Códigos de poder
Por David Vallejo
Retomando los buenos hábitos antes de enero.
¿Cuándo el futuro nos alcance? Nos observa por el espejo retrovisor.
Hace décadas, la obra de Isaac Asimov y sus “Tres Leyes de la Robótica” o las visiones de Philip K. Dick en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? parecían ciencia ficción. En aquellos mundos imaginarios, las máquinas no sólo ejecutaban tareas, sino que también influían en decisiones humanas. Hoy, esos relatos se materializan frente a nuestros ojos con los avances en inteligencia artificial, biotecnología y big data.
La IA ha progresado a una velocidad sin precedentes. Los modelos generativos ahora pueden analizar grandes volúmenes de información en segundos y crear contenido adaptado a diversas necesidades. En salud, la IA ayuda a predecir patrones de enfermedad y signos tempranos de trastornos mentales. En algunos gobiernos, la IA detecta tendencias sociales, ayudando a tomar decisiones más informadas y responder a crisis emergentes.
La biotecnología también ha logrado avances revolucionarios. Técnicas de edición genética como CRISPR permiten tratamientos para enfermedades hereditarias, y el desarrollo de órganos en laboratorio abre nuevas oportunidades en trasplantes y terapias personalizadas. Estas innovaciones transforman la salud y plantean interrogantes éticos: ¿hasta dónde queremos que la tecnología intervenga en la vida humana? ¿Cómo aseguramos que estos avances lleguen a todos y no sólo a quienes pueden pagarlos?
El big data, por su parte, redefine cómo respondemos a problemas complejos. En la prevención de desastres, estos sistemas procesan datos en tiempo real, permitiendo a las ciudades anticiparse a fenómenos naturales. En lo social, ayuda a gobiernos y ONG´s a identificar problemas sociales y económicos, desde inseguridad alimentaria hasta epidemias, y a tomar decisiones con más fundamentos.
Estos logros nos llevan a preguntarnos si nos acercamos a la singularidad, el momento en que la IA podría superar la inteligencia humana y avanzar sin intervención. La singularidad que según el futurista Ray Kurzweil, el Instituto de Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford y el Instituto de Investigación de IA de la Universidad de Yale, estiman que sucederá a mediados de nuestro siglo, plantea el reto de asegurar que las IA representen nuestros valores y respeten el bienestar humano y principios éticos. Como sociedad, necesitamos decidir cómo conviviríamos con inteligencias artificiales que poseen niveles de autonomía inimaginables.
La tecnología ha abierto posibilidades inéditas para los gobiernos. Hoy, las ciudades inteligentes gestionan recursos como el tráfico y la energía de forma automática. Pero estas herramientas no pueden sustituir la empatía en la toma de decisiones; cada avance debe orientar su impacto positivo hacia la inclusión, no la división.
La inteligencia artificial también transforma el ámbito laboral. Mientras las IA asumen tareas repetitivas, los humanos debemos centrarnos en lo que nos hace únicos: creatividad, juicio ético y empatía. Esto trae el desafío de educar a nuestras/os hijas/os para un futuro donde las habilidades humanas sean irreemplazables. En lugar de sólo adaptarse a la tecnología, necesitan desarrollar un pensamiento crítico y valores sólidos para colaborar con ella. La educación debe prepararlos para un mundo donde la tecnología amplifique sus capacidades, no las reemplace.
En cuanto a las capacidades humanas la implantación de chips en cerebros humanos ha progresado notablemente en los últimos años, aunque el enfoque principal actualmente es terapéutico, los mismos chips podrían eventualmente usarse para aumentar las capacidades cognitivas en personas sanas, como la memoria, el aprendizaje rápido o incluso las habilidades de procesamiento de la información. Imaginemos que desde nuestro cerebro se de una conexión directa a bases de datos o acceso a la información en tiempo real.
La singularidad y los avances actuales imponen una gran responsabilidad ética. La inteligencia artificial y la biotecnología reflejan las prioridades de quienes las crean. Necesitamos transparencia en su diseño y regulación que asegure su uso para el bien común. Estas tecnologías deben ser accesibles y responsables, y el compromiso recae en los gobiernos y en cada uno de nosotros como sociedad.
Estamos en un momento histórico en que cada avance tecnológico nos acerca a una sociedad más justa. Sin embargo, lograrlo depende de las decisiones que se tomen en la actualidad: ¿queremos una tecnología al servicio de unos pocos o al alcance de todos? ¿Queremos que la IA sea una herramienta ciega o una aliada de nuestra humanidad?
El gobierno de Estados Unidos si quiere seguir manteniendo un papel de liderazgo a nivel mundial, debería ser quien encabece este debate y establezca una ruta de acción, o bien, que filósofos e intelectuales unan fuerzas para mostrar que la ciencia, como herramienta práctica, puede y debe regular la IA, garantizando que siempre esté al servicio y bienestar de la humanidad.
La tecnología tiene el potencial de transformar nuestras vidas, pero su valor real depende de cómo la usamos y de los principios que nos guían. Tracemos juntos la agenda del mañana. Porque el verdadero poder está en entender, no en decidir, ¿voy bien o me regreso? Nos leemos en diciembre, si la IA lo permite.
Placeres Culposos:
Música: The Cure, Songs of a Lost World
Libro: La vida feliz, David Foenkinos
Televisión y cine: El pingüino
Una rosa para Grecia
Felicitaciones para mi mama por su cumpleaños