Tras la elección presidencial del tres de noviembre en los Estados Unidos, lo que normalmente ocurre ese día al trascender los indicadores de las encuestas de salida y los primeros resultados, no completos, pero sí suficientes para perfilar un ganador, es que quien se considera que los números no le favorecen reconozca el triunfo de su oponente, lo cual no ocurrió.
No es la primera vez en la historia de las elecciones presidenciales estadounidenses que esto acontece, pero la falta de reconocimiento, que estaba en su derecho, del presidente Donald Trump, de no conceder el triunfo al candidato demócrata Joe Biden, fue marcado por una reiterada acusación de fraude en la elección y la insistente mención de votos ilegales depositados en urnas, emitidos electrónicamente o bien recibidos por correo.
Como es sabido, a diferencia de la mayoría de los países, el sistema estadounidense no elige a su presidente por la mayoría de los votos emitidos directamente por los electores, sino por los de un Colegio Electoral, donde cada estado representa un determinado número de esos votos y donde se ha llegado a presentar el caso de que un presidente sea electo sin contar con los votos de la mayoría del llamado voto popular, es decir, el que se emite directamente por los ciudadanos.
La persistencia de Trump para no aceptar la derrota en la elección ha sido firme, aunque las certificaciones de la elección a favor de Biden en los estados de Georgia, Michigan y Pennsylvania, pese a recursos legales interpuestos por el equipo legal del presidente estadounidense, le van dejando muy poco margen de maniobra para revertir el resultado.
Como un signo de inicio de aceptación del irreversible triunfo de Biden, el lunes se procedió a autorizar el presupuesto para el equipo de transición y los accesos a recursos de seguridad y comunicación instituidos por el Gobierno estadounidense para realizar las actividades que culminarán con la toma de posesión del nuevo presidente el próximo 20 de enero.
Pero que se faciliten los recursos no implica que el presidente Trump acepte su derrota, ni que sus partidarios dejen de aferrarse activamente a la idea de que aún es posible encontrar un recurso que le dé la opción de ganar.
Pero independientemente de que se confirme por el Colegio Electoral durante su próxima reunión el indiscutible triunfo del candidato demócrata, e inclusive tome posesión del cargo, Trump tendrá no solamente una fuerte corriente de seguidores a nivel nacional de su candidatura sino una fuerza de resistencia que todo indica que mantendrá y que de hecho se encuentra aún muy activa.
El mejor ejemplo de lo anterior se puede apreciar en el Valle de Texas, donde ha sorprendido que grupos que apoyan al actual presidente sigan realizando caravanas y reuniones ondeando banderas, mostrando letreros y lanzando consignas, sobre todo en fin de semana, en forma que no tiene precedente. Los manifestantes están compuestos en buen número por latinos seguidores del candidato republicano, merece ser destacado.
Las siguientes semanas permitirán conocer los nombres de posibles integrantes del nuevo gabinete, además de los que ya se han revelado y de los pasos y negociaciones para que el 20 de enero finalmente asuma como Primer Mandatario Estadounidense Joe Biden.
Por ahora, sin distinción de partidos ni grupos o raza, la Unión Americana se dispone a festejar el Día de Acción de Gracias y, por supuesto, el llamado Viernes Negro, día en que se llevan a cabo tradicionalmente las mayores ventas comerciales del año.