Por Andrés Oppenheimer
Los países más grandes de América Latina han intensificado su presión sobre el régimen venezolano en los últimos días, pero la región debería tomar medidas mucho más contundentes para detener la brutal represión gubernamental contra las protestas opositoras que ya ha causado al menos 45 muertes.
Antes que nada, hay que aplaudir el hecho de que los países más grandes de la región votaron esta semana a favor de una resolución de la Organización de Estados Americanos (OEA) que convoca a una reunión de ministros de Relaciones Exteriores el 31 de mayo para discutir la crisis política y humanitaria de Venezuela.
Esta fue una victoria para las fuerzas pro-democráticas, porque el régimen venezolano había tratado de impedir esa reunión de alto nivel. La propuesta fue aprobada por 18 votos, incluidos Estados Unidos, Canadá, México, Brasil, Argentina, Colombia y Perú, con 13 abstenciones, muchas de las cuales fueron de países caribeños que dependen de las subvenciones petroleras de Venezuela.
Pero la mala noticia es que una mayoría de 18 votos no bastará para imponer sanciones diplomáticas regionales a Venezuela. Bajo las reglas de la OEA, la reunión del 31 de mayo necesitaría una mayoría de dos tercios, o por lo menos 24 votos, lo que según fuentes diplomáticas será difícil de lograr.
Ante esta situación, si Venezuela no restablece inmediatamente la democracia, como está obligada a hacer bajo tratados interamericanos, los países de la región deberían tomar los siguientes pasos:
Primero, emitir una declaración del mayor número posible de países en la reunión de cancilleres de la OEA, exigiendo la celebración de elecciones presidenciales anticipadas en Venezuela, supervisadas por observadores internacionales creíbles; la restauración de los poderes constitucionales de la Asamblea Nacional, y la liberación de todos los presos políticos.
La reunión también debería nombrar una delegación de cancilleres para viajar a Caracas e informar a la asamblea general anual de la OEA que se realizará en Cancún, México, el 21 de junio, sobre la situación en ese país.
En segundo lugar, en preparación de la reunión anual de la OEA en Cancún, los presidentes latinoamericanos deberían hacer personalmente declaraciones exigiendo elecciones libres anticipadas en Venezuela. Hasta ahora, con pocas excepciones notables como los presidentes de Perú y Argentina, la mayoría de esas demandas han sido hechas por funcionarios de nivel inferior.
Tercero, en la reunión anual de la OEA, los países latinoamericanos deberían obtener una mayoría de dos tercios de votos para exigir explícitamente elecciones libres anticipadas y monitoreadas por observadores de la OEA y de la Unión Europea. Washington y los países latinoamericanos deberían encontrar la forma de convencer a Haití y otros países caribeños a apoyar ese pedido.
Una demanda regional explícita pidiendo elecciones anticipadas sería importante. Hasta ahora, los países miembros de la OEA sólo han hecho vagas demandas a Venezuela para que “cumpla con su calendario electoral”.
Hay quienes son escépticos sobre todo esto, diciendo que al presidente venezolano Nicolas Maduro le importan un rábano las declaraciones de los países vecinos. El anuncio de Maduro de que convocará a una Asamblea Constituyente para redactar una Constitución como la cubana lo dice todo, afirman.
Mi opinión: No estoy de acuerdo. La presión diplomática regional sobre la dictadura de Maduro es esencial no sólo para darle apoyo moral a la oposición en Venezuela, sino también para profundizar las crecientes grietas dentro del régimen de Maduro y hacer posible una solución electoral.
Ya hemos visto en las últimas semanas importantes funcionarios chavistas tomando distancia del régimen de Maduro, como la fiscal general de Venezuela, Luisa Ortega.
Con encuestas que muestran que el 80 por ciento de los venezolanos quiere un cambio de gobierno, las sanciones de los Estados Unidos contra varios funcionarios venezolanos acusados de represores y que tienen una fortuna en los bancos estadounidenses y la creciente presión diplomática de países latinoamericanos que hasta hace poco eran aliados del régimen chavista, la coalición de Maduro podría desmoronarse.
Las democracias de las Américas deben hacer un llamado explícito a elecciones presidenciales anticipadas en Venezuela. La alternativa será la cubanización total de Venezuela, un mayor derramamiento de sangre, una crisis humanitaria cada vez más profunda y cientos de miles de venezolanos más que buscarán refugio en países vecinos.