Nueva York, (EFE).- Un documental titulado “Scream of my blood”, que cuenta la formación y trayectoria del grupo de “gipsy punk” Gogol Bordello, tuvo su estreno mundial en el Festival de cine de Tribeca de Nueva York, con un público entregado entre los que abundaban los admiradores de la banda.
El documental, dirigido por Nate Pommer y Eric Weinrib, tiene como protagonista absoluto a Eugene Hütz, cantante y fundador del grupo en 1999 y que en sus casi 25 años de carrera no ha perdido ni la frescura ni la inocencia con la que creó una banda que sigue en activo.
En Gogol Bordello caben todos los instrumentos de una orquesta gitana europea -acordeón, trombones y violines-, pero la actitud gamberra e imprevisible en el escenario los emparenta con la cultura punk que Hütz mamó en su adolescencia en Kiev y luego en Estados Unidos, con unos conciertos donde el público, no se sabe si baila o se empuja.
Esta curiosa amalgama musical es replicada por una banda por la que han pasado músicos de Ucrania, Rusia, Ecuador, Brasil, Etiopía, Corea, Brasil y Estados Unidos, entre otros países, en una mezcla de lenguas y culturas musicales que fuera de Nueva York es difícil imaginar.
UN INQUIETO JOVEN POSTSOVIÉTICO
El documental comienza con un Hütz adolescente y que ya en Kiev era un muchacho que despreciaba la cultura soviética declinanTe y se sentía inclinado por las bandas occidentales de rock duro, pero cuando su familia tuvo que ser evacuada tras el accidente de la central nuclear de Chernóbil fue a refugiarse con parientes en una zona rural donde descubrió la energía de la música campesina y gitana.
Con ese bagaje mixto, Hütz (entonces con 16 años) y su familia emigran luego a Estados Unidos y él comienza a frecuentar los “antros” donde se reunía el movimiento punk, entre ellos el mítico CBGB, y aunque le atrae su estética y su música, termina formando grupos con un espíritu mucho más festivo y menos oscuro que el punk.
Incluso se acerca a los clubes rusos o búlgaros de Estados Unidos donde “pesca” a algunos de sus músicos, que por su lado están cansados de replicar las eternas melodías de sus países de origen y agradecen el salto de libertad que les ofrece Hütz.
Forma varios grupos con su impronta, y finalmente en 1999 bautiza su banda como Gogol Bordello: sus conciertos, siempre en salas alternativas, terminan siempre en una juerga monumental, y poco a poco comienzan a ser conocidos hasta que en 2001 despegan definitivamente con un concierto en Central Park que los muestra al gran público.
SE CODEA CON LOS GRANDES SIN DEJAR DE SER ÉL
Comienza entonces una frenética carrera en la que se codean con Manu Chao, con Iggy Pop y hasta con Madonna -han cantado juntos “La isla bonita”-, y un año concreto llegan a dar 200 conciertos, hasta que Hütz siente que no da más de sí y se retira a Brasil, donde durante 2 años aprende a desconectar y meditar, sin cortar con su banda.
Gogol Bordello se convierte en un grupo de audiencias masivas que da conciertos por Europa y América Latina, pero en 2022 estalla la guerra en Ucrania y Hütz siente la llamada de la sangre: se traslada con parte de su banda a Ucrania y canta en cuarteles y campos de refugiados, momentos que recoge la cinta.
La película termina con una reflexión de Hütz sobre el sentido de la música: “No puede cambiar el mundo -dice en referencia a la guerra de su país- pero al menos puede aportar algo de magia”. Y para que no parezca demasiado poético en la boca de un punk, añade: “Para mí la música es dinamita”.
Al término de la película, que fue recibida con una gran ovación, Eugene Hütz, el violinista Serguei Riabstev (ruso) y el percusionista ecuatoriano Pedro Erazo, que son los tres miembros más estables de la banda, salieron a dar un mini concierto que puso a todo el mundo a bailar. No hubo empujones porque no se servía alcohol.