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Saturday, November 23, 2024
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Independencia de Estados Unidos

Al cumplirse 247 años desde aquel día de 1776 en que se proclamó la independencia de los Estados Unidos justo es hacer mención de ese hecho histórico, cuya enorme trascendencia ha tenido repercusión a través del tiempo no solamente en la Unión Americana sino en otros países. 

“Su historia y significado reclaman un verdadero examen de conciencia para aquilatar su innegable gravitación en todo el devenir histórico de los tiempos modernos” escribió en alguno de sus brillantes editoriales quien fuera presidente emérito de El Periodico USA, Don Guillermo Letelier Llona (QEPD). 

“No fue fácil la gestación de aquellos acontecimientos que, iniciados por motivos económicos de protesta de las trece colonias americanas dependientes de la corona inglesa por impuestos y trabas al comercio de importación y exportación, monopolios abusivos contra sus pobladores, impusieron sin consulta previa, el parlamento de Inglaterra y Jorge III, monarca en aquella fecha. 

“Ello motivó a los dispersos colonos a reagruparse para defender sus intereses y llegar a constituir su Primer Congreso Continental, con representación genuina de los propios afectados, quienes reunidos en la ciudad de Filadelfia, en el salón de los Carpinteros, el 5 de septiembre de 1774 elevaron a la corona su Petición de Agravios reclamando sus derechos individuales y colectivos injustamente conculcados. 

“La negativa del gobierno inglés para atender sus justas peticiones incrementadas y exacerbadas por medidas violentas tomadas por las autoridades coloniales, originaron las primeras víctimas y héroes anónimos de nuestra independencia. En efecto, las primeras acciones militares realizadas por el ejército regular inglés, provocó el derramamiento de sangre americana en Lexington y Concord, así como posteriormente en Bunker Hill precipitando la declaración de guerra de los trece estados confederados a Inglaterra en su Segundo Congreso Continental, el 10 de mayo de 1775 y la designación de George Washington como generalísimo de las fuerzas patriotas americanas”, narraba Letelier Llona. 

Las batallas ganadas por George Washington en Trenton (26/12/76), Princeton (03/01/77), Saratoga (17/10/77), y Yorktown (17/10/81), consolidaron la independencia a costa de grandes sacrificios. Los ciudadanos, en su época, se referían a él “como el primero en la paz, el primero en la guerra y el primero en el corazón de sus conciudadanos”. 

Terminada esta primera etapa que consolidó la independencia, comenzó una segunda y no menos difícil e incierta como fue la organización de un régimen político administrativo y jurídico que diera libertad sin anarquía; autoridad, jerarquía y disciplina sin caer en nepotismo o dictadura; justicia sin claudicaciones; igualdad de oportunidad sin coerción; autonomía regional sin desconocer un poder central; democracia y tolerancia con pleno respeto a los derechos humanos ajenos. 

Todo esto debió realizarse sin tener ejemplo o experiencia de nación alguna en ese entonces ya que los Estados Unidos era el único y primer país que pretendía implantar aquella nueva filosofía y organización en una sociedad en formación. En esa época — 20 años antes— la Revolución Francesa, sus postulados y aplicaciones prácticas estaban aún en la mente teórica de los filósofos, enciclopedistas y eruditos que no tenían idea de cómo traducirlas a la realidad. 

Los Estados Unidos son pioneros en la implantación de la era moderna y de toda una nueva civilización que después sirvió de ejemplo para la gesta de la independencia de otros estados americanos, desde México hasta Chile y Argentina en los confines de la América del Sur. La experiencia sirvió también para consolidar y dar viabilidad a la implantación práctica de la filosofía de la nueva revolución en Francia en 1789. 

Los Estados Unidos captaron y aplicaron prácticamente las teorías revolucionarias de libertad, igualdad, fraternidad y democracia venidas de Europa devolviéndolas en realidad tangible. 

Sin la gesta americana plasmada el 4 de julio de 1776 seguramente el proceso histórico renovador y revolucionario se habría visto retrasado aprovechando la debilidad, ignorancia y atrasos de otros pueblos sin visión y posibilidades de cambios profundos en su mentalidad, estructura y organización. 

La implantación de la democracia, el Sistema Republicano, la autonomía de los estados dentro de un régimen federal y la división de poderes del gobierno (ejecutivo, legislativo y judicial), permitió a la Unión Americana la apertura de sus fronteras tolerantes y libertarias a millones de personas que de todas las latitudes del mundo emigraron desde los albores del siglo XIX hasta nuestros días. 

Por razones políticas, religiosas, económicas, sociales, raciales y culturales, y actualmente de  violencia y pobreza, millones de inmigrantes europeos, africanos, asiáticos e hispanoamericanos han llegado en los últimos 200 años acogiéndose al generoso símbolo representado por la estatua de la libertad, los cuales al fusionarse e integrarse en esta gran nación, han contribuído para conformar esta fusión de pueblos que constituyen hoy en día los Estados Unidos de América. 

Mención aparte merece la proximidad con México, país del que han emigrado millones de diversas formas (Entre ellos el que esto escribe) para integrarse a la fuerza laboral, en principio, pero convirtiéndose con el tiempo en parte integral, activa y dinámica influyendo, pese a las vicisitudes de su llegada y adaptación en un factor de decisiones formando parte de los diferentes estratos socioeconómicos, desde los modestos trabajos en el campo y la construcción, hasta altos ejecutivos y prósperos empresarios, Sin dejar de mencionar a los que se han incorporado a los cuerpos de gobierno de los tres poderes, ejecutivo, legislativo y judicial y esperando, con los pies en la tierra, que un día surja la figura política hispana que aspire, sea candidato y gane la Presidencia de este país, convertido en la gran potencia mundial.

No es un sueño, es una posibilidad real. Nunca se pensó hace décadas que pudiera haber alcaldes, gobernadores o congresista hispanos, hoy los tenemos.

¿Por qué uno de ellos no se puede convertir en presidente y gobernar el país que un día nos recibió?

O quizá uno de esos descendientes de los mexicanos que vivían en territorios que fueron anexados a la Unión Americana o integrante de los pueblos indígenas que estaban ya aquí, en territorio estadounidense antes de que los ingleses hicieran su arribo.

Confiemos en que eso ocurra un día no lejano.

Email: jose@bgarza.com

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