Por Andrés Oppenheimer
Cuando se habla de Venezuela, o de América Latina en general, hay algo que pocos toman en cuenta: los países más grandes de la región tendrán elecciones en los próximos 12 meses, lo que podría cambiar el mapa político del continente. Entre ahora y octubre de 2018, habrá elecciones presidenciales en Chile, Colombia, México y Brasil.
Y muchas de estas elecciones se llevarán a cabo en medio de un clima de desencanto con la democracia, y de creciente ira hacia la clase política por su incapacidad de terminar con la corrupción y el crimen organizado, lo que será un terreno fértil para los populistas.
Una encuesta presentada en Miami esta semana por el Proyecto de Opinión Pública de la Universidad de Vanderbilt muestra datos preocupantes. La encuesta de 29 países, conocida como Barómetro de las Américas 2016/2017, dice que el apoyo a la democracia en la región ha caído del 66.4 por ciento hace dos años al 57.8 por ciento hoy.
Es el apoyo más bajo a la democracia desde que el Barómetro de las Américas comenzó a realizar encuestas anuales en la región en 2004. Lo que es más, algunos de los niveles más bajos de apoyo a la democracia se dan en los países más grandes: sólo el 49.4 por ciento de los mexicanos y el 52.4 por ciento de los brasileños creen que la democracia es el mejor sistema político.
La encuesta muestra que casi el 38 por ciento de los latinoamericanos apoyaría un golpe de Estado si eso ayudaba a combatir el crimen y la corrupción.
Tras el triunfo del presidente populista Donald Trump en Estados Unidos y los avances de partidos populistas en Alemania y otros países europeos, hay que preguntarse si América Latina seguirá el mismo camino con la elección de nuevos líderes populistas.
Podría suceder. En México, el candidato populista de izquierda y ex alcalde de México, Andrés Manuel López Obrador, lidera en las encuestas para las elecciones presidenciales del 1 de julio de 2018. López Obrador podría beneficiarse del sentimiento nacionalista generado en México por el muro fronterizo de Trump y las continuas agresiones del presidente estadounidense hacia los indocumentados mexicanos.
En entrevistas recientes, López Obrador hizo todo tipo de piruetas retóricas para evitar criticar al dictador venezolano Nicolás Maduro.
En Colombia, algunas encuestas están colocando al candidato populista de izquierda y ex alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, en primer lugar entre más de 20 contendientes para las elecciones presidenciales del 27 de mayo de 2018.
En Brasil, el congresista populista de derecha Jair Messias Bolsonaro está también entre los principales candidatos en las encuestas para las elecciones de octubre de 2018. Un ex oficial militar, Bolsonaro ha elogiado la dictadura que gobernó su país en los años 1960.
¿Qué pasaría en el escenario improbable, pero posible, de que ganen los candidatos populistas en México, Brasil y Colombia?
“El peligro es que los populistas aprovechen el desencanto de la gente con la democracia, se presenten como salvadores de la patria y destruyan las instituciones democráticas para acaparar poderes absolutos”, dice Frank Mora, director del Centro Latinoamericano y del Caribe de la Universidad Internacional de Florida.
Económicamente, una nueva ola de populismo autoritario en América Latina amenazaría la incipiente recuperación de la región, entre otras cosas porque asustaría a muchos inversionistas. Los inversionistas legítimos prefieren países con instituciones fuertes en lugar de hombres fuertes que cambian constantemente las reglas del juego.
Políticamente, especialmente si López Obrador ganara en México y Petro en Colombia, podríamos ver el fin del creciente consenso latinoamericano para exigir un retorno a la democracia en Venezuela. Por lo menos, marcaría el final del denominado Grupo de Lima, el grupo de 12 países, incluyendo México, Brasil, Argentina, Colombia y Perú, que han exigido conjuntamente la re-democratización de Venezuela.
Es demasiado pronto para decir si todo esto sucederá. Pero no es demasiado pronto para predecir que la ventana de oportunidad para ejercer una presión regional colectiva sobre Venezuela se está reduciendo. Si la región no aumenta sus sanciones diplomáticas contra el régimen dictatorial venezolano para exigir un regreso a la democracia ahora, podría ser mucho más difícil hacerlo dentro de 12 meses.