El despiste de Bernie Sanders sobre América Latina

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Por Andrés Oppenheimer

Cuando los precandidatos presidenciales demócratas se reúnan en Miami para sus primeros debates el 26 y 27 de junio, deberían alejarse de la absurda fascinación del senador Bernie Sanders por los dictadores y demagogos populistas latinoamericanos. Si no lo hacen, perderán el estado de la Florida y podrían perder las elecciones nacionales de 2020.

Una vez más, la Florida será un estado clave en las elecciones nacionales. No es casual que el presidente Trump esté planeando una visita a Miami el 18 de junio, horas antes de iniciar su campaña de reelección en un mitin en Orlando, Florida. Tampoco es una coincidencia que los demócratas celebren sus primeros debates nacionales en Miami.

Probablemente, por la gran población hispana en el sur de Florida, Venezuela, Cuba y México serán temas en los debates. Y muy probablemente, Sanders –que va segundo en las encuestas demócratas, detrás del ex vicepresidente Joe Biden– meterá la pata nuevamente sobre América Latina.

El 12 de junio, Sanders tuiteó una declaración en apoyo al ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien está en la cárcel por cargos de corrupción. Los partidarios de Lula están pidiendo que lo liberen luego de mensajes filtrados entre un juez y los fiscales que, según dicen, mancharon la investigación.

“Estoy con los líderes políticos y sociales de todo el mundo que están pidiendo al sistema judicial de Brasil que libere a Lula y anule su condena”, tuiteó Sanders.

¿Desconoce Sanders que fue durante la presidencia de Lula en 2003-2011 que Brasil sufrió el mayor escándalo de corrupción en la historia? Entre 2003 y 2016, la constructora brasileña Odebrecht pagó al menos $349 millones de dólares en sobornos a funcionarios brasileños, en buena parte a altos funcionarios del Partido de los Trabajadores de Lula.

En lo que hace a su visión de América Latina, Sanders quedó atrapado en la década de 1960. Sus críticas legítimas a las intervenciones de Estados Unidos en América Central a mediados del siglo XX –durante sus años de estudiante– lo siguen llevando automáticamente a darle el beneficio de la duda a cualquier líder de izquierda, sin importar cuán sanguinario o corrupto sea.

En una entrevista del 22 de febrero con Jorge Ramos, presentador de noticias de Univision, Sanders, como es típico en él, eludió contestar una pregunta sobre si el presidente venezolano, Nicolás Maduro, es un dictador. Anteriormente, en enero, cuando Estados Unidos y la mayoría de las democracias latinoamericanas reconocieron al presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, como presidente legítimo del país, Sanders se negó a respaldar a Guaidó.

Sanders apoyó abiertamente en los años 1980 al actual dictador nicaragüense Daniel Ortega, quien según los grupos de derechos humanos es responsable de la muerte de más de 300 manifestantes opositores el año pasado.

Sanders asistió a un mitin sandinista de 1985 en Managua, con motivo del sexto aniversario de la revolución sandinista, en que la multitud coreó: “Aquí, allá, el yanqui morirá”, según reportó el New York Times el 17 de mayo. En ese entonces, Sanders era el alcalde de Burlington, Vermont, y se reunió con Ortega durante ese viaje, según el artículo.

No es de extrañar que hace poco escuché a un comediante político en televisión bromeando –a propósito del viaje que Sanders y su esposa hicieron de recién casados a la Unión Soviética en 1998– que “Sanders se fue de luna de miel a la Unión Soviética y nunca volvió”.

Para muchos estadounidenses en otras partes del país, las posturas de Sanders sobre América Latina pueden parecer algo trivial. Pero en Florida, donde viven miles de exiliados de varias dictaduras latinoamericanas, es un asunto serio.

A menos que los otros aspirantes demócratas ridiculicen públicamente las posturas de Sanders sobre la región, le entregarán en bandeja la Florida a Trump en las elecciones de 2020 y ayudarán a reelegir al presidente más desquiciado de la historia reciente de Estados Unidos.