Hay un nuevo fenómeno que pocos presidentes latinoamericanos están advirtiendo, pero que probablemente sacudirá los fundamentos económicos de muchos países de la región: el fin del auge económico de China.
Durante las últimas dos décadas, China ha sido el mayor socio comercial de América del Sur y un importante inversor en toda América Latina. Pero eso puede cambiar si la economía china no se recupera de la recesión causada por el COVID-19, como están empezando a pronosticar cada vez más los economistas.
Hasta hace pocos meses, el consenso entre los economistas era que el bajo crecimiento del 5 por ciento pronosticado para China este año era un problema temporal, y que China pronto volvería a crecer a tasas del 10 por ciento anual. Pero esa teoría suena cada vez más como un cuento chino.
A mí me impresionó particularmente un artículo del 2 de agosto en la influyente revista Foreign Affairs, titulado “El fin del milagro económico chino”.
En dicho artículo, el economista Adam S. Posen, presidente del Instituto Peterson de Economía Internacional, dice que es probable que China enfrente un declive a largo plazo, entre otras cosas, porque el consumo interno y las inversiones del sector privado están cayendo rápidamente y no muestran signos de recuperación.
Además, una crisis demográfica a largo plazo causada por la disminución de las tasas de natalidad sugiere que China no se recuperará pronto de la recesión causada por el COVID-19.
A fines de 2022, la mayoría de los economistas esperaban que la economía china se disparara después de que el gobierno levantó repentinamente su política de “cero COVID”, cuyas severas cuarentenas habían paralizado la economía. En cambio, lo que estamos viendo hoy es un caso de “COVID económico prolongado”, dice Posner.
“Como un paciente que sufre de esa condición crónica, la economía de China no ha recuperado su vitalidad,” escribió Posner. “El problema es sistémico”.
La principal razón por la que la economía de China no volverá a sus tasas de crecimiento pre pandémicas es que el pueblo chino ha perdido la confianza en su gobierno.
La concentración de poderes del presidente Xi Jing Ping y la mayor intervención estatal en la economía han llevado a que las pequeñas empresas chinas dejen de invertir, y la gente deje de consumir.
“Lo que queda hoy es un miedo generalizado que no se veía desde los días de Mao: miedo a perder la propiedad o el ingreso, ya sea temporalmente o para siempre, sin previo aviso y sin apelación”, dice Posner. “Una vez que un régimen autocrático pierde la confianza de los hogares y las empresas promedio, es difícil recuperarla”, agrega.
Para gran parte de América Latina, una caída económica prolongada de China podría marcar el final de una era de grandes ingresos por el comercio y los préstamos de China.
El comercio entre China y América Latina se multiplicó 26 veces entre 2000 y 2020. Hoy, China representa el 34% del comercio total de Chile, el 28% del comercio de Brasil y Perú, el 18% de Colombia, el 14% de Argentina y el 10% de México, según el Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos.
China también ha otorgado préstamos masivos a Venezuela, Bolivia, Cuba y Brasil, aunque dichos fondos han comenzado a reducirse en los últimos años.
En 2022, los bancos estatales chinos dieron nuevos préstamos por valor de 813 millones de dólares a América Latina, muy lejos de los 35,100 millones de dólares combinados que prestaron a la región en 2010, según un estudio de la Universidad de Boston.
Nada de esto producirá un colapso repentino de la influencia económica de China en América Latina. China necesita las materias primas de América Latina y seguirá comprando soja de Brasil y Argentina, cobre de Chile y Perú, y petróleo de Venezuela, aunque probablemente no tanto como antes.
El presidente Xi ha visitado América Latina al menos 11 veces desde que asumió el cargo en 2013, y no es probable que se olvide la región en el corto plazo.
Si Estados Unidos juega bien sus cartas, podría recuperar parte de su influencia en la región. El presidente Joe Biden podría, por ejemplo, aumentar el comercio con América Latina invitando a Ecuador, Uruguay y otros países a sumarse al Tratado de Libre Comercio de América del Norte. También podría invertir más capital político en alentar a las compañías estadounidenses a establecer fábricas en la región.
La presencia de China en América Latina no desaparecerá, pero puede que los días de los récords de exportación a China y de los generosos préstamos chinos hayan llegado a su fin.