López Obrador le dará una ayudita a Maduro

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Por Andrés Oppenheimer

El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, decidió romper con los esfuerzos latinoamericanos para aislar al dictador venezolano Nicolás Maduro, y lo invitó a su inauguración el 1 de diciembre. Será la mayor victoria diplomática de Maduro en los últimos tiempos, a menos que los mexicanos hagan algo al respecto.

Como era de esperar, Maduro aceptó de inmediato la invitación. Será la primera ocasión en mucho tiempo en la que podrá codearse con los jefes de estado elegidos democráticamente y enviar un mensaje a su país de que no es un paria internacional.

Entre otros líderes que se espera que asistan a la ceremonia inaugural: el vicepresidente de Estados Unidos Mike Pence, el presidente de Colombia, Iván Duque, la vicepresidente de Costa Rica, Epsy Campbell, y el líder opositor británico Jeremy Corbyn.

La presencia de Maduro en la ceremonia será un duro golpe para el Grupo de Lima, de 14 países, que ha tomado medidas cada vez más fuertes para aislar al régimen de Maduro.

El grupo, que incluye a México, Brasil, Argentina, Colombia, Perú y Chile, emitió una declaración el 13 de febrero apoyando la decisión del presidente de Perú, Martín Vizcarra, de no invitar a Maduro a la Cumbre de las Américas.

El 21 de mayo, un día después de las elecciones fraudulentas de Venezuela en que Maduro se reeligió para un nuevo mandato, los miembros del Grupo de Lima emitieron una nueva declaración diciendo que “no reconocen” la legitimidad del proceso electoral venezolano. La declaración fue firmada también por Estados Unidos y España.

El 26 de septiembre, varios miembros del Grupo de Lima emitieron una petición sin precedentes a la Corte Penal Internacional para iniciar una investigación sobre los presuntos crímenes contra la humanidad de Maduro.

Sin embargo, en una señal de que López Obrador podría alejarse del Grupo de Lima, el presidente electo de México dijo que invitará a todos los países del mundo a su inauguración.

Además, dijo que retornará a la vieja doctrina de “no intervención” en los asuntos internos de otros países. De hecho, ese fue el término que usaban los gobiernos autoritarios de México en el siglo XX como excusa para no criticar a Cuba y a otras dictaduras de izquierda.

Más de 75,000 mexicanos ya han firmado una petición en el sitio de Internet Change.org pidiéndole a López Obrador que retire su invitación a Maduro. Asimismo, 19 jefes de estado, entre ellos Oscar Arias de Costa Rica y los ex presidentes mexicanos Felipe Calderón y Vicente Fox, emitieron una petición a López Obrador para que decida “evitar la presencia” de Maduro en su inauguración.

Marcelo Ebrard, el canciller designado del gobierno entrante de México, justificó la decisión de invitar a Maduro diciendo que los ex presidentes Fox y Calderón habían invitado al fallecido presidente venezolano Hugo Chávez a sus respectivas inauguraciones.

De hecho, cuando Fox tomó posesión del mando en 2000, Chávez acababa de ganar una elección democrática en Venezuela y no era considerado un dictador. Cuando Calderón asumió en 2006, Chávez se estaba radicalizando, pero no había sido condenado por la comunidad diplomática regional.

Algunos opositores venezolanos han sugerido que los líderes democráticos no vayan a la toma de posesión de López Obrador si va Maduro. Pero eso es poco probable que ocurra, porque la mayoría de los países no querrán antagonizar al nuevo presidente mexicano desde el primer día.

Otros proponen una manifestación masiva contra Maduro en la Ciudad de México el día de su llegada.

“La diáspora venezolana y los mexicanos pro democracia deben mostrar al nuevo presidente de México que la crisis de los refugiados venezolanos es un resultado directo de la dictadura de Maduro”, dice el dirigente venezolano exiliado Carlos Vecchio.

De hecho, una gran protesta contra Maduro el 1 de diciembre sería un buen recordatorio a López Obrador de que México está obligado por acuerdos internacionales a defender la democracia en la región, y que su doctrina de “no intervención” es una excusa obsoleta que fue usada para apoyar dictaduras indefendibles.

Una gran manifestación pública sería una buena manera de enviar un mensaje contundente no sólo a Maduro, sino también a López Obrador.