Costa Rica salió clasificada como el país más feliz de América Latina en el Reporte Mundial de la Felicidad de 2023. Pero la llegada masiva de refugiados de Nicaragua, Venezuela, Cuba, Haití, Rusia y Ucrania, entre otros factores, está creando crecientes problemas en este paraíso regional.
El presidente Rodrigo Chaves, un ex economista del Banco Mundial que acaba de cumplir su primer año en el cargo, me reconoció en una entrevista esta semana que “la situación se nos está saliendo de las manos “.
Costa Rica ya tiene alrededor de 1 millón de inmigrantes, lo que representa alrededor del 20 por ciento de su población de 5,1 millones, me dijo.Y diariamente llegan nuevos exiliados de Nicaragua, Venezuela y Cuba.
“Hemos sido un país abierto. (Pero) a estos migrantes les damos educación, salud y seguridad social”, dijo Chaves. “Eso nos está costando mucho dinero.”
Chaves me dijo que “Costa Rica quiere seguir siendo un ciudadano global, responsable, amistoso, que protege los derechos de las personas. Pero esto es un problema global y no sólo nosotros tenemos que asumir la factura. Los países receptores de migración, los Estados Unidos y Canadá especialmente, deberían ayudarnos más”.
Si ustedes han visitado Costa Rica, probablemente saben por qué ocupa un lugar tan alto en los rankings internacionales de felicidad.
Costa Rica ha sido desde hace mucho un oasis de democracia y estabilidad en una región convulsionada. El país se enorgullece de haber abolido su ejército en 1948 y de ser uno de los más ecológicos del mundo. Su gente se saluda diciendo “Pura vida”, algo que se puede traducir como “vida sencilla” o “tómalo con calma”.
Pero la economía costarricense se ha estancado en los últimos años, y la tasa de homicidios alcanzó un récord histórico el año pasado, principalmente debido a las guerras entre bandas de narcotraficantes.
Y la afluencia de refugiados está agotando los recursos de Costa Rica. Según me calculó el presidente, los gastos en servicios para los migrantes le están costando al país entre 200 y 300 millones de dólares al año.
Mientras que Estados Unidos le ha dado 800 millones de dólares a Colombia para ayudar a hacer frente a la ola de migrantes venezolanos allí, Costa Rica recibió una pequeña fracción de eso, me dijo Chaves.
Y la reciente decisión del Presidente Biden de endurecer las reglas migratorias exigiendo que los solicitantes de asilo hagan sus peticiones en terceros países, o sea antes de entrar en Estados Unidos, empeorará aún más la situación.
Los migrantes tendrán que esperar sus visas estadounidenses en Costa Rica u otros países, y eso “nos pone presiones adicionales”, me dijo Chaves.
Manuel Orozco, analista centroamericano del grupo Diálogo Inter-Americano con sede en Washington y crítico frecuente de Chaves en temas internos, dice que el presidente tiene razón respecto al impacto de las nuevas reglas de asilo de Estados Unidos.
“Durante los próximos seis meses, la acumulación de refugiados en Costa Rica va a ser un desastre”, me dijo Orozco.
Orozco dice que, además de darle más ayuda a Costa Rica para los refugiados, Estados Unidos debería imponer sanciones económicas escalonadas contra la dictadura de Nicaragua. Nicaragua es la mayor fuente de inmigrantes a Costa Rica, y un país en el que Washington todavía tiene una gran influencia económica.
El dictador nicaragüense Daniel Ortega recientemente despojó a 94 de los principales opositores del país de su ciudadanía. Ortega se re-eligió fraudulentamente en 2021, después de que sus escuadrones de la muerte mataran a más de 300 manifestantes en protestas callejeras en 2018.
A pesar de todo eso, las exportaciones de Nicaragua a Estados Unidos se dispararon de $3,200 millones en 2017 a $5,700 millones en 2022, según del Censo de Estados Unidos.
Un estudio reciente del Diálogo Interamericano escrito por Orozco pide sanciones graduales de Estados Unidos a los industriales del sector textil y minero aliados del régimen en Nicaragua por no cumplir con las disposiciones laborales del tratado de libre comercio CAFTA.
En efecto, quizás sea hora de aumentar las sanciones contra Ortega y sus amigos. Ya no se trata sólo de un problema interno por la brutal represión del régimen de Ortega, sino de una crisis de refugiados que está afectando a los países vecinos, y poniendo en riesgo la felicidad de Costa Rica.
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