Por José López Zamorano
En Estados Unidos viven más de 13.2 millones de Residentes Legales Permanentes, es decir, portadores de una “Green Card”. Casi 9 millones tienen la posibilidad de convertirse en ciudadanos de los Estados Unidos hoy mismo.
Como es lógico, una mayoría de los residentes legales es de ascendencia hispana y de estos la mayoría son mexicanos, alrededor de 3.3 millones. Es decir, uno de cada cuatro residentes permanentes son nacidos en México, seguidos por nacionales de China, Filipinas e India.
Del total de residentes legales mexicanos, 2.7 millones podrían naturalizarse hoy mismo, equivalentes al 30% de todos los residentes elegibles a hacerse ciudadanos, según estadísticas del Departamento de Seguridad Interna (DHS).
Las razones por las que los mexicanos demoramos más que otros grupos en naturalizarnos son variadas: parece que siempre tenemos un pie en Estados Unidos y otro en México y que sentimos que con la naturalización traicionamos a nuestro país. Es decir, los mexicanos creemos que no tenemos ni la necesidad ni el interés de hacernos ciudadanos.
Los beneficios de la ciudadanía son múltiples, en especial porque nos otorga el derecho a votar y ser candidatos a un puesto de elección popular. Pero tan importante: nos brinda un escudo protector contra las deportaciones, que han sido una de las marcas tanto de la era Trump como de la era Obama.
Durante una reciente conversación con el representante demócrata por Chicago, Jesús “Chuy” García, el primer legislador estadounidense nacido en México, me comentaba que los mexicanos tenemos que entender que somos “actores trasnacionales” y que nunca seremos tomados en cuenta seriamente en Estados Unidos a menos que nos hagamos ciudadanos y votemos aquí.
“Las ideas viejas de que vamos a traicionar a algún pueblo, a ciertos valores, a nuestra historia, a nuestra cultura, eso ya es obsoleto… Como dice el corrido de Los Tigres del Norte, sí caben dos patrias en un mismo corazón”, nos dice sonriente el legislador García.
No todo son malas noticias. El pasado año fiscal, un total de 756,800 residentes legales se hicieron ciudadanos, la cifra más alta en 5 años. Y más de 35 organizaciones aglutinadas en la Alianza para Nuevos Americanos tiene la meta de naturalizar a un millón de residentes antes de las elecciones del 2020.
Ojalá el aumento de naturalizaciones refleje no sólo la conveniencia de contar con un escudo protector contra las deportaciones, sino una conciencia creciente de nuestras responsabilidades cívicas y de nuestra influencia potencial como latinos, porque es el primer paso para registrarse y votar. Sólo así dejaremos de ser carne de cañón electoral de políticos xenófobos o racistas.