Miami, (EFE).- La científica hondureña María Elena Bottazzi fue nominada al Nobel de la Paz por una vacuna anticovid para la India, que según dice a Efe, es la primera para los pobres, sin limitaciones de patentes, de bajo costo y dirigida a cerrar las “brechas de equidad” global y a “descolonizar”.
La microbióloga cuenta que el entendimiento del mundo que le dan sus raíces latinas fue una ayuda a la hora de crear el modelo científico y social por el que ella y su equipo del Hospital Infantil de Texas (EE.UU.) han sido propuestos para el Nobel.
Bottazzi subraya que desde hace más de dos décadas el Centro de Desarrollo de Vacunas de ese centro hospitalario ha tenido la misión de desarrollar inmunizaciones contra “las enfermedades de la pobreza”, como son los parásitos intestinales, el mal de Chagas y la esquistosomiasis, como también los coronavirus.
Dice que su idea desde que vivía en Honduras es romper el ciclo de estas “enfermedades tropicales desatendidas” que causan grandes secuelas crónicas entre personas de escasos recursos, sin seguridad sanitaria, sin educación y que suelen vivir viven en zonas remotas.
Dichas dolencias mantienen a muchas personas con “una morbilidad de salud que no logran realmente avanzar y ser productivos en la sociedad”, se lamenta.
LA INDIA, EL TERRITORIO DE CORBEVAX
Entre las vacunas que ha diseñado con su equipo está una para la covid-19, Corbevax, que comenzó este año a distribuirse en la India, tras su aprobación el pasado 28 de diciembre por los reguladores de ese país.
Esta iniciativa, que produjo una vacuna segura, eficaz y barata, llevó a Bottazzi y a Peter Hotez, con quien comparte la dirección es del Centro para el Desarrollo de Vacunas del Hospital Infantil de Texas, a ser nominados este año al Premio Nobel de la Paz por la congresista estadounidense Lizzie Fletcher.
Bottazzi asegura que se trata de un modelo que va más allá de lo científico, porque incluye “forjar” alianzas con gobiernos, organizaciones civiles y sector privado para llegar a los países más pobres.
Subraya que “removieron” obstáculos de propiedad intelectual y patentes y buscaron crear una producción a gran escala “que pudiera realmente usarse en muchos lugares alrededor del mundo”.
“Sabíamos que lo que queríamos hacer era una vacuna que eventualmente fuera realmente de ciencia abierta, de transferencia abierta, con las mínimas barreras para que otros las pudieran replicar y que en efecto fuera de bajo costo. Y lo logramos”, señala con orgullo.
Botazzi subraya que “Corbevax es la primera vacuna que es de posible acceso global y que va a venir realmente a cerrar las brechas de equidad de acceso a las vacunas de covid”.
El concepto, enfatiza, es “realmente traer todo el ecosistema, ya sea científico, tecnológico, social gubernamental, comunidad, para hacer el bien”.
En sus palabras, es descolonizar, “crear soluciones indígenas para problemas indígenas”, no esperar que países de altos ingresos digan qué es lo que hay que hacer para resolver una pandemia, “sino crear la autosuficiencia”.
Sobre la nominación al Nobel indica que ya es una “responsabilidad de seguir luchando especialmente por aquellos más desafortunados”.
Asegura que haber nacido en Italia, crecido en Honduras y educado en EE.UU. influyó en su trabajo.
El haber crecido en “un país (Honduras) que obviamente ha pasado por muchos ciclos de dificultades” encaminó sus estudios y le ha ayudado a “mantener siempre un poco las realidades del mundo, de tener compasión al mismo tiempo”.
LA DIPLOMACIA DE LA VACUNOLOGÍA
A diferencia de otras vacunas como las de Pfizer o Moderna, laboratorios que no comparten sus recetas, la vacuna, producida por el fabricante indio Biological E, que le dio el nombre de Corbevax, podrá estar disponible para cualquier nación que la pueda fabricar.
Para Bottazzi, se trata de la “diplomacia de la vacunología”: su equipo la ideó, la dieron a una empresa que la fabricó, trabajaron de forma “transparente” juntos y “al final terminó siendo un producto cuyo dueño es prácticamente la población de la india”.
Sobre Corbevax, diseñada junto con Hotez, quien es también decano de la Escuela Nacional de Medicina Tropical en Baylor College of Medicine, Bottazzi dice que es “altamente” segura y protectora.
Cuenta que desde marzo de 2020 ya tenían un prototipo de la vacuna porque desde hacía varios años el centro tiene un programa específico de estudio de los coronavirus y conocían mucho de estos patógenos.
“Sabíamos que la proteína espiga era un blanco muy importante”, dice.
Agrega que pese a que todas las vacunas han tratado justamente de bloquear y neutralizar esa proteína, la de ellos no recibió el interés científico.
Corbevax utiliza la misma tecnología que la vacuna contra la hepatitis B, de proteínas recombinantes, que no usa el virus, es vegana y carece totalmente de residuos animales o humanos.
Se trata de un proceso de producción sintética en el laboratorio con el uso de levaduras, como se usa en la cerveza, pero en este caso la codifican para que produzca una réplica de la proteína espiga para presentarla al sistema inmune.