Pasado el proceso de la revocación de mandato en el que en un México polarizado cada bando ha encontrado argumentos para reprobar o aprobar los resultados, la atención se centra en el debate que se dará en el Congreso por la aprobación de la ley eléctrica que será sometida a votación de los legisladores, si no se pospone de nuevo, el próximo domingo, por cierto de Resurrección, de acuerdo con la observancia religiosa.
Se sabe, y se sabe bien, que cuando menos hasta este miércoles, Morena y sus aliados no pueden decir que cuentan con los suficientes votos para lograr la aprobación “sin una coma” como le gusta y mandata “Ya sabes quién”.
Pero al margen de los resultados del debate que se avecina, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha anunciado que enviará como compensación a una eventual pérdida de la elección en el Congreso Mexicano, una reforma a la Ley Minera, con el nombre que en un momento se decida a esta nueva iniciativa, con muchas probabilidades de lograr su aprobación.
La iniciativa, se ha remarcado reiteradamente, tiene la intención de “proteger” la propiedad del litio que es un elemento esencial en la fabricación de baterías, entre otras, para los autos eléctricos que poco a poco empiezan a ser aceptados y adquiridos en el mercado internacional, con especial énfasis en los Estados Unidos.
Hay quien ha llamado al litio el petróleo del futuro, por su importancia para poder proporcionar la energía necesaria a la nueva generación de vehículos.
Para dar una idea de la creciente demanda de esas unidades motrices impulsadas con energía eléctrica acumulada en las baterías de litio, General Motors se ha comprometido a producir un millón de unidades para el año 2025, eso es en menos de tres años. Pero no son los únicos, Ford ha hecho el anuncio de la celebración de contratos para asegurar el suministro de las baterías que requieren ya para mantener su producción en esta nueva etapa.
A diferencia de Tesla, que puede producir sus propias baterías, las otras armadoras tienen, por ahora, al parecer, que depender del suministro de acumuladores eléctricos de diversas empresas.
Lo anterior da una idea de la importancia del litio y aunque para muchos se ve lejano el momento en que los vehículos inunden el mercado, su demanda es creciente y se espera que ésta se acelere. Quien dude que la demanda es creciente de los vehículos eléctricos, le ponemos como ejemplo que la producción del nuevo Hummer EV, que vuelve al mercado pero en versión eléctrica, se encuentra ya completamente vendida. Cada unidad cuesta 110 mil dólares.
Así que volviendo al tema de la iniciativa de una reforma minera con énfasis en el litio, se puede dar una idea el lector de los intereses que se encuentran en juego, pero no por el litio y su propiedad y respeto a la soberanía energética nacional por llamarla de alguna forma.
El litio no está empacado y listo para usarse, eso implica todo un proceso en el que tendrían que intervenir empresas especializadas que pugnarán por obtener diferentes concesiones en las diferentes fases de extracción, producción química, fabricación de células de baterías y la manufactura de dispositivos diversos que sin la posesión del litio no será posible, si de producir baterías se trata.
Algo similar a lo que ocurre con el petróleo que, aunque es de los mexicanos, es innegable que en la exploración, explotación, refinación, comercialización y otros aspectos del proceso que permite ponerlo como carburantes o convertirlo en derivados de múltiples usos, hay un sinnúmero de empresas beneficiadas, donde se mueven grandes intereses. Quien lo dude, que vea el caso del ex director de Pemex, Emilio Lozoya Austin, quien aún no logra salir de la cárcel precisamente por haberse visto inmerso en actos de corrupción al frente de la llamada industria de los hidrocarburos.
Así es que no es el litio en sí, sino los intereses económicos que inciden en su explotación.
Repetimos la casi inmortal frase de Bill Clinton “Es la economía”.