Ciudad de México, (EFE).- Mirar lo que nadie veía y escuchar a quien nadie escuchaba hicieron que la escritora mexicana Elena Poniatowska, quien este jueves cumple 90 años de vida, encontrara en las letras un espacio para hacerle frente a las injusticias de un país en donde la pobreza, la violencia y la corrupción estaban normalizadas.
“(Poniatowska) ha sido una ventana que nos ha permitido asomarnos a lo que es México y conocerlo, ella empezó a trabajar en 1953 y desde entonces no ha parado”, asegura en entrevista con Efe Beatriz Zalce de Guerriff, la sobrina de la escritora y dos veces ganadora del Premio Nacional de Periodismo.
“Es la Princesa Roja, la tía Elena, la que siempre está dispuesta a ser una de los abajo firmantes para las mejores causas, la cronista por excelencia de este país”, ahonda el escritor Benito Taibo.
Nacida en París en 1932, Poniatowska llegó a México con su familia huyendo de la Segunda Guerra Mundial a los diez años.
Al ser descendiente de la realeza polaca, Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, su nombre completo, estaba destinada a tener una vida tradicional e igual que la de una aristócrata de su tiempo, pero encontrarse con un México tan inexplicable en su niñez cambió su rumbo.
“El hecho de no haber nacido en México le permitió ver con mucho asombro cosas que aquí se veían como algo normal. Ella pone un ejemplo muy concreto como es el que haya gente que no tenga zapatos, aquí uno obvia la respuesta y dice, ‘es porque son pobres’, pero eso no le parecía una respuesta, ni una razón, y eso en un principio muestra esa mirada de curiosidad y de asombro”, cuenta Zalce.
Sin los títulos universitarios que le hubiera gustado tener, Poniatowska tuvo una formación que ninguna escuela puede ofrecer al haber tenido grandes “maestros” como Octavio Paz, Alfonso Reyes, Diego Rivera y Juan Rulfo.
Además, pudo llamar amigos a intelectuales como Carlos Monsiváis, Carlos Fuentes, Leonora Carrington, Vicente Rojo y José Emilio Pacheco por citar solo algunos.
Su debut como reportera fue en 1953 en el periódico Excélsior, dos años más tarde se encontró con Fernando Benítez en el suplemento “México en la cultura” del diario Novedades, y fue él quien de forma exigente, pero cariñosa, la obligó a “subir de categoría” en el arte de la entrevista.
“Benitez le decía ‘eres una perla en un basurero’, impulsándola siempre a mejorar”, cuenta su sobrina, quien inspirada en ella también decidió dedicarse al periodismo.
LUCHADORA DE CAUSAS SOCIALES
En un tiempo en el que las voces de la gente “común y corriente” no eran interesantes, Poniatowska detuvo su mirada y prestó su oído para “entrevistar a gente que no era entrevistable”, dice Zalce, pues se dedicó a escuchar a aquellas personas “invisibles” para los medios y la gente de su estrato social.
De esa preocupación genuina nacieron crónicas como “La noche de Tlatelolco: Testimonios de historia oral” (1971), en donde narró las vivencias de los estudiantes y líderes del movimiento estudiantil de 1968, y “Fuerte es el silencio” (1980), donde habló de luchas populares que resuenan en la actualidad por sus similitudes.
Y novelas como “Hasta no verte Jesús mío” (1969), donde narra la vida de Jesusa Palancares, una mujer oaxaqueña víctima de la pobreza y la violencia, o “Las soldaderas” (1999), en donde da una mirada a las mujeres que fueron parte de la Revolución Mexicana (1910-1921).
“Elenita es nuestra memoria, nuestro ‘Pepe Grillo’ (conciencia) que está en el oído diciéndonos siempre hacia dónde ir, qué camino tomar y cómo hacer de alguna forma las cosas”, considera Taibo.
“Sus textos no son solo una forma bonita, una forma literaria de contar las cosas, sino también son un contenido, es fondo y forma, va más allá de haber sido una güerita muy bonita y muy simpática, hay un gran talento en ella para la entrevista”, apunta su sobrina Beatriz.
UN LEGADO DE LETRAS Y SOLIDARIDAD
La imagen de Poniatowska firmando cada libro de forma personalizada de una fila interminable de lectores, muestra su cercanía y naturalidad con la que se involucra de lleno en el mundo que le tocó vivir y también de su humildad.
“Creo que la solidaridad es una marca que trae en el pecho y que la utiliza todo el tiempo, Elena es una pieza angular de la creación de la sociedad civil mexicana, la sociedad civil le debe mucho a ella y a sus escritos”, finaliza Taibo.