Invertir para migrar: El nuevo rostro del capital chileno

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Por Esteban Larrondo, Director de Latam en USA
Desde hace algunos años, hemos sido testigos de un fenómeno que refleja no solo una
reconfiguración económica, sino también un cambio cultural profundo en ciertos sectores
de la sociedad chilena: la creciente búsqueda de residencia en EE.UU a través de la
inversión. Lo que antes parecía exclusivo de grandes empresarios, hoy se ha convertido en
una estrategia premeditada de diversificación patrimonial y, al mismo tiempo, una
apuesta por la estabilidad y proyección familiar.
Chile ya no es, para muchos, el oasis económico que alguna vez se creyó. Tras el estallido
social, la pandemia y una serie de transformaciones estructurales que han afectado tanto
la percepción de seguridad como la previsibilidad jurídica y tributaria, un número
creciente de ciudadanos con alto (y mediano) patrimonio ha comenzado a mirar más allá
de nuestras fronteras. Y Estados Unidos, con todas sus complejidades, aparece como una
opción atractiva por su estabilidad económica, marco legal claro y posibilidades
migratorias ligadas al capital.
Contrario a lo que muchos piensan, no se trata únicamente de millonarios comprando
propiedades en Miami. Existen vías formales y específicas, como la visa EB-5, que
permiten obtener la residencia legal a cambio de inversiones que, además, deben generar
empleo en EE.UU. Para algunos, esto significa colocar entre 800 mil y un millón de dólares
en proyectos preaprobados. Para otros, el camino pasa por visados como el E-2, que si
bien no otorgan residencia permanente de inmediato, permiten operar negocios en el país
con montos menores, pero sustanciales.
Un dato que suele sorprender es que Chile posee, junto a Singapur, un tratado exclusivo
que facilita el acceso a visas para profesionales calificados. Sin embargo, este beneficio es
ampliamente subutilizado. Es decir, no solo se abren puertas para grandes empresarios,
sino también para técnicos y profesionales que, con el debido respaldo y planificación,
pueden proyectar una vida en el extranjero a través de la inversión y el talento.
Sectores como bienes raíces, franquicias de servicios y cuidado del hogar, e incluso el
rubro del bienestar y las mascotas, están siendo explorados con interés creciente. Las
ciudades preferidas van más allá de Miami, incluyendo estados como Texas y zonas
emergentes donde se instala la nueva industria tecnológica. La clave está en identificar
nichos bien regulados, con proyecciones de crecimiento y, por supuesto, con beneficios
tributarios razonables.
Este fenómeno no es menor. Habla de una transformación silenciosa pero significativa del
Chile actual. Una élite económica que, antes más nacionalista en sus inversiones, ahora
prefiere diversificar internacionalmente; y una clase media-alta emergente que visualiza
en la inversión extranjera no solo una posibilidad de negocio, sino también una
plataforma para mejorar la calidad de vida y el futuro de sus hijos.
La inversión como herramienta migratoria llegó para quedarse. Y más allá de las
valoraciones personales, es reflejo de un país en transición, donde el capital, el talento y la
planificación estratégica buscan nuevos horizontes. No se trata de escapar. Se trata de
anticiparse.

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