Casi para concluir el año la esperanza de poner fin a la pandemia que por meses ha azotado a la humanidad provocando millones de infectados y cientos de miles de muertes parece vislumbrarse. La inminente aprobación de la vacuna de los laboratorios Pfizer, por una parte y Moderna por la otra, en los Estados Unidos por parte del órgano regulador, la Administración de Drogas y Alimentos (FDA) así como en México ante la Comisión Federal Para la Protección de Riesgos Sanitarios (COFEPRIS) de similar vacuna, han despertado una gran esperanza de que pueda, si no lograr acabar con la pandemia, sí mitigar sus estragos y reducir significativamente las víctimas de esta devastadora enfermedad identificada como Covid 19.
Sin embargo, hasta el momento, la autorización, aunque sea inminente, no se ha dado y, mucho menos se ha comenzado a distribuir para su posterior aplicación, lo cual seguramente con la autorización respectiva pronto ocurrirá, por lo cual existe un anticipado júbilo.
Pero siempre los números son reveladores de una realidad y esta vez no es la excepción.
Hasta ahora, que se sepa, de aprobarse la vacuna, México contaría con cerca de 250,000 vacunas que, por tener que aplicarse por dos ocasiones a cada persona para lograr la inmunidad deseada, permitirá solamente a 125 mil personas recibirla, cantidad que cubriría una reducida parte de quienes se supone, salvo revelación final del programa, serían los primeros beneficiarios, el personal de salud, que la recibiría durante los últimos días del presente mes de diciembre.
Si se compara con la población total de México, estimada en alrededor de 130 millones de habitantes, será largo el camino para lograr que el resto de la población sea inmunizada si se considera que será durante los primeros meses del 2021 cuando se reciban dosis adicionales, sin garantía de tiempo de entrega aún y, mucho menos, de su distribución y posterior aplicación.
No nos gusta hacer comparaciones de este tipo pero es ilustrativo hacerlo: En Texas el gobernador Greg Abbott anunció que a partir de la próxima semana se contará con 1.4 millones de vacunas que serán aplicadas durante la época navideña, con grandes posibilidades de contar con un lote adicional para antes de que concluya el año, que permita inmunizar al personal de salud, en primera instancia, las personas de avanzada edad recluidas en albergues y trabajadores esenciales, si es que la dotación recibida durante el mes así lo permite. Texas tiene casi 30 millones de habitantes.
Lo cierto es que el proporcionar la vacuna es, además de un beneficio a la salud de la población, un elemento que obra en bien de la imagen positiva de los gobernantes.
En México, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha insistido en señalar que la vacuna sería gratuita para toda la población y de que se contrataron los servicios de varios laboratorios para lograr contar con suficientes dosis.
En Estados Unidos el presidente Donald Trump hubiera querido que la vacuna estuviese lista para antes de las pasadas elecciones para utilizar la noticia como un logro que le permitiese la captación de un mayor número de votos. Ya sabemos que no fue así.
Hay que distinguir, una cosa es que se esté ante la posibilidad de recibir vacunas y otra es que se reciban. Las medidas recomendadas de utilizar cubrebocas, lavarse las manos y mantener la sana distancia, tendremos que acatarlas por un largo tiempo hasta que, para decirlo coloquialmente, se sienta el piquete, el de la vacuna obviamente, y aún así mientras el grueso de la población no logre ser vacunada se vivirá una virtual crisis.
Contradictoriamente a la campaña de prevención consistente en la observancia de las medidas antes mencionadas, son precisamente algunos presidentes quienes se han resistido a utilizar, o cuando menos a aparecer en público utilizando un cubrebocas, entre ellos los de Estados Unidos y México.
Después de meses de resistir los embates, con vacuna o sin vacuna, los efectos de la pandemia seguirán por el siguiente año. Es una carrera de resistencia… y disciplina.