Por Andrés Oppenheimer
Si muchos de ustedes se están preguntando si el aspirante demócrata a la presidencia Beto O’Rourke es latino, la respuesta es no: es un irlandés-estadounidense de cuarta generación, cuyo padre le dio el sobrenombre de “Beto” cuando era niño. Y, sin embargo, O’Rourke podría terminar siendo la voz más convincente de los latinos contra el nacionalismo xenófobo del Presidente Trump.
O’Rourke, quien recaudó más dinero en internet que cualquier otro candidato demócrata en el primer día de su campaña, habla español. Más importante aún, O’Rourke ha convertido su experiencia multicultural como congresista de la ciudad fronteriza de El Paso, Texas, en uno de los temas centrales de su campaña.
Mientras Trump pinta la frontera de Estados Unidos con México como un lugar infestado de criminales, traficantes de drogas e inmigrantes indocumentados peligrosos, O’Rourke presenta su ciudad fronteriza como una historia de éxito. Y habla de El Paso como un ejemplo a seguir en todo el país.
Contrariamente a la narrativa anti-inmigrante de Trump, O’Rourke recuerda a sus audiencias constantemente que El Paso es una de las ciudades más seguras de Estados Unidos, y lo ha sido durante mucho tiempo. Además, dice que El Paso, como muchas otras ciudades del país, se ha beneficiado enormemente del acuerdo de libre comercio con México que Trump había denunciado como una calamidad.
El mes pasado, cuando Trump fue a El Paso para intensificar su campaña de demonización de los inmigrantes y solicitar fondos para su muro fronterizo, O’Rourke pronunció un discurso el mismo día, desbaratando los argumentos de Trump contra los inmigrantes latinos.
Hablando de El Paso y de su vecina Ciudad Juárez, México, O’Rourke dijo: “Aquí, en la comunidad binacional más grande del hemisferio occidental, dos millones y medio de personas, dos países, hablando dos idiomas, con dos historias diferentes, nos hemos unido y formado algo mucho más grande y más poderoso que la suma de nuestras partes”. Y añadió: “Tenemos mucho que mostrar al resto del país, y lo estamos haciendo en este momento”.
Días antes, Trump afirmó falsamente que El Paso tenía una de las tasas más altas de delitos violentos en Estados Unidos antes de que se levantara un muro, y que, gracias a ese muro, ahora era una de los ciudades más seguras. Los sitios de internet de verificación de datos como snopes.com y factcheck.org corroboraron después que Trump había mentido, y que El Paso era una ciudad segura desde antes de la construcción del muro.
Es cierto que ya hay un precandidato demócrata auténticamente latino, el ex-alcalde de San Antonio y ex-secretario de Vivienda, Julian Castro. Pero hasta ahora, Castro está muy atrás en las encuestas.
Y aunque O’Rourke tiene el carisma, el parecido al legendario Robert Kennedy y una red masiva de contribuyentes en redes sociales, también es cierto que sus posiciones en la mayoría de los temas son una incógnita. Se cree que hará campaña como un centrista, pero incluso eso no está claro.
Además, sus rivales seguramente lo criticarán por usar el apodo de “Beto”, cuando su nombre real es Robert Francis O’Rourke. Pero no es un impostor, ya que sus padres lo apodaron así de pequeño.
Su padre Patrick Francis “Pat” O’Rourke, un comisionado del Condado de El Paso, le dio el apodo de “Beto” en caso de que el niño quisiera seguir una carrera política en esa ciudad fronteriza y bicultural. O’Rourke ha publicado una foto de su niñez vestido con un suéter que lleva la palabra “Beto” estampada en el pecho.
O’Rourke está bien posicionado para convertir las elecciones de 2020 en una campaña de ideas. Debería convertirla en un debate entre el multiculturalismo versus la xenofobia; la globalización contra el aislacionismo; el libre comercio versus el proteccionismo; la cooperación internacional versus el nacionalismo, y la tolerancia versus el racismo.
Si O’Rourke hace campaña enarbolando esos principios fundamentales, ganará el apoyo de los latinos y de muchos otros estadounidenses, aunque étnicamente no sea un verdadero “Beto”.