Maribel Hastings y David Torres
Al iniciarse el conteo regresivo para las elecciones intermedias del 8 de noviembre de 2022, las campañas de desinformación en plataformas sociales —e incluso en medios tradicionales— florecen como hierba silvestre, como lo hacen desde 2016. Y ahora tienen un aliado en un Partido Republicano sin pudor que no sólo reproduce la desinformación, sino que ha normalizado la retórica extremista de grupos supremacistas blancos.
Es una estrategia a la que han tenido que recurrir con base en el temor a perder privilegios y en la hipocresía, más que en una visión de Estado y de gobierno para el bien común, a sabiendas de que Estados Unidos cambió hace mucho tiempo, desplazando, por la vía democrática y de la inclusión, la idea de un país blanco sólo para blancos.
Se trata de un cóctel letal porque las falsedades que buscan agitar a su base política, amedrentar opositores y generar confusión entre la población con fines político-electorales se fusionan con la retórica racista y antiinmigrante que es parte integral de los mensajes de campaña de este partido.
No hay que olvidar que esta etapa antiinmigrante cobró fuerza precisamente en la “era de Trump”, quien ganó no sólo la candidatura presidencial de un Partido Republicano secuestrado por sus ideas, sino que logró llegar a la Casa Blanca a partir de una campaña por demás racista y xenófoba que logró captar la mente de millones de blancos, al culpar a los inmigrantes y diversas minorías de color de todos los males del país.
Así, las teorías conspiratorias sobre la “invasión” de migrantes en la frontera sur y la “teoría del reemplazo” son utilizadas abiertamente por legisladores y candidatos republicanos. Y los líderes republicanos del Congreso lo saben, pero se hacen de la vista larga legitimando estos conceptos, que se circunscribían sólo a grupos extremistas y supremacistas blancos.
Esta desinformación desestabilizadora tiene consecuencias serias en el mundo real. Los responsables de masacres en diversas partes del país donde el objetivo han sido minorías han citado algunas de estas teorías como la razón para perpetrar los ataques.
Por otro lado, las audiencias de habla hispana son uno de los objetivos favoritos de muchas de estas campañas de desinformación. En Florida, en las elecciones de 2020, se regó como pólvora a través de diversas plataformas sociales y algunos medios radiales en español, que el aspirante presidencial Joe Biden era “comunista” y que sus políticas eran de corte “socialista”, similares a las del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. En este estado que concentra cubanos, cubanoamericanos, venezolanos, nicaragüenses y hondureños, entre otros, decir comunismo es invocar al mismo diablo, de manera que la intención de lastimar a Biden y beneficiar a Trump tuvo una audiencia muy receptiva, aunque haya sido una mentira.
Florida, en efecto, es terreno fértil para las campañas de desinformación y es también laboratorio del uso de retórica antiinmigrante, incluso por funcionarios latinos. Esta semana la vicegobernadora de Florida, Jeannette Núñez, cubanoamericana, hizo noticia al responder durante una entrevista de radio sobre la gran cantidad de cubanos que llegan a ese estado que el gobernador republicano Ron DeSantis debería enviar a los migrantes en autobuses hacia Delaware, el estado del presidente Biden, tal como lo ha hecho el gobernador de Texas, Greg Abbott, hacia Nueva York y Washington, DC.
Y aunque el equipo de campaña de DeSantis trató después de enmendar el desatinado comentario de la vicegobernadora al decir que ella no se refería a los cubanos, sino a otros migrantes, el daño ya estaba hecho, pues la pregunta del entrevistador fue específicamente sobre la comunidad cubana, la de mayor presencia en su estado. De hecho, Núñez dijo en esa entrevista que “esto va a ser peor que Mariel, peor que todo lo que pasó en la década de 1980, y no hacer nada no es una opción”.
¿En serio? Que una cubanoamericana, hija de refugiados cubanos, diga que otros cubanos que buscan asilo en Estados Unidos deben ser enviados en autobuses a Delaware es noticia en cualquier liga. También es evidencia del doble discurso de los republicanos, sobre todo de hispanos republicanos que quieren vender la falsa idea de un partido incluyente para atraer votantes latinos, mientras repiten una narrativa antiinmigrante y ofensiva contra su propia comunidad.
Y lo hacen sin chistar porque su lealtad está con el partido y con Trump, no con su comunidad. Pero no podemos circunscribir este fenómeno exclusivamente a la comunidad cubana, pues en todos y cada uno de los conglomerados latinoamericanos que confluyen en Estados Unidos hay quienes prefieren rechazar el avance de esta pluralidad social que nos tocó vivir y abrazar un discurso ofensivo, aunque en el fondo nunca serán totalmente bienvenidos entre los supremacistas que lo promueven.
Los medios en español, en particular las principales cadenas televisivas Univision (El Detector) y Telemundo (TVerifica), entre otros, así como diversos organismos independientes, monitorean la información para mantener a sus audiencias al tanto de lo que es real y lo que es falso. Es un gran paso en la dirección correcta, pero a la vez es un síntoma de estos tiempos en que las noticias falsas arrasan con la verdad.
Pero es una labor titánica, sobre todo ante la proliferación de plataformas sociales donde los latinos se informan, particularmente YouTube y WhatsApp. Aunque plataformas como Twitter, Facebook y TikTok y otras dicen estar implementando controles en torno a la información que circulan, no queda claro ni seguro cómo controlarán las falsedades, sobre todo en español. Basta escuchar o leer ciertos comentarios de los usuarios en torno a temas específicos para darnos cuenta de que, en efecto, la propagación de mentiras encuentra terreno fértil en la falta de argumentos.
Lo peor del caso es que el Partido Republicano, principal promotor de falsedades, borra la línea entre lo que es real y lo que es mentira para su conveniencia política.