¿Debatir o no debatir?

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A fuerza de ver tantas situaciones sin precedente en el actual proceso electoral mexicano, que además se presentan con extraordinaria rapidez, en ocasiones hay poca oportunidad de reflexionar lo que está ocurriendo y la especial batalla que brindan los principales actores de la contienda que, por primera ocasión abarca en Tamaulipas un proceso que involucra la candidatura a presidente de la República, senadores, diputados federales y alcaldes que, además, éstos últimos, por primera ocasión tienen la oportunidad de reelegirse tras haber fungido por un periodo de solamente dos años.

Las disposiciones legales marcan, además, algo que en muchos países seria imposible de entender en materia electoral: Un periodo de inactividad proselitista oficial, precedida por la llamada pre campaña y lo que será formalmente la campaña, donde además, los candidatos pueden hablar de si mismos y su partido, pero no pueden pedir el voto, cuando todos sabemos que si hablan es precisamente para tratar de obtener  votos.

Ese periodo, denominado ya como “intercampaña”, se supone, es para prepararse para la campaña, de quienes a esta alturas, cuando menos en lo que corresponde a las candidaturas presidenciales, ya están perfectamente definidos los nombres de quienes serán los contendientes. Los candidatos independientes ya solicitaron casi todos su registro, pero sin decir que se lo negarán a alguno de ellos, aun no se los han confirmado.

Pero al margen de las fieras acusaciones que se están haciendo a los candidatos Ricardo Anaya y José Antonio Meade, un tema que  se volvió materia de discusión, inicialmente, para dar paso a una solicitud formal al Instituto Nacional Electoral por parte del PRI, fue la demanda de que existiera la posibilidad de desarrollar debates, los cuales, si bien están establecidos como parte del proceso obligatoriamente en las campañas no estaba previsto que fuese de igual manera en la intercampaña. Esto finalmente, como se sabe, fue ya autorizado.

Desde luego, la historia ya la conocemos, los que solicitan debate son generalmente los que tienen menor aceptación, de acuerdo a las encuestas, quienes en un esfuerzo por obtener números favorables mediante ese recurso requieren la “confrontación de las ideas”, máxime cuando se consideran contar con dotes extraordinarios de tribunos o de una acrisolada intelectualidad que les permita lucirse e influir en la ciudadanía para ser favorecidos, en principio, con una mayor en las encuestas, pero con el objetivo final de lograr el número de votos el día de la elección que les permita salir ganadores.

Todo indica que no habrá los ansiados (Por unos) debates en esta etapa y que tendremos que esperar a los que marca la ley para ver frente a frente a os tres candidatos de coaliciones y los independientes que sobrevivan al escrutinio de que actualmente son objeto par lograr su registro definitivo.

Cabe señalar que el debate debe de ser un ejercicio imprescindible en cualquier contienda electoral que da oportunidad, cuando está bien planteado, de medir la capacidad, conocimiento, preparación y recursos de los candidatos.

Pero lo anterior, además, es aplicable a todos los niveles y muchos ciudadanos no solamente normarán su criterio, sino que disfrutarían ver debatir a los candidatos a alcaldes, diputados y senadores. Ojalá así sea.