Miami, FL — Nicolás Maduro es un dictador ilegítimo que se ha aferrado al poder mediante la opresión y el miedo. Los venezolanos ya se han pronunciado: eligieron democráticamente un nuevo liderazgo en Edmundo González Urrutia y María Corina Machado; y hasta ahora Maduro se ha negado a una transición pacífica del poder. Su tiempo se agotó, y Estados Unidos debe hacer todo lo posible para garantizar que la democracia prevalezca.
Conozco el dolor y la resiliencia de los venezolanos: familias destrozadas, voces silenciadas, sueños postergados. Como venezolano-americano, estoy profundamente comprometido con apoyar los esfuerzos para restablecer la libertad y la dignidad en Venezuela y poner fin al sufrimiento de su gente. Durante años, los venezolanos han enfrentado la violencia, censura, el hambre y el desmantelamiento sistemático de su democracia a manos de un régimen autoritario que se ha transformado en un narcoestado; uno que desestabiliza la región, socava los intereses de seguridad de Estados Unidos y apuntala a otros autócratas en Cuba y Nicaragua que continúan reprimiendo a su gente.
Pero la forma en que actuamos es crucial. Estados Unidos es una democracia. Cualquier acción, especialmente una tan seria como una operación militar, debe basarse en la transparencia, la rendición de cuentas y la supervisión. El Congreso debe ser parte de esta ecuación.
Eso es lo que nos distingue de dictadores como Maduro. Nuestra fortaleza como nación reside no solo en nuestro poder, sino también en nuestros principios, en nuestro compromiso con el estado de derecho, la democracia y los derechos humanos. Los venezolanos merecen libertad, y cualquier acción de Estados Unidos en la región debe reflejar lo mejor de lo que somos como estadounidenses.

