Durante la campaña del Partido Revolucionario Institucional (PRI) por la Presidencia de México llevando como candidato a Enrique Peña Nieto, nos tocó acompañar a un grupo de mexicanos residentes en los Estados Unidos al edificio del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de ese partido donde tendría lugar una reunión con altos dirigentes del Institucional ante quienes manifestarían su respaldo al abanderado priista de entonces.
Peña Nieto había logrado despertar en aquella época una gran simpatía entre los paisanos, quienes después de dos sexenios con gobiernos emanados del Partido Acción Nacional, formaban una corriente de opinión en la Unión Americana favorable al abanderado priista y buscaban manifestarle su respaldo.
De acuerdo con el programa elaborado para tal ocasión durante el mes de marzo de 2012, los mexicanos del exterior simpatizantes del PRI tendrían un encuentro con la dirigencia nacional y para ese efecto se contaría con la presencia del entonces presidente del Institucional Pedro Joaquín Codwell.
De acuerdo con lo programado, los simpatizantes del exterior se ubicaron en una amplia mesa en torno a los dirigentes nacionales y ahí, se ofreció el apoyo de los paisanos a quien se convertiría en presidente de México unos meses después.
Tras concluir la parte ceremonial tuvimos la oportunidad de conversar con Pedro Joaquín Codwel y el entonces secretario de Asuntos Internacionales del PRI, Emilio Lozoya Austin y les recordé que Joaquín Codwell había sido (y es) el único secretario de Turismo de México, en funciones, que ha visitado McAllen, ciudad en la que quien esto escribe realiza buena parte de su actividad periodística.
Más que a Joaquín Codwell, el interés personal era saludar y conocer a Lozoya. Sus antecedentes impresionaban. Destacaba en su trayectoria el reconocimiento como “Joven Líder Global, del Foro Económico Mundial” ese mismo 2012 y en 2011, incluido por la revista Poder en la lista de los 40 hispanos de mayor impacto en Estados Unidos menores de 40 años. En 2010, recibió el Premio al Liderazgo como Embajador Hemisférico, por la Fundación del Consejo Americano de Negocios y fue calificado por la revista Poder como uno de los 100 mexicanos de mayor influencia. Igualmente, en 2009, fue reconocido por la Revista Expansión como uno de los 30 líderes mexicanos en sus 30s, además de una serie de méritos académicos y como funcionario dentro y fuera del país que lo habían convertido en una figura de renombre internacional.
Le mencioné que yo acompañaba a los paisanos, entre ellos algunos del área de McAllen, ciudad que, por la breve conversación sostenida, el entonces dirigente priista ubicaba muy bien tanto por su posición fronteriza en Texas como por su estrecha relación con Reynosa y escuchó con atención haciendo un breve comentario. Se expresó como creo que era su costumbre, con mesura, cuidadoso de sus palabras.
Unos meses después Peña Nieto resultó electo y Lozoya se convirtió en el hombre que acompañó en sus giras en el extranjero al entonces presidente electo. Muchos lo ubicaban ya en Relaciones Exteriores en aquel entonces por su imprescindible presencia en los diferentes encuentros internacionales en los que participó Peña Nieto antes de asumir el cargo presidencial. No fue así, ya es parte de la historia que se le nombre director de la empresa paraestatal Petróleos Mexicanos y a Joaquín Codwell Secretario de Energía.
Dos años después de que asumió el gabinete presidencial peñista se llevó a cabo en Reynosa, en el Centro Cultural, un evento internacional en el que ambos funcionarios concurrieron. Ya para ese entonces existían avanzados proyectos sobre la llamada energía limpia que se estaban implementando en Tamaulipas que fueron dimensionados adecuadamente por la Federación.
Al concluir la reunión, cuando se disponía a abordar un helicóptero que lo llevaría al aeropuerto, distante unos dos kilómetros del Parque Cultural, me acerqué a Lozoya Austin, quien caminaba acompañado de un asistente y le hablé, le dije, sólo para saludarlo y le referí, tras identificarme, la ocasión en que habíamos tenido oportunidad de conversar con él en la sede del CEN del PRI en plena campaña. A manera de respuesta me dijo simplemente con tono de añoranza,“Ah si, qué tiempos aquellos”. Y prosiguió sin más su marcha para abordar la nave que ya lo esperaba con las hélices rugiendo.
Hoy, aquellos tiempos de campaña que parecían lejanos y su paso por Pemex, lo han convertido en un prófugo de la justicia mexicana por decisión de un juez de Distrito que dejó sin efecto una suspensión definitiva de la acción penal que se le había concedido.
El pasado lo alcanzó confrontando un incierto futuro.