Aversión a las verduras podría ser genético

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México, (Notimex).- La aversión que algunas personas sienten por el  consumo de verduras podría ser resultado de una predisposición genética en el sentido del gusto que las hace extremadamente sensibles al sabor amargo característico del brócoli o las coles de Bruselas, por ejemplo, revelaron expertos de la Universidad de Connecticut.

Un nuevo estudio de la Universidad estadounidense planteó que la sensación de vómito que ciertas verduras pueden provocar en algunas personas no es porque sean “quisquillosas”, sino porque tienen predisposición genética a probar alimentos de manera diferente, con lo que se convierten en un “súper catador”.

Desafortunadamente, se destacó en la investigación, ser un “súper catador” no hace que todo sepa mejor y, de hecho, puede hacer lo contrario.

“Los súper catadores son extremadamente sensibles al sabor amargo de muchas verduras de hoja verde oscuro, como el brócoli, la coliflor, la col y las coles de Bruselas.

“La persona que tiene esa propensión genética obtiene más del sabor a azufre de, por ejemplo, las coles de Bruselas, especialmente si se han cocinado en exceso”, explicó Valerie Duffy, profesora de la Universidad de Connecticut, durante la presentación, de los resultados de su estudio en la reunión anual de la American Heart Association.

La experta en el estudio del sabor, preferencia y consumo de alimentos expuso que por lo regular cuando a una persona no le gusta una verdura amarga suele generalizar y llegar a la conclusión de que no le gusta ningún vegetal, hortaliza o legumbre.

“Si le preguntas a esa gente ‘¿te gustan las verduras?’ por lo general dicen ‘no o sí, no me gusta esto, pero me gustan esto otro’. A la gente (común) le gustan las verduras o no”, indicó la especialista, según un reporte de la cadena estadounidense CNN.

De acuerdo con la investigación, las personas con el “gen amargo” tienen 2.6 veces más probabilidades de comer menos vegetales que quienes no tienen ese gen.

“Queríamos saber si la genética afectaba la capacidad de las personas que necesitan comer alimentos saludables para el corazón al comerlos”, detalló, por su parte, Jennifer Smith, autora del estudio, estudiante de un post-doctorado en ciencias cardiovasculares en la Facultad de Medicina de la Universidad de Kentucky.

“Si bien no vimos resultados en el tipo de gen para el sodio, el azúcar o las grasas saturadas, sí vimos una diferencia en las verduras”, afirmó Smith, aunque consideró que un mal sabor también tiene que ver con el olor, tacto, textura y temperatura de la comida.

“Es muy difícil separar el sabor del resto. Entonces, cuando cualquiera de nosotros dice que la comida sabe bien, estamos reaccionando ante una sensación compuesta. Incluso nuestra saliva puede ingresar a la mezcla, creando formas únicas de experimentar la comida”.

Duffy explicó que cuando llegamos a la mesa “no percibimos el sabor de la comida o el sabor de la comida por igual, ya que algunas personas perciben los sabores de alimentos por colores pastel, en comparación con otros en un neón más vibrante, lo que podría explicar algunas de las diferencias por nuestra preferencia a ciertos alimentos”.