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Wednesday, December 4, 2024

La siguiente pandemia

Para La Red Hispana

Con más de 177 millones de casos y 2.8 millones de fallecimientos, las Américas se convirtieron en el epicentro de la pandemia de COVID. Tal es la dramática conclusión de “Salud en las Américas”, la publicación insignia de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
Ninguna región del continente, ni siquiera Norteamérica, quedó a salvo de las catastróficas consecuencias de la pandemia, especialmente entre las poblaciones más vulnerables, porque como ocurre casi siempre, existe un impacto desproporcionado que tiende a afectar a los más pobres, a las poblaciones de color.
La región concentró el 37% del total de casos de COVID-19 y el 45% del total de muertes a nivel global. Y aunque América del Norte registró el 55% de todos los casos en la región, el 62% del total de las muertes ocurrió en América Latina y el Caribe, de acuerdo con el reporte de la OPS.
Por ejemplo, a raíz de la pandemia se redujo en 2.9 años la esperanza de vida en América Latina y el Caribe, al pasar de 75,1 años en el 2019 a 72,2 en el 2021, según estimaciones de las Perspectivas de la Población Mundial 2022 de las Naciones Unidas. Aunque en menor número, la esperanza de vida también se redujo en América del Norte, donde ocurrió una reducción de 1.8 años.
“La caída en la esperanza de vida se puede revertir en la medida en que los países avancen con la vacunación contra el COVID-19, fortalezcan sus servicios de salud para brindar una atención para todos, y reduzcan las inequidades que inciden en la salud”, afirmó Sebastián García Saiso, Director del Departamento de Evidencia e Inteligencia para la Acción en Salud de la OPS. “Esperamos que la publicación sirva a los tomadores de decisiones para asesorar políticas públicas que permitan retomar el progreso hacia una mejor salud para todos”.
El reporte concluye en ese sentido que es imperativo construir sistemas de salud resilientes y sostenibles en toda la región, para reducir la inequidad y garantizar la salud universal, como una herramienta para abordar las emergencias de salud pública actuales y futuras.
Porque si bien la mayoría de los países de la región buscaron una respuesta integral a la pandemia, uno de los mayores desafíos fue coordinar la respuesta en un contexto de alta fragmentación a nivel de gobierno y falta de recursos críticos en el sistema de salud.
Así que las preguntas obligadas para todos quienes toman decisiones parecen ser obvias: ¿Estamos mejor preparados para la siguiente pandemia? ¿Cuáles fueron las lecciones aprendidas? ¿Qué ajustes deberemos hacer a las políticas de salud públicas para remediar la inequidad? ¿Se están haciendo las suficientes inversiones?
De la respuesta a esas preguntas dependerá en gran medida que la siguiente pandemia, que parece un suceso inevitable, no tenga las mismas consecuencias devastadoras que la actual pandemia de COVID. Y estar mejor preparados es una tarea de todos.

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