Por Andrés Oppenheimer
El presidente Trump tiene razón en que la apertura del gobierno de Obama hacia Cuba no produjo resultados en materia de derechos humanos o cambios democráticos, pero me temo que su plan de revertir parcialmente la actual política estadounidense hacia la isla sólo ayudará a empeorar las cosas.
La revocación parcial de la apertura de Obama a Cuba, incluirá la prohibición de que las empresas estadounidenses hagan negocios con compañías afiliadas al ejército cubano, y restricciones parciales al turismo estadounidense a la isla, según funcionarios estadounidenses.
Trump no cerrará la embajada de Estados Unidos en La Habana, ni restablecerá la política por la cual los refugiados cubanos podían obtener asilo automático si tocaban suelo estadounidense, afirman.
Sin embargo, el coctel de medidas planeadas por Trump no le va a hacer un daño económico mayúsculo a la dictadura cubana, y le dará al régimen nueva munición para proclamarse una víctima de la “agresión yanqui”. Y también le dará al régimen cubano una excusa para posponer las más mínimas reformas democráticas más allá del anunciado retiro del presidente Raúl Castro, de 86 años, en febrero de 2018.
Desafortunadamente, ni la apertura de Obama a Cuba en 2014 ni la revocación parcial de esa política por Trump en 2017 han estado motivadas por el deseo de democratizar a Cuba. En ambos casos, fueron motivadas por cuestiones de política interna estadounidense.
En el caso de Obama, el ex presidente se estaba acercando al final de su mandato sin ninguna victoria importante en política exterior. A pesar de sus muchos logros en política interna, no había logrado la paz en Oriente Medio, y no pudo detener la invasión rusa de Crimea ni la guerra civil en Siria. Necesitaba una victoria en política exterior.
Las encuestas mostraban que la mayoría de los estadounidenses, incluso muchos exiliados cubanos en Miami, opinaban que el embargo estadounidense a Cuba era inútil. Al igual que Richard Nixon había abierto las relaciones con China, Obama lo haría con Cuba.
En el caso de Trump, casi todo lo que ha hecho demuestra que la democracia en Cuba, o en cualquier otro lugar, le importa un comino.
Trump ha roto la tradición de los presidentes republicanos y demócratas de defender los derechos humanos donde quiera que vayan. Ha elogiado a los autócratas de Rusia, Egipto y Turquía, y visitó Arabia Saudí sin pronunciar una palabra de crítica contra la opresión en ese país.
Trump trató de hacer negocios en Cuba en 1998, según un detallado artículo de Newsweek de 2016. El esfuerzo se llevó a cabo “con el conocimiento de Trump”, a través de una firma de consultoría estadounidense, dijo la revista.
En septiembre de 2015, cuando le preguntaron sobre la apertura de Obama a Cuba, Trump dijo a The Daily Caller: “Creo que está bien”, aunque “deberíamos haber hecho un acuerdo más fuerte”. En marzo de 2015, Trump dijo a CNN que consideraría abrir un hotel en Cuba.
Al igual que Obama hace unos años, Trump necesita un titular que demuestre que está haciendo algo en política exterior, después de su fiasco en el Oriente Medio. Durante su reciente viaje allí, no cumplió con su promesa de campaña de trasladar la embajada estadounidense a Jerusalén, y allanó el camino para un conflicto entre Arabia Saudita y Qatar poco después de su partida.
La principal razón por la que Trump está pretendiendo preocuparse por la democracia en Cuba es que se lo están exigiendo el senador cubanoamericano Marco Rubio, miembro clave del Comité de Inteligencia del Senado que está investigando la posible colusión de la campaña de Trump con Rusia, y el congresista de Miami Mario Díaz-Balart, miembro clave del comité de asignaciones de la Cámara.
Mi opinión: Lo de Trump y Cuba es puro teatro político para consumo interno. Las medidas parciales de Trump no van a lograr lo que no pudieron lograr las sanciones estadounidenses a Cuba en las últimas cinco décadas. Peor aún, pueden ser contraproducentes, porque van a desviar la atención mundial de la agresión de la dictadura cubana hacia el pueblo cubano, y la van a volver a centrar en la tan cacareada “agresión yanqui” contra Cuba.