Aunque muchos se preguntan cómo puede ser que el ministro de Economía de Argentina, Sergio Massa, haya ganado la primera vuelta electoral del 22 de octubre con una inflación del 148 por ciento anual y un caos financiero en el país, sugiero no apostar las joyas de la abuela a que Massa ganará la segunda vuelta del 19 de noviembre.
Si la historia reciente y las matemáticas son una guía, Massa lleva las de perder en la segunda vuelta para ser el próximo presidente de Argentina.
Es cierto que Massa fue la gran sorpresa de la primera vuelta, ganando casi el 37 por ciento de los votos contra los pronósticos de la mayoría de los encuestadores. Ahora competirá contra el excéntrico libertario de derecha Javier Milei, un admirador del expresidente Donald Trump, que era el favorito, pero quedó en segundo lugar con el 30 por ciento de los votos.
Massa ganó gracias a una combinación de subsidios sociales masivos en las semanas previas a la elección, el voto del miedo propagado por su campaña, y los errores de Milei, como cuando este último llamó al Papa argentino Francisco “un imbécil”.
Antes de la primera vuelta electoral, Massa otorgó subsidios en efectivo y exenciones fiscales para millones de personas, sin importar que su populismo acelerará aún más la inflación y ahondará la bancarrota del país.
Massa otorgó 12 nuevos subsidios sociales en los últimos 45 días antes de las elecciones, según el diario La Nación. Ya antes de las elecciones, Argentina tenía 18,7 millones de personas que recibían dinero del estado, incluyendo los jubilados, los beneficiarios de planes sociales y los empleados públicos. En comparación, el país tiene sólo 6,2 millones de personas trabajando en el sector privado.
Al mismo tiempo, Massa – un orador que proyecta una imagen de calma en marcada oposición a la estridencia de Milei- afirmó que si Milei u otro candidato de centroderecha ganaban, privatizarían los servicios públicos, recortarían los subsidios sociales y perjudicarían a los pobres.
Días antes de la votación, la campaña de Massa cubrió Buenos Aires con carteles en las calles que decían: “Tarifa tren Massa: 56,23 pesos; Tarifa tren Milei: 1,100 pesos”. Aunque Milei nunca había prometido esa tarifa, los carteles generaron temores de que privatizaría el servicio ferroviario y las tarifas se dispararían.
Massa también se benefició de los grandes errores de Milei, como los ataques del candidato de derecha al Papa, su promesa de cerrar el Banco Central y su declaración llamando a la moneda argentina un “excremento”.
Pero el mayor error de Milei fue opinar sobre todos los temas, en lugar de centrarse en el punto más vulnerable de Massa: la economía. Massa no sólo es responsable de la política económica de Argentina, sino que fue nombrado “superministro” cuando asumió su actual cargo a mediados de 2022.
Sin embargo, Milei todavía tiene buenas posibilidades de ganar en noviembre si concentra su campaña en la economía y hace acuerdos con otros grupos opositores. En su discurso de la noche electoral, empezó a tomar estos pasos, pero no está claro si podrá controlar su personalidad narcisista.
Milei tiene a su favor el hecho de que un 57 por ciento de los argentinos votaron por candidatos de la oposición en la primera vuelta. Aunque Massa está dando un giro hacia el centro y ha prometido formar un “gobierno de unidad nacional” para atraer a votantes moderados, Milei sigue estando en mejor posición para ganar el voto opositor.
Hay un precedente reciente que juega a favor de Milei. En 2015, el candidato Kirchnerista, Daniel Scioli, ganó la primera vuelta con el 37 por ciento de los votos, el mismo porcentaje que ahora obtuvo Massa, mientras que el entonces candidato de la oposición Mauricio Macri quedó en segundo lugar con el 34 por ciento. Pero Macri ganó la segunda vuelta y fue elegido presidente.
Milei puede ganar si centra su mensaje en el hecho de que Massa es el ministro de Economía, bajo cuyo liderazgo la inflación se ha disparado hasta casi un récord mundial, y la pobreza ha aumentado a un 40 por ciento.
Si Milei juega bien sus cartas, hace una alianza con los otros partidos de oposición, y se modera, tiene más posibilidades de ganar que Massa. El principal obstáculo, ahora, es él mismo.