El ‘milagro económico’ de Ecuador fue una farsa

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Andres Oppenheimer
Andres Oppenheimer

Por Andrés Oppenheimer

Si el candidato opositor Guillermo Lasso gana la segunda vuelta electoral del 2 de abril en Ecuador y se convierte en el próximo presidente del país, la mayoría de los ecuatorianos se darán cuenta de que el supuesto “milagro económico” del presidente saliente Rafael Correa ha sido una farsa.

De hecho, el gobierno de Correa durante los últimos 10 años debería convertirse en un caso de estudio obligatorio en todas las universidades de Latinoamérica sobre el mal manejo económico. Habría que pedirles a los estudiantes que comparen la economía y los índices de pobreza de Ecuador bajo el populismo “revolucionario” de Correa con el desempeño de su país vecino, Perú, en el mismo lapso.

Los estudiantes descubrían rápidamente que, mientras que ambos países y gran parte del resto de América del Sur se beneficiaron del mayor auge de los precios de las materias primas en la historia reciente, a Perú le fue mucho mejor que a Ecuador.

Mientras que la economía de Ecuador creció a un promedio anual del 3.4 por ciento desde el inicio del gobierno de Correa en 2007 hasta el 2014, la economía peruana creció un promedio anual de 5.6 por ciento en el mismo lapso, según cifras de Naciones Unidas.

Y si incluyéramos los años 2015 y 2016, la diferencia a favor de Perú sería aún mayor, porque la economía del Ecuador sufrió una caída brusca por el descenso de los precios del petróleo. El Banco Mundial pronostica que la economía de Ecuador caerá un 2.9 por ciento este año, el peor desempeño económico de la región después del de Venezuela.

Más importante aún, Perú disminuyó la pobreza mucho más que Ecuador. Mientras que Ecuador redujo la pobreza en un 30 por ciento desde 2007, Perú la redujo en un 69 por ciento en el mismo lapso, según cifras de la ONU citadas por la firma XPSecurities.

José Hidalgo, director del instituto de investigación económica CORDES de Ecuador, dice que mientras Perú promovió la inversión privada y ahorró para los años de las vacas flacas, el Ecuador de Correa se embarcó en una fiesta populista.

Bajo Correa, Ecuador fue el país sudamericano que más aumentó el gasto público durante los años del boom petrolero, dice Hidalgo. El gasto público creció de 25 por ciento del producto interno bruto a 44 por ciento. Entre otras cosas, el gobierno ecuatoriano pasó de tener 15 a 30 ministerios, dijo.

Y durante ese período, Correa ahuyentó la inversión privada. Durante sus 10 años en el poder, la participación del sector gubernamental en las inversiones globales creció del 20 al 52 por ciento, según las cifras de CORDES. Y cuando los precios del petróleo comenzaron a caer, el país se quedó sin inversión.

Es cierto que Correa construyó carreteras y escuelas, pero Perú también lo ha hecho. Y a diferencia de Ecuador, Perú tiene las finanzas sólidas y podrá continuar haciéndolo.

En materia de corrupción, aunque tanto Ecuador como Perú están entre los países cuyos funcionarios recibieron sobornos de la constructora Odebrecht, hay una gran diferencia en la manera en que ambos están reaccionando. Mientras los fiscales peruanos están investigando el caso a fondo y han pedido la detención internacional del ex presidente Alejandro Toledo, quien ha negado cualquier irregularidad, la justicia ecuatoriana ha hecho poco y nada al respecto.

Odebrecht habría pagado $34 millones en sobornos a funcionarios ecuatorianos durante el mandato de Correa y $29 millones a funcionarios peruanos de gobiernos recientes, según documentos del tribunal del Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Por último, Correa ha sido uno de los principales represores de la libertad de expresión en América Latina. Bajo su ley de comunicaciones del 2013 que estableció una nueva oficina reguladora de los medios, se han dictado sanciones en más de 300 casos contra medios de comunicación, según Freedom House y otros grupos de defensa de los derechos humanos.

Mi opinión: Correa desperdició la mayor bonanza económica de la historia reciente de Ecuador. Su pseudorevolución narcisista-leninista redujo la pobreza mucho menos de lo que lo hicieron con mucho menos ruido los gobiernos recientes de Perú con sus políticas a favor de la inversión privada, que fueron más aburridas pero mucho más efectivas.