Doha, (EFE).- Una de las características casi definitorias del pop en el mundo árabe es el uso del dialecto egipcio como vehículo universal para llegar a un público potencial muy extenso (más de 300 millones de hablantes nativos) pero cuyo lenguaje popular, que no el oficial, está fragmentando en dialectos ininteligibles entre sí.
O dicho de otro modo, los cantantes del mundo árabe que quieren triunfar más allá de sus fronteras lo hacen adoptando el “marsi”, el árabe coloquial que se habla en Egipto y que es una especie de lengua franca para todos los arabófonos en lo referente a cultura popular.
Esto es fruto tanto del peso demográfico de Egipto en el mundo árabe (por mucho, es el país más poblado) como del hecho de que El Cairo ha sido el centro de la vida cultural de la región desde hace siglos y sus músicos, programas de televisión y cine han dominado ampliamente la producción audiovisual en este idioma.
Sólo Argelia y Marruecos, con fuerte influencia de la diáspora en Francia, tienen un “circuito” de pop propio y muy activo en sus dialectos locales, pero poco o nada influyente en el resto del mundo árabe. Sólo cuando cantan en “marsi” sus canciones son susceptibles de convertirse en verdaderos “hits” desde Adén a Casablanca.
Eso no quiere decir que no haya música en árabe clásico o “fusha”, la lengua oficial y formal de todos los países del Norte de África y Oriente Medio, pero las producciones en ese idioma -que no todos los habitantes de la región dominan – se limitan a géneros muy tradicionales, más parecidos a un recital de poesía que a la música popular contemporánea.
REDES
La distribución de la música pop también ha sufrido la crisis causada por la llegada de las plataformas digitales, la abundancia de opciones gratuitas y los cambios en el uso y disfrute de la música que trajo el advenimiento de Internet.
Youtube es la fórmula favorita para acceder a la música y es normal ver a los jóvenes en las tiendas o los cafés poner la música a través de un ordenador, una opción importante en países como Egipto, donde la pobreza abunda y no es tan fácil acceder a otras formas de entretenimiento.
Otros jóvenes árabes y los no tan jóvenes, también disfrutan de la música a través de aplicaciones como Spotify, Amazon Music o Anghami, un servicio de música de pago de origen saudí que con mucho es la más usada en la región.
A día de hoy, un vistazo por esta aplicación revela la popularidad de los músicos egipcios en el mundo árabe, con artistas como Ahmed Saad o Wegz dominando las listas de éxitos.
Saad, cuyo hermano Amr es un popular actor de cine y cuyas vicisitudes amorosas llenan las páginas de sociedad de los diarios y se discuten en las redes sociales, es el artista más escuchado en Emiratos Árabes, Kuwait, Catar, y Egipto, mientras que también está en el “Top 3” de Jordania y Arabia Saudí con sus temas “El youm el helw dah” (“Qué bonito el día de hoy”) y “Wasa3 Wasa3” (“Déjame pasar, déjame pasar”).
La estrella máxima, sin embargo, sigue siendo Amr Diab, que con más de sesenta años de edad está en el “Top 10” de todos los países de la región con “Mn 6 Le 9” (“Desde las 6 hasta las 9”).
ESTRELLAS INTERNACIONALES
Diab, que recibió en 2016 el récord Guinness por ser el artista de Oriente Medio que ha ganado más premios por ventas de discos en todo el mundo, es además un reclamo y un valor cultural acostumbrado a brillar en los grandes eventos en la región.
Abrió los Juegos Olímpicos Africanos con una actuación en 1991 sorprendiendo al mundo al cantar en tres idiomas -inglés, francés y árabe- y recientemente actuó en el primer partido del estadio Lusail de Doha, con capacidad para más de 80.000 localidades y que acogerá la inauguración y la gran final del Mundial de Catar de este año.
“He estado en otros conciertos de Diab, aunque no sepas árabe, tiene muy buen ‘rollo’. La música es para todos, aunque no entiendas el idioma”, destaca Sarah, una egipcia de 23 años que acudió ataviada con su bandera a la actuación en la inauguración del coliseo catarí.
Sarah no es la única. Su espectáculo de luces y pirotecnia contagia. Espectadores cantando a coro, aplaudiendo y bailando en sus butacas las canciones de la estrella que no paró de moverse en un escenario futurista ubicado en uno de los fondos del estadio, diseñado por el estudio de Norman Foster.
Como era de esperar en una región tan conservadora como Oriente Medio, los temas sexuales o relativos a drogas o alcohol están ausentes en la música popular, y lo máximo que se llega a cantar es sobre tomar la mano o pasear juntos del brazo.
Lo que sí abunda es el uso del ambiguo término “habibi”, una referencia que según el contexto o la interpretación personal de cada uno puede ser “amigo”, “amante”, “esposa” o “novia”.
Así, los y las cantantes en árabe salen de paseo, piden citas, viajan, bailan, se bañan en el mar o prácticamente hacen casi cualquier cosa con sus “habibis”, sin que nunca quede claro a quién y a qué se aplica ese término.
Pero poco a poco la tradicional música árabe va abriendo nuevas vías de comunicarse, sobre todo con un público más juvenil.
“Creo que la música de fuera es mejor, me gusta más”, apunta Zian, de apenas 16 años, a pocos minutos de la actuación de Diab en Doha.
Para el joven, “la música árabe es muy buena” y aplaude que las letras y el contenido de los temas “estén cambiando en los últimos años” para hacerse más actuales. No obstante, espera que se vayan adaptando a otros ritmos: “Quizás Salsa como en Latinoamérica, reggaetón, rap o pop. Estaría muy bien ver a los cantantes árabes hacer este tipo de música. Ahora son muy pocos. No se hace realmente”, añade.
Tradición, conservadurismo y ritmos que no resisten a las dictaduras de las modas y que auguran un futuro musical en la región que hablará un árabe reconvertido al dialecto universal. EFE
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