Como en pocas ocasiones la región del Valle de Texas y su zona conurbada del norte de Tamaulipas ha sido centro de la atención internacional, y no lo es precisamente por algunos de sus múltiples méritos en materia económica, de producción o intercambio comercial que son dignos de realce y, en algunos casos únicos.
Lo es por el flujo hasta ahora irrefrenado de miles de personas procedentes de diversas partes del mundo, pero principalmente de América Central, que han logrado encontrar un acceso a la Unión Americana donde esperan cristalizar el llamado sueño americano.
Adultos, menores no acompañados, unidades familiares y menores con compañía, como son clasificados tras arribar a tierras texanas para entregarse a la Patrulla Fronteriza, sin más argumento que supuestas persecuciones o maltratos sufridos en sus países de origen que los obliga, arguyen, a abandonar su país en busca de asilo en tierras estadounidenses.
Pese a que expresan vivir en un estado de miseria en sus lugares se origen, lo cual no sería de dudarse, es contradictorio que se den testimonios de pagos que van de los tres a los ocho mil dólares, dependiendo de donde vengan, para ser trasladados hasta el país de sus sueños, lo cual se ve frustrado en ocasiones por los abusos de lo que son objeto.
Pero sin menosprecio de quienes esperan encontrar un mundo con mejores oportunidades, lo cual no es criticable, ingresan en forma indocumentada donde se les acoge, brinda protección, si se quiere con insuficiencia por la enorme como intempestiva demanda, pero no dejan de ser personas que tendrán que probar un temor fundado para recibir asilo, sin que necesariamente cuenten con alguna calificación laboral que les permita integrarse a la producción y tendrán que trabajar, si son aceptados finalmente para permanecer en el país de sus sueños en, con algunas excepciones, en las actividades más inferiores en la escala laboral.
Pero en gran contraposición se encuentran cientos de miles, millones casi seguro, que ingresaron al país en forma legal, solicitaron una visa de trabajo que les fue concedida gracias a su calificación que va desde el nivel técnico hasta el de licenciaturas, maestrías y doctorados, algunos de ellos con un altísimo nivel y funciones vitales en las empresas donde laboran, a quienes no se les da la opción de obtener la residencia permanente y tienen que renovar indefinidamente sus visas a fin de mantenerse en el país y poder sostener a su familia que, en muchos de los casos, sus miembros ven a los Estados Unidos como su propio país.
Algunas de esas visas, hay que decirlo, fueron concedidas como consecuencia del entonces Tratado de Libre Comercio, hoy TMEC o USMAC, sin que parezca que exista hasta ahora la intención de que México solicite la intervención de la Casa Blanca o el Congreso de EU para que se les brinde, en un acto de verdadera justicia, la oportunidad de obtener una residencia permanente, que es la senda hacia la ciudadanía.
Si se espera que ocurra una reforma migratoria integral, hasta ahora, fuera de autorizarse visas para los soñadores o los trabajadores agrícolas en la Cámara Baja, que encuentran un difícil camino para su aprobación en el Senado, no parece que se vaya a avanzar mucho en ese sentido. Ojalá esta apreciación sea equivocada y otra cosa ocurra.
REBOTES
Aquello de que nadie es profeta en su tierra, opera muy bien para el Dr. en Educación Alfredo Cuéllar, originario de Matamoros, quien con una larga trayectoria académica internacional imparte cursos de lo que se ha denominado “Micropolítica”, como ciencia emergente que contribuye a entender las interrelaciones políticas y capacita para un mejor desempeño a todos los niveles en la administración pública, las organizaciones sindicales y políticas e, inclusive, en las empresas privadas.
Cuéllar tiene el mérito de ser el primer mexicano que tuvo el honor y privilegio de impartir cátedra en la Universidad de Harvard y ha sido mentor y asesor de toda una pléyade de políticos y ejecutivos en varios países pero en especial Estados Unidos y México. Actualmente imparte dos cursos, gracias a la facilidad tecnológica que brindan programas como “Zoom”, uno de ellos a integrantes del Senado de México que, por cierto, rebasó las expectativas de inscripción. El otro, que actualmente imparte es internacional, principalmente integrado por calificados alumnos de Estados Unidos, México y Panamá.