Maribel Hastings
A días de que Donald Trump asuma la presidencia por segunda ocasión, aumentan las expectativas sobre cuáles serán las órdenes ejecutivas migratorias que girará y si las amenazas de deportaciones masivas se concretarán de inmediato.
Pero a veces las promesas de campaña no son tan fáciles de implementar una vez se está en el poder y comienza a lidiarse con la realidad presupuestaria, la falta de infraestructura, de personal, además de las consecuencias que operativos de detenciones y deportaciones a gran escala comiencen a tener sobre la economía, las comunidades, las familias, o los niveles de apoyo a un político. La vergonzosa política de Trump de separación familiar en la frontera se vino abajo tras revelarse el desgarrador audio de niños llorando tras ser literalmente arrancados de los brazos de sus madres y padres.
El expresidente de la Cámara Baja, Newt Gingrich, afirmó en una entrevista con The Guardian que es probable que los planes de deportar en masa a indocumentados o incluso personas que tienen documentos vayan a concretarse del todo.
“Me sorprendería mucho si ves algún esfuerzo significativo para un cambio en las reglas del juego para las personas que están aquí legalmente. Simplemente creo que hay una facción muy pequeña del partido (Republicano) que está furiosamente interesada en esto”, afirmó Gingrich.
Y agregó que el apoyo del público a las deportaciones masivas se “derrumbaría” una vez surjan historias “sobre madres o bebés o niños deportados”.
Gingrich, claro está, es parte de un Partido Republicano pre Trump y el movimiento MAGA, y el recién electo presidente insiste en que las deportaciones masivas serán una realidad seleccionando a los funcionarios más antiinmigrantes para liderar el proceso, incluyendo a Tom Homan como “zar” de la frontera, y Stephen Miller como encargado de política pública en la Casa Blanca.
Todavía Trump no asume el cargo y ICE ya está haciendo rondas y deteniendo inmigrantes en zonas agrícolas, tanto en los campos como en las carreteras aledañas.
Pero me pregunto si, una vez Trump asuma la presidencia, el rechazo de los agricultores a que le deporten la mano de obra que requieren para sembrar, recoger, procesar y empacar sus productos tendrá algún peso en sus planes. Si se disparan los precios de los alimentos todavía más por falta de trabajadores y escasez de productos, ¿qué hará Trump, quien también prometió bajar el costo de los alimentos?
Trump, siendo un showman, querrá hacer de las deportaciones un grotesco espectáculo para que sus huestes MAGA digan que les cumplió lo prometido, pero sin duda las presiones de otros sectores que dependen de mano de obra migrante para subsistir, no sólo el sector agrícola sino el de servicios, hoteles, restaurantes, cuidadores y la construcción, por nombrar algunos, querrán que no les quiten a sus trabajadores.
Luego están los inmigrantes con protección de la deportación y permisos de trabajo, como los Dreamers y los beneficiarios del Estatus de Protección Temporal (TPS). Homan ha indicado que aunque se centrarán en quienes son un riesgo para la seguridad, en realidad nadie está descartado. De los 1.4 millones con órdenes finales de deportación, ¿quiénes son un riesgo para la seguridad?
Y Trump ha señalado que hay que hacer algo con los Dreamers. Gingrich favorece la legalización de los Dreamers.
CNN reportó que en reuniones con republicanos del Congreso, Homan ha bajado las expectativas en torno a las deportaciones masivas, entre otras cosas, por tratarse de una operación altamente costosa, por no contar con la infraestructura para albergar y deportar a millones de personas, ni con la cifra requerida de agentes. Homan dice que necesita 100,000 camas en centros de detención. Y el artículo cita cifras del American Immigration Council sobre el costo de deportar a 1 millón de indocumentados anualmente: 88,000 millones de dólares y 960,000 millones por 10 años.
Trump puede dar fe de que las promesas de campaña son difíciles de cumplir. Nunca completó el muro que prometió en su primer mandato, y que ahora insiste en completar, y México tampoco pagó por él.
Quizá una dosis de realidad lo obligue a reconsiderar algunas de sus promesas o incluso a negociar en el Congreso, donde los demócratas, a pesar de estar en minoría, pueden presionar en una Cámara Baja donde la mayoría republicana es estrecha. Aunque el apoyo demócrata al controversial proyecto de ley Laken Riley augura que cederán mucho terreno.
Por lo pronto hay que prepararse para lo peor para ver si el extremismo de Trump pesa más para él que el desastre económico, humanitario y potencialmente político de las deportaciones masivas porque una cosa es la teoría y otra la práctica.