Para La Red Hispana
El horror de la masacre se hizo viral.
El adolescente asesino no se conformó con masacrar a sangre fría a 10 clientes del supermercado Tops de Buffalo, Nueva York, y herir a una cantidad similar, sino que transmitió las grotescas imágenes a través de una cámara de video montada en su casco militar. La mayoría de las víctimas eran afroamericanas y en el barril de su rifle de asalto tenía grabada una consigna racista.
La tragedia guarda una similitud espeluznante con otra masacre, la del supermercado Walmart de El Paso, Texas en 2019, donde murieron 23 personas, la mayoría hispanas, incluidos 8 mexicanos. En ambos casos el autor fue un joven blanco, con probables problemas mentales y motivado por una ideología violenta, racista y supremacista con la misión de exterminar principalmente a víctimas de las minorías.
Las dos masacres tuvieron su origen en la teoría supremacista de “El Gran Reemplazo”, una supuesta cábala para sustituir a la poblacion blanca europea de Estados Unidos, mediante la migración desenfrenada de países de mayoría latina o negra, o a través de los matrimonios interraciales o la violencia.
Se trata de la punta del iceberg de una amenaza a la seguridad pública: el Southern Poverty Law Center monitorea desde Memphis las actividades de 733 grupos de odio en la geografía de Estados Unidos, algunos de los cuales se habían mantenido en la oscuridad de sus sótanos, hasta que se sintieron arropados por las proclamas xenofóbicas de la era Trump.
Correctamente, el Departamento de Justicia está investigando este asunto como un crimen de odio y un acto de extremismo violento por motivos raciales y se comprometió a realizar una investigación exhaustiva y expedita sobre este tiroteo. También, a buscar justicia para las víctimas inocentes. La pregunta obligada: ¿Es eso suficiente?
Me atrevo a pensar que frenar la hemorragia de muertes innecesarias por la violencia racista requiere de un cambio legal, cultural y de una más agresiva política de vigilancia del FBI. Es entendible que los “lobos solitarios” son los más difíciles de detectar, pero en varios casos han surgido focos rojos en las redes sociales que han pasado desapercibidos por las autoridades.
Ni la masacre de niños de la Escuela Primaria Sandy Hook hizo posible el restablecimiento de la Prohibición Contra las Armas de Asalto. En el Congreso, demócratas y republicanos siguen culpándose mutuamente de la inacción. Mientras tanto sigue aumentando el número de víctimas que mueren en tiroteos cometidos con armas de asalto estilo militar.
Si usted cree que los políticos deben hacer más, las elecciones de noviembre son una excelente oportunidad para elegir a candidatos que apoyen regulaciones sensibles en el tema de las armas de fuego, no sólo en el Senado o la Cámara Baja sino en legislaturas estatales y condados. Es hora de decir, con el voto, alto a las armas que facilitan la violencia racista.