Los Ángeles, (EFE News).- Si hay una cinta que ha dejado perplejo al público del Festival de Sundance es sin duda “The Pink Cloud”. Un filme rodado en 2019, cuando el coronavirus no estaba ni en la imaginación, que describe a la perfección las secuelas de un duro confinamiento por una amenaza climática.
“Me llaman profeta”, bromea su directora, Iuli Gerbase. A pesar de que escribió el guion en 2017 y el rodaje se terminó en 2019, su película encapsula en una hora y media de sutil ciencia ficción muchos de los sentimientos que la población ha enfrentado por la falta de vida social, la ausencia de certezas y las restricciones a la libertad.
Gerbase, cineasta brasileña, imaginó la llegada de una nube rosa compuesta de un gas tóxico que es capaz de matar en apenas segundos y que obliga a ciudadanos de todo el mundo a confinarse en sus casas, con quien quiera que estén ese día, para evitar salir a la calle. Pero la situación se alarga más de lo previsible.
La idea suena tan oportuna que la directora insiste en que la película ya estaba prácticamente terminada antes de que comenzara la pandemia. Así lo atestiguan el propio Festival de Sundance y los productores de la cinta.
“Cualquier parecido con la actualidad es pura coincidencia”, reza un eslogan impreso en el cartel que se repite al inicio de la proyección.
“The Pink Cloud” sigue a una pareja, Yago y Giovana, que acaba de conocerse y que tras pasar una noche juntos recibe la alerta de las autoridades para que cierren todas las ventanas. A otras personas la amenaza les pilla en el supermercado, en un encuentro con amigos o en plena visita de su enfermero.
Pero, en lugar de narrar una historia de terror con tintes apocalípticos, Gerbase construye un reflejo minimalista de los desafíos mentales que enfrentan sus protagonistas.
“No quería hacer algo apocalíptico. Al comienzo de la historia los protagonistas tienen garantizado el suministro de comida y necesidades, es una exploración psicológica”, define la directora en una charla con Efe.
Mientras Yago se adapta a las circunstancias con una docilidad rotunda, Giovana se muestra reacia a reconocer su nueva realidad. La pareja, creada por la fuerza de las circunstancias, equilibra las dos caras de una misma moneda: Indignación y resignación.
“Me alegra leer críticas que ven más cosas en la trama, además de su similitud con el coronavirus”, explica.
La bonita y destructiva nube rosa puede ser poco creíble (el aire se filtraría por las rendijas de las ventanas) o inverosímil (pasan años y no hay forma de entenderlo), aunque la trama escapa de estas inconsistencias al reducir la amenaza a una simple excusa. Sirve de fondo sobre el que desplegar la respuesta del ser humano ante lo imprevisto.
El “enemigo” está abierto a mil interpretaciones, que lejos de ser un virus o una consecuencia del cambio climático (como algunos de sus espectadores han señalado), refleja sencillamente “las opresiones a las que el ser humano se ve sometido”.
Por ejemplo, Giovana busca reencontrarse con la identidad que ha perdido después de formar una familia a la que no está segura de querer pertenecer, mientras su pareja asume el estereotipo masculino de padre y marido controlador parar elevar una autoestima perdida por la falta de control.
Hay algo de profético en la cinta de Gerbase: Problemas comunes acelerados por unas circunstancias que se desarrollan entre videollamadas interminables, la demencia de las redes sociales y brotes de desidia o rebelión que movilizan a los seres humanos.
La cineasta espera que pronto se distribuya comercialmente la película mientras prepara otra historia de ciencia ficción que repita la misma fórmula de terror, costumbrismo y sencillez que derrocha “The Pink Cloud”.