Por Rubén Barrera. Corresponsal
Washington, (Notimex).- Los candidatos presidenciales de terceros partidos, como el libertario Gary Johnson, podrían convertirse en el aguafiestas de un eventual triunfo de Hillary Clinton si logran restar el voto de los jóvenes en estados claves.
Johnson es considerado el abanderado con posibilidades reales de impactar el curso de la elección, por encima de la doctora Jill Stein, del Partido Verde, quien aparece como la última de los cuatro candidatos presidenciales más visibles.
La mayoría de las encuestas de opinión han mostrado la manera repetida como Johnson le resta votos a Clinton cuando es incluido como una tercera opción, beneficiando de esta manera los números del republicano Donald Trump.
Dado lo cerrado de la contienda entre Clinton y Trump, la presencia de Johnson ha revivido el recuerdo de la elección de 2000, cuando los demócratas acusaron al candidato del Partido Verde, Ralph Nader, de haber provocado la derrota de Al Gore frente a George W. Bush.
Nader, un reconocido defensor de los derechos de los consumidores, obtuvo dos millones de votos en esa elección, aunque esta fue decidida al final por el fallo de la Suprema Corte de Justicia que suspendió el recuento de votos en Florida.
Otro candidato de un tercer partido que se convirtió en el aguafiestas de una elección fue el entonces expresidente Theodore Roosevelt.
En la elección presidencial de 1912, tras fracasar en su intento por ganar la nominación republicana, Roosevelt fundó el Partido Progresista, fracturando de manera efectiva ese voto y facilitando el triunfo del demócrata Woodrow Wilson.
Sin embargo, el candidato más exitoso de un tercer partido fue el millonario texano Ross Perot, quien como abanderado del Partido Reforma obtuvo 19 por ciento de los más de 104 millones de votos emitidos en la elección de 1992, que fue ganada por William Clinton.
En el actual proceso electoral, Gary Johnson se mantuvo durante varios meses con un respaldo de alrededor del 8.0 por ciento, que por momentos superó el 10 por ciento.
Sin embargo, en semanas recientes el candidato del Partido Libertario vio caer sus números, tras la pifia cometida durante una entrevista en vivo, en la que no pudo mencionar el nombre de un líder mundial.
Tanto Johnson como Stein han enfrentado enormes obstáculos para que sus campañas ganen tracción y puedan presentarse como opciones reales frente a los dos principales candidatos.
Un aspirante a la Presidencia postulado por un partido debe cumplir una serie de complejos requisitos en cada uno de los 50 estados del país, conocidos como leyes de acceso a la boleta electoral, las cuales determinan si un candidato o partido aparecerá en la misma.
Debido al sistema electoral descentralizado en Estados Unidos, cada estado organiza las elecciones acorde a sus propias leyes, por lo que los requerimientos a cumplir por un candidato para que su nombre aparezca en la boleta electoral varían de entidad a entidad.
Las reglas de financiamiento de campaña establecen además que un candidato presidencial puede recibir financiamiento del gobierno si su partido obtiene más del 5.0 por ciento de la votación en la elección previa, algo que en el caso de un tercer partido no sucede desde 2008, con Nader.
Este requerimiento ha forzado a Johnson y Stein a depender de donaciones, colocándolos en clara desventaja frente a Clinton y Trump en términos de acceso a fondos para financiar campañas publicitarias y generar mayor atención entre los electores y los medios de información.
Asimismo, un candidato de un tercer partido debe registrar un apoyo de 15 por ciento en encuestas de opinión para poder participar en los debates presidenciales, según el criterio establecido por la Comisión de Debates Presidenciales.
Además del Libertario y el Verde, la lista de los terceros partidos más activos la conforman el Partido Reforma, el Partido Constitución y el Partido Ley Natural, los cuales han presentado candidatos a la Presidencia en varias elecciones.
Pese al papel marginal que han tenido en la mayoría de las elecciones en tiempos modernos, un candidato por un tercer partido logró ganar la Presidencia de Estados Unidos hace más de un siglo.
En 1860, Abraham Lincoln ganó la Presidencia como abanderado del entonces minoritario Partido Republicano, imponiéndose a los candidatos de los institutos políticos mayoritarios de entonces: el Demócrata y la coalición aglutinada en el Partido Whig.