Maribel Hastings y David Torres
El ataque políticamente motivado contra el esposo de la presidente de la Cámara Baja, Nancy Pelosi, pone de relieve, nuevamente y a escasos días de las elecciones de medio tiempo, el peligroso efecto de la retórica incendiaria de parte de políticos republicanos. Sus palabras influyen en individuos desequilibrados que dan como verdaderas teorías conspirativas y falsedades, como por ejemplo que la elección de 2020 fue “robada” a Donald J. Trump.
Esto no es un guion extraído de las mentes más fantasiosas de quienes producen series de intriga política, sino una realidad que está definiendo el porvenir de una nación que en estos momentos está poniendo a prueba la legitimidad de la democracia como la conocemos.
Lo sucedido a los Pelosi también genera inquietud e interrogantes sobre la posibilidad de que las elecciones intermedias realizadas en un país dividido —donde además la desinformación es la orden de día— pueda resultar en otros actos de violencia antes, durante o después de conocerse los resultados. De hecho, tenemos fresquísima en la memoria la nefasta intentona de golpe de estado del 6 de enero de 2021, como recordatorio de lo que puede generar una mentira entre los fanáticos de Trump.
Esa tendencia que no alcanza el nivel de ideología, sino el de “culto”, muestra por otra parte los estertores de un segmento de la población que se niega a evolucionar como sociedad civil, enmarcada en el ámbito de los derechos humanos, sino que prefiere aferrarse a la reacción y al anacronismo histórico con el fin de “recuperar” privilegios que promueve hoy por hoy el nacionalismo blanco.
De hecho, el pasado viernes, tras el ataque a Paul Pelosi, agencias de seguridad, como el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), el FBI y la Policía del Capitolio, emitieron un boletín advirtiendo de la posibilidad de actos de violencia antes de los comicios del 8 de noviembre.
Según el boletín, “extremistas violentos domésticos” que se sienten “agraviados” por el tema de las elecciones “verían la infraestructura, el personal y los votantes” involucrados en el proceso electoral como “objetivos atractivos, incluso en lugares de acceso público, como lugares de votación, ubicaciones de buzones de votación, sitios de registro de votantes, eventos de campaña y oficinas de partidos políticos”.
Después de todo, los fanáticos como el individuo que pretendía “interrogar” a Nancy Pelosi y “romperle las rodillas” si decía mentiras, están solamente aguardando cualquier señal de sus líderes para atacar. No ha sido el único ni será el último de esta clase de personajes que harán todo lo posible no sólo para desestabilizar un proceso democrático, sino para alterar el orden de una sociedad que bien o mal aún funge como faro de esperanza para millones de seres humanos en todo el planeta.
Por otro lado, aunque los sondeos dan a los republicanos la ventaja sobre los demócratas en la lucha por el control de la Cámara Baja —y en el Senado cualquier cosa podría suceder—, Trump y otros republicanos siguen evocando el espectro del fraude electoral para mantener a sus huestes listas para cualquier eventualidad. Es de anticiparse que si pierden, veremos a candidatos republicanos solicitando recuentos de votos o argumentando que hubo “fraude”. El “fraude” únicamente existe si ellos pierden.
No por nada la directora de la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad de Estados Unidos, Jen Easterly, dijo en Face the Nation de CBS que han alertado a las autoridades estatales para que garanticen la seguridad de sus sistemas de votación; y eso va desde ataques cibernéticos hasta estructuras y mecanismos como la desinformación.
¿Cuándo se había visto en los tiempos modernos tal nivel de inseguridad en el país más desarrollado del mundo en todos los niveles, incluso en los procesos electorales? Quienes provenimos de otras latitudes hemos sido testigos de fraudes, corrupción o violencia política permanente; pero ver nuevamente eso aquí conlleva a repensar la función de Estados Unidos como modelo social. Y quizá esta vez esté fallando.
Cabe destacar que especialmente en este ciclo electoral 2022, los medios en español a través del país han tenido amplia cobertura en torno a la desinformación y han establecido sus propios mecanismos para mantener a su audiencia informada de lo que es veraz y lo que es falso.
En ese sentido, los votantes hispanos jugarán un papel central en decidir particularmente elecciones cerradas en estados importantes que determinarán el control especialmente del Senado. Tal es el caso, por ejemplo, del escaño de la senadora demócrata hispana Catherine Cortez Masto en Nevada, retada por el republicano Adam Laxalt, apoyado por Trump y promotor de teorías conspirativas.
El mismo Partido Republicano que sataniza a los inmigrantes está tratando de atraer votantes hispanos, sobre todo los desencantados con el Partido Demócrata porque sienten que no se han atendido sus prioridades. Lamentablemente lo hacen mediante desinformación e instigando división, ingredientes básicos para fomentar violencia.