Maribel Hastings y David Torres
En momentos en que las comunidades inmigrante e hispana, al igual que otras minorías, están en la mira del racismo de un Partido Republicano extremista, resulta triste y deleznable cuando el prejuicio proviene de políticos latinos y demócratas que irónicamente han denunciado al otro bando por sus posturas discriminatorias.
El escándalo de marca mayor más reciente se desató cuando fue revelada una conversación grabada hace un año entre la ahora ex presidente del Concejo Municipal de Los Ángeles, Nury Martínez, y los concejales Kevin de León y Gil Cedillo, así como el jefe de la Federación Laboral del Condado de Los Ángeles, Ron Herrera. Fue en el marco de una reunión sobre redistribución de distritos donde se formularon comentarios racistas sobre el hijo afroamericano de un concejal anglosajón, Mike Bonin. Pero también hubo comentarios sobre las comunidades indígenas, particularmente los oaxaqueños, a los que Martínez tildó de “feos”. También hubo comentarios homofóbicos.
Las expresiones son tan hirientes, que la sola idea de que ese grupo de políticos se haya ostentado durante tanto tiempo como el “liderazgo” de la comunidad de una de las ciudades más latinas de todo Estados Unidos como es Los Ángeles repugna de inmediato. La comunidad oaxaqueña, por otro lado, es una de las de mayor presencia cultural en el estado de California y sus festivales más importantes, como la Guelaguetza –que en zapoteco expresa la idea de participar, cooperar, ofrendar, ayudar, ser solidario—son celebrados desde hace décadas cada año en diversas ciudades del estado, donde se muestra la grandeza de ese pueblo que ha luchado por preservar sus raíces, aun fuera de sus lugares de origen. ¿Martínez, De León, Cedillo y Herrera eran conscientes de esto al momento de expresar su verdadera opinión sobre un pueblo que también les ha dado votos?
De hecho, que esa conversación se grabara hace un año y que se filtrara ahora por quién sabe qué motivaciones políticas no le resta ningún peso, pues son comentarios que no tienen cabida en conversaciones públicas ni privadas. ¿Con qué moral y con qué cara pueden estos llamados “líderes latinos” denunciar el prejuicio hacia las comunidades que dicen representar, si ellos piensan igual que quienes los atacan?
Ahora ellos mismos saben cuál es la mejor manera de acabar con una carrera política en un minuto, como en ese juego de “Serpientes y Escaleras” —y como mexicoamericanos lo deben conocer muy bien—, que cuando se piensa que se está hasta arriba o a punto de llegar a la meta, se atraviesa una terrible serpiente que hace descender al participante hasta el nivel más bajo del juego.
Incluso el propio presidente Biden, a través de su portavoz Karine Jean-Pierre, opinó que todos ellos deben renunciar, calificando su lenguaje como “inaceptable” y “espantoso”.
A través del país, grupos cívicos, de derechos civiles y pro inmigrantes están enfrascados en una lucha sin cuartel contra el racismo que emana de candidatos y líderes republicanos, quienes afirman que en la frontera con México hay una “invasión”, que aseguran que los demócratas quieren “reemplazarlos” con minorías para arrebatarles su poder político. Y otros más usan a desesperados migrantes en busca de asilo como peones de un maquiavélico juego de ajedrez político, como están haciendo los gobernadores de Florida y Texas, Ron DeSantis y Greg Abbott, respectivamente.
No obstante, de figuras racistas y antiinmigrantes se puede esperar lo que sea. Pero que representantes de esas comunidades atacadas exhiban conductas similares —solamente que lo hacen por lo bajo sin sospechar que los están grabando— es hipócrita y es más despreciable.
Porque no es normal discriminar; no está bien rechazar a alguien con actitudes racistas; no es correcto señalar la “paja en el ojo ajeno”, ni en privado, ni en público. Pero sobre todo, no cuando te dices “líder” de una o más minorías; no cuando eres pro inmigrante y buscas la igualdad entre las comunidades; no cuando tus ancestros sufrieron abusos incontables, y callarlos, para que tú llegaras hasta donde estás.
Martínez renunció a la presidencia del Concejo Municipal y dijo que se acogerá a una licencia. Mientras que los dos concejales ofrecieron disculpas, aunque los llamados para que los tres renuncien a sus puestos son cada vez mayores. Los tres son mexicoamericanos y los tres han contado sus respectivas historias familiares en diversas oportunidades, con similitudes de un pasado de sufrimientos. ¿Qué tendrán que decir ahora cada vez que regresen a casa?
Pero tristemente este caso no es aislado. Quienes somos latinos conocemos de primera mano el prejuicio rampante que se da a diversos niveles entre los propios latinos: unas nacionalidades desprecian a otras, y entre las mismas nacionalidades existe prejuicio de clase, de raza, de color, de situación migratoria. Es algo generalizado que incluso muchas veces se intenta “suavizar” tratando de que las burlas y los comentarios sean “jocosos”. No es poco frecuente, por otra parte, escuchar en las conversaciones entre latinos cuando reivindican su pasado blanco y europeo, por encima de la realidad geográfica latinoamericana en la que nacieron y crecieron.
Esto ha sido y es así en nuestros respectivos países. Lo curioso es que cuando llegan a Estados Unidos y sienten el prejuicio y la discriminación de parte de otros sectores, entonces acusan a los demás de racistas; y los políticos que nos representan también alzan su voz, y aunque en su mayor parte son sinceros y genuinos, también abundan figuras como Martínez que pretenden predicar la moral en calzoncillos.
Esto, por supuesto, marca desde ya un llamado de atención a quienes pretendan autonombrarse “líderes” de una comunidad como la latina, que lo que menos necesita en estos momentos cruciales para su futuro en Estados Unidos es contar con representantes que en privado son todo lo contrario de lo que predican en público. Y eso es más que vergonzoso.
Es tiempo de hacer un examen de conciencia a todos los niveles, porque el racismo y el prejuicio deben condenarse vengan de quien vengan.