la facilidad de obtener armas. El gobernador sabe que quienes tienden a votar en las elecciones primarias son los sectores más extremistas de su partido, y está tratando de captar a esa clientela.
No me extrañaría que la inmigración sea su principal tema de campaña, y que las primarias republicanas serán una competencia entre Trump y DeSantis para ver cuál de los dos es el más agresivo contra los indocumentados.
Con el desempleo en Estados Unidos en sólo un 3,4 por ciento, su cifra más baja en más de 60 años, y la inflación comenzando a bajar, a Trump y DeSantis no les quedan muchos otros temas que explotar a su favor. Sus posturas radicales contra el aborto y a favor de las armas no son muy populares entre los votantes moderados.
Así que los candidatos republicanos están poniendo cada vez más esperanzas en crear una histeria colectiva sobre una supuesta “invasión” de indocumentados. En realidad, a pesar de un aumento reciente, los inmigrantes, tanto legales como indocumentados, representan alrededor del 13,7 por ciento de la población, menos que hace cien años, según el Centro de Investigación Pew.
Además, contrariamente a lo que nos quieren hacer creer Trump y DeSantis, Estados Unidos necesita urgentemente más inmigrantes, por razones demográficas y económicas. La población está envejeciendo rápidamente y el país pronto no tendrá suficientes trabajadores jóvenes para subvencionar las jubilaciones de quienes se retiran.
DeSantis, quien se espera anunciará formalmente su candidatura en estos días, firmó el 10 de mayo lo que orgullosamente describió como “la ley contra la inmigración ilegal más dura del país”.
La ley estatal, que entrará en vigor el 1 de julio, requiere que los hospitales de Florida pregunten a los pacientes sobre su estatus migratorio y reporten sus datos a las autoridades estatales. Muchos indocumentados tendrán miedo de ir a los centros de atención médica por temor a ser deportados, con gran riesgo para su salud.
La nueva ley de Florida también estipula que los familiares o amigos que lleven inmigrantes indocumentados a un hospital, o la escuela, pueden ser acusados de traficantes de personas. También obliga a las empresas con 25 o más empleados a usar el sistema electrónico E-Verify para verificar el estado migratorio de todos sus trabajadores.
Yesica Ramírez, organizadora comunitaria de la Asociación de Trabajadores Agrícolas de Florida, me dijo que muchos indocumentados “ya se están yendo o están pensando en irse” a otros estados.
Todo esto también está generando pánico en la comunidad de negocios. Las industrias de la construcción, restaurantes, hotelería y agricultura de Florida dependen en gran medida de trabajadores indocumentados.
Ya hay una escasez de trabajadores para cubrir las vacantes existentes. Según la Cámara de Comercio de Florida, sólo hay 61 personas desempleadas en Florida para cubrir cada 100 puestos vacantes en el estado.
Samuel Vilchez Santiago, director estatal de Florida de American Business Immigration Coalition, ABIC, me dijo que “Si muchos migrantes se van, las empresas pagarán el costo, y los consumidores vamos a terminar pagando más por la comida, la vivienda, y casi todo lo demás”.
Trump, quien alimentó la histeria anti-inmigrante cuando afirmó falsamente en 2016 que la mayoría de los migrantes mexicanos son delincuentes y violadores, probablemente intentará sonar tan despiadado contra los migrantes como DeSantis. Ambos compiten por la misma franja del ala racista de su partido.
Y ni Trump ni DeSantis podrán argumentar que sólo se oponen a la inmigración “ilegal”, porque ninguno de ellos ha apoyado las propuestas para una reforma migratoria integral, que aumente los controles fronterizos y permita un aumento muy necesario en la inmigración legal.
En resumen, tanto Trump como DeSantis están satanizando a los indocumentados latinoamericanos para sus propios fines electorales. Lo gracioso es que su duelo por ver quién es el más cruel contra los indocumentados podría terminar ayudando a reelegir al presidente Biden.
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