La anécdota no es nueva y, de hecho, ha sido repetida en varias ocasiones desde hace muchos años, sobre todo en ciertos momentos de crisis de los presidentes mexicanos.
Para quienes no la conocen y para los que quieran recordarla, la referimos.
Se dice, con tono más de ficción que de verdad, que cada vez que hay un cambio de presidente mexicano, se produce una reunión entre el nuevo mandatario y el que deja la función, donde este último le entrega en cumplimiento de una tradición, tres cartas, con la recomendación de que las abra cuando confronte alguna seria crisis su sucesor.
Así, la primera carta, cuando se produce la primera crisis de gobierno, da el consejo de que se eche la culpa a los integrantes del gobierno anterior. Lo que en tiempos de Luis Echeverría bautizó como “Los emisarios del pasado” y que en la actualidad se ha calificado como los del periodo neoliberal o conservador. En el caso del actual presidente Andrés Manuel López Obrador, si existieran las supuestas tres cartas podríamos pensar que las abrió antes de tiempo, o que sintió desde un principio que su gobierno confrontaba una crisis, porque no ha dejado de culpar a los anteriores gobernantes de las calamidades, problemas y fallas gubernamentales, aunque dice como palabras de esperanza y confort que “No somos iguales”.
De acuerdo con la anécdota, en la segunda crisis, al abrir la correspondiente carta el mandatario en funciones se encontrará con un nuevo consejo: “Haz cambios”.
Esos ya los vimos.
Se supone que la tercera carta debe abrirse cuando la efervescencia política por la sucesión manifieste signos de gran intensidad y el consejo que se da en la última misiva es simplemente “Escribe tres cartas”.
La anécdota la referimos porque a poco menos del medio término del gobierno ha sido el propio presidente quien se ha encargado de dar a conocer una serie de nombres, o ampliar la lista ya conocida entre los que estaría su sucesor o, cuando menos, el que su partido con su anuencia muy probablemente postularía.
Es del dominio público que de una lista que se circunscribía básicamente a Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno de CDMX y de Marcelo Ebrad, secretario Relaciones Exteriores, el propio López Obrador se encargó de ampliar incluyendo a Juan Ramón de la Fuente, representante de México ante la ONU; Esteban Moctezuma, embajador de México en Estados Unidos; Rocío Nahle, secretaria de Energía, y Tatiana Clouthier, secretaria de Economía.
El presidente no mencionó al senador Ricardo Monreal. Hay quienes piensan que la lista de prospectos presidenciales de Morena, por ser potestad del presidente, podría ser ampliada o modificada en el futuro, contra la opinión en el sentido de que el senador incurrió en maniobras políticas desleales a la Cuarta Transformación en la pasada elección que lo mantiene fuera de la esfera del más íntimo círculo presidencial.
Ha habido en el pasado casos en los que algunos que no gozaban de la preferencia presidencial lograron imponerse para conseguir la candidatura e inclusive la propia presidencia de la República, tal es el caso de Felipe Calderón, quien, es bien sabido, no gozaba de la buena voluntad del presidente Vicente, lo cual no fue obstáculo para que Calderón, quien se ganó en aquel entonces el apodo de “El hijo desobediente” lograra la nominación, gracias a su conocimiento de los resortes que movían a su partido, Acción Nacional, que él mismo presidió.
Pero los estilos, épocas y objetivos de Fox y López Obrador parecen ser muy diferentes.
Volviendo a las tres cartas, si bien puede considerarse muy temprano o hasta innecesario el nominar probables candidatos a la presidencia morenista tan aparentemente anticipado, hay que considerar que ese partido es creación de López Obrador, y nadie mejor que él para conocer las reglas del Movimiento y, si es necesario, cambiarlas.
Por otra parte, si alguien anduvo en campaña por un largo período desafiando todas las reglas no escritas de la sucesión presidencial en el país fue él precisamente. Más de 18 años de campaña en busca de la presidencia lo prueban.
Ahora hay que ver qué prospectos tienen los otros partidos para la Presidencia, si, desde luego, cuentan con alguno que realmente disponga de los apoyos y ascendencia necesarios para competir. No está fácil.