Los titulares más grandes en nuestra parte del mundo se refieren a los disparates casi diarios del Presidente Donald Trump. Pero, si me preguntan a mí, la noticia más importante del momento es una que ha pasado desapercibida: las nuevas estadísticas que muestran que Asia se está convirtiendo en el principal centro de innovación del mundo, mientras que Estados Unidos se está quedando atrás, y América Latina se está cayendo del mapa.
Un nuevo estudio realizado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de las Naciones Unidas (OMPI) muestra que el número de solicitudes de patentes de nuevos inventos –una medida clave de la innovación y del probable crecimiento económico futuro de los países– se ha disparado en Asia.
El número de patentes solicitadas en Asia creció del 51 por ciento del total mundial en 2008 al 67 por ciento en el 2018, dice la OMPI.
Mientras tanto, en América del Norte las nuevas solicitudes de patentes han caído del 26 por ciento del total mundial al 19 por ciento durante el mismo período. Y en América Latina y el Caribe el número de solicitudes de nuevas patentes se ha reducido del 3.1 por ciento del total mundial al 1.7 por ciento, según el nuevo informe de la OMPI.
“Está bastante claro que Asia ha tenido el mayor crecimiento en lo que yo llamaría la economía de la innovación, lo que significa investigación y desarrollo”, me dijo en una entrevista telefónica Carsten Fink, economista jefe de la OMPI.
Fink agregó que en Asia “hemos visto un compromiso gubernamental de alto nivel con las inversiones en ciencia y tecnología desde la década de 1990, y eso está dando sus frutos hoy”.
Las cifras de nuevas solicitudes de patentes son un buen medidor del crecimiento futuro, porque vivimos en una economía global del conocimiento, en que los nuevos inventos tecnológicos –desde una nueva aplicación de teléfono inteligente hasta un nuevo producto farmacéutico– valen mucho más que las materias primas como el petróleo o la soja.
No es casualidad que las empresas más grandes del mundo hoy en día ya no sean las petroleras, sino grandes empresas tecnológicas como Apple, Alphabet o Microsoft.
De los 3.3 millones de solicitudes de patentes presentadas en 2018, 1.5 millones se registraron en China, 597,000 en Estados Unidos, 313,000 en Japón y 209,000 en Corea del Sur, me dijo Fink.
Pero los datos más escalofriantes del informe de la OMPI son los que se refieren a América Latina, y no sólo porque la región –que representa un 6 por ciento de la economía global– produce apenas el 1.7 por ciento del total mundial de solicitudes de nuevas patentes.
Las solicitudes de patentes latinoamericanas se han reducido al punto de convertirse casi en un asterisco en la escena mundial. El año pasado, sólo se presentaron 25,800 solicitudes de patentes en Brasil, 16,400 en México, 3,600 en Argentina, 3,100 en Chile y 2,200 en Colombia, según las cifras de la OMPI.
O sea, los 33 países de América Latina y el Caribe juntos presentaron menos de la mitad de las solicitudes de patentes de las que se registraron en Corea del Sur el año pasado.
Lo que es peor, América Latina es la única región del mundo donde el número de solicitudes de patentes cayó en los últimos 10 años, de 59,000 en 2008 a 56,000 en 2018. Estos números reflejan todas las solicitudes de patentes presentadas en cada país y presentadas por sus respectivas oficinas de patentes a la OMPI.
Este declive puede deberse a la continua dependencia de la región de las exportaciones de materias primas, especialmente en América del Sur.
Eso, además de la inestabilidad económica y la falta de sistemas judiciales confiables, no ha ayudado a alentar las inversiones en investigación y desarrollo de productos no tradicionales.
Cualquiera sea la razón, las nuevas cifras de la OMPI deberían hacer sonar las alarmas en las Américas. A menos que los países de la región inviertan más en crear meritocracias educativas, ciencia y tecnología, será cada vez más difícil competir con China en el futuro.