Miami, (EFE).- Madre de una víctima de la heroína y viuda del científico que desarrolló el antídoto para las sobredosis, Joy Stampler es una defensora a ultranza de la despenalización de las drogas y de un trato digno para los “enfermos” que las consumen en un país abrumado por la crisis de los opioides.
“Lo deberían tener consigo hasta los vendedores de drogas”, dice Stampler con un envase del medicamento narcan (naloxone) en la mano al inicio de una entrevista con Efe en Miami Beach, donde reside.
Su difunto esposo, Jack Fishman, fue uno de los científicos que desarrolló el naloxone, comercializado con el nombre de “narcan” y usado en todo el mundo, principalmente en forma de nebulizador nasal, para salvar la vida de quienes sufren una sobredosis.
Ver cómo la persona que parece muerta “resucita” en cuestión de segundos hace que el narcan parezca magia, reconoce Stampler, quien señala con pesar que si en 2003 hubiera estado al alcance del público, su hijo Jonathan podría estar hoy a su lado.
“La muerte de mi hijo me hizo darme cuenta de que tenía que salvar las vidas de otros·, subraya esta mujer que dice obtener fuerza e inspiración de sus “dos héroes”: Jonathan Stampler y Jack Fishman.
LA MAGIA DE RESUCITAR
Stampler aclara que ella y su hija Julie no reciben “un centavo” por las ventas de un producto del que no tienen la patente.
El narcan está avalado por la Administración de Alimentación y Medicamentos de EE.UU. y la Organización Mundial de la Salud y “no tiene efecto secundario alguno”, subraya.
Madre e hija promueven desde hace años que no solo los paramédicos y los policías que patrullan las calles deberían llevar consigo un spray de “narcan”, sino también organizaciones civiles, instituciones y hasta particulares.
Aunque las más 100.000 muertes por sobredosis registradas en EE.UU. en un periodo de doce meses, de mayo de 2020 a abril de 2021, un 28,5 % más que en el mismo periodo de 2019-2020, son una dolorosa prueba de la importancia de contar con un antídoto, el precio del narcan (95 dólares) no ayuda.
Según los datos provisionales de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU, los opioides y principalmente el fentanyl, una de las sustancias usadas por los traficantes para mezclar con heroína, fueron los causantes de casi dos tercios de las muertes por sobredosis.
Es una tragedia cada vez mayor a pesar de que hoy existen herramientas para evitar muchas de esas muertes, dice Stampler.
No solo existe el naxolone, sino el suboxone, que se usa para tratar la adicción a los opioides, además hay unas tiritas reactivas que, antes de consumir droga, permiten conocer si contiene fentanyl y cuanto, para de esa manera ajustar la dosis y evitar una sobredosis, enumera.
PRIMERO PARAR LAS MUERTES
Para Stampler, el primer objetivo al que apuntar a la hora de enfrentar realmente la crisis de opioides debería ser tratar de reducir al máximo las muertes que están causando, dice a Efe.
Su postura no es algo que todo el mundo comprende, reconoce esta activista que, a través de una fundación y junto a su hija Julie, está volcada en mejorar la vida de los que “usan sustancias” y concienciar a la sociedad de que son “enfermos”.
“No se puede meter a gente enferma en la cárcel”, subraya.
Sin embargo, según la Drug Policy Alliance, de cuya junta directiva forma parte Stampler, uno de cada cinco reclusos en EE.UU., que tiene una población penitenciaria de 2,3 millones de personas, está preso por drogas.
Solo en 2020 se detuvo a 1.155.610 personas por drogas, una amplia mayoría de ellas por posesión para uso personal, y del total de detenidos un 24 % eran afroamericanos, según la misma organización.
Las cifras “desgarradoras” de muertes por sobredosis en el país son “una prueba más de que la criminalización y los enfoques de aplicación de la ley por motivos raciales a las drogas no están funcionando”, señaló Maritza Pérez, directora de uno de los departamentos de la alianza.
Stampler asegura que muchas personas en EE.UU. piensan que los consumidores de drogas son “basura” y no se merecen que la sociedad haga algo por ellos.
Como ejemplo menciona que a pesar de que el “narcan” no es un medicamento para el que se necesita tener receta, en algunas farmacias les dicen a quienes lo reclaman que muestren la orden del médico o los engañan diciéndoles que no les queda. La razón: “no les gusta que haya algo que mantiene con vida a personas que a su juicio deberían morir”.
Para ayudar a un cambio de mentalidad en la sociedad respecto al problema del consumo de drogas y acabar con el “estigma”, Stampler pide “cambiar el lenguaje” y no usar más términos como “drogadicto”, “toxicómano” o “junkie” o decir que una persona está “limpia”.
La fundación de Stampler, que cuenta con una maestría en psicología y es copresidenta del llamado Comité Miami de Human Rights Watch, ayuda a los consumidores de droga de Miami a obtener jeringas nuevas a cambio de las viejas y les proporciona pruebas para la hepatitis C y el HIV, y tratamiento si lo necesitan, curas para abscesos y heridas y plazas en un hospital para una desintoxicación médica asistida.
Stampler defiende que la solución para el problema general de la drogas en el mundo es la despenalización. “Es la medida correcta”, dice y menciona el ejemplo del estado de Oregon, donde drogarse no es un acto criminal.